Reforma Migratoria: ¿a la tercera va la vencida?
WASHINGTON. – Con la visita del presidente electo de México, Enrique
Peña Nieto, a la capital estadounidense esta semana, son tres los
dignatarios que ha tenido el vecino país en los pasados doce años sin
que se haya concretado la esquiva reforma migratoria. Y en cierta forma,
la visita marca tres diferentes etapas en los esfuerzos de impulsar esa
reforma.
La visita de Peña Nieto se produce tras una contienda presidencial en
Estados Unidos que dejó más que claro el poder de los votantes hispanos
en decidir elecciones y cómo el manejo que den los políticos al tema
migratorio los define entre los electores latinos.
Los resultados de esa elección constituyen un mandato para que el
presidente Barack Obama impulse esa reforma e invierta capital político
en el proceso, una inversión a corto y a largo plazo que supondrá
réditos para los demócratas.
Para los republicanos se trató de la más clara confirmación de que
sin el voto hispano no pueden llegar a la Casa Blanca y por su propia
supervivencia política deben negociar con los demócratas el asunto que
por años han explotado para mantener a su base ultraconservadora
ignorando los cambios demográficos producidos bajo sus propias narices
que no sólo se manifiestan con más hispanos en sus pueblos y ciudades
sino, eventualmente, con más poder en las urnas.
Esta coyuntura de la visita de Peña Nieto es quizá la más favorable
para esa reforma migratoria a nivel político en Estados Unidos.
En el 2001, cuando el panista Vicente Fox visitó Washington, todos
creímos que se habían alineado los planetas en favor de la reforma
migratoria. La Casa Blanca era ocupada por George W. Bush tras una
polémica elección, pero W. cuando menos no cambió su apoyo a esa reforma
ni cuando buscó la nominación, ni como candidato republicano en la
general, ni como presidente, aún a expensas de la oposición del ala más
derechista de su partido.
Pero los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 sepultaron
la reforma migratoria. Si bien W. Bush invirtió capital político en su
segundo período, el vínculo del terrorismo con la inmigración fue
explotado por la oposición a la reforma migratoria y eso sumado a los
dimes y diretes sobre los detalles de dicha reforma, impidieron progreso
en ese frente. Lo único que avanzó fueron medidas policiacas y
políticas de colaboración migratoria entre el gobierno federal y los
estados cuyos efectos siguen reverberando entre la comunidad inmigrante.
Se dieron los primeros pasos para el clima tóxico que ha
caracterizado el debate migratorio y que fue génesis de todas las leyes
estatales antiinmigrantes que proliferaron a través del país.
Fue en medio de ese ambiente tóxico que fue electo otro panista,
Felipe Calderón, cuyas visitas a Washington, particularmente su visita
de Estado en el 2010, sólo constituyeron eventos sociales porque en
materia migratoria, específicamente sobre la reforma, había poco que
decir.
Más bien el asunto migratorio se vio desde el prisma del combate al
narcotráfico que marcó la presidencia de Calderón y la relación
bilateral entre México y Estados Unidos.
Es decir, bajo la presidencia de Fox la excusa de los anti reforma
fue tildar de terroristas a todos los inmigrantes, aunque quienes
perpetraron los ataques ingresaran legalmente a Estados Unidos; y bajo
Calderón, la estrategia fue tildar a los inmigrantes de narcotraficantes
y de hecho, este argumento se usó para atraer apoyo a leyes estatales
antiinmigrantes como la SB 1070 de Arizona.
Dos años después de la elección de Calderón, en 2008, fue elegido
Obama con la promesa de revivir esas pláticas migratorias. Ya lo
ocurrido es historia.
Obama permanecerá en la Casa Blanca un segundo periodo con una
renovada promesa de apechar el tema migratorio y con un Partido
Republicano en el Congreso que está dando señales de aparentemente
querer negociar la reforma que representaría más beneficios de los
actuales para ambos países.
Después de todo, la única constante de los pasados doce años ha sido
la población indocumentada en Estados Unidos, mayormente de México, que
ofrece mano de obra barata en Estados Unidos y remesas para México, pero
sigue sumida en las sombras sin derechos y vulnerables a la
explotación.
Peña Nieto esta semana hará alusión a los paisanos que tuvieron que
salir de su país por falta de oportunidades, y Obama alabará la estrecha
relación comercial y cultural que une a los dos países.
Una relación marcada por los millones de indocumentados que impulsan
en gran medida las economías de ambos países, con su trabajo acá y sus
remesas allá, y que esperan que este tercer intento de impulsar la
reforma migratoria en Estados Unidos sea finalmente la vencida.
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America's Voice.
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