Jaque Mate a la Justicia en la Argentina
Alerta.
El anuncio lo hace el servicio meteorológico pero podría hacerlo cualquiera con
sólo echar un vistazo a lo que esta ocurriendo. El problema es que el hackeo a la justicia y a la
libertad lo siente apenas un grupo social. Ni siquiera la clase media en su
totalidad.
El calendario indica el final de año y ese dato –
sumado al ritmo vertiginoso de lo cotidiano -, no deja demasiado espacio para
detenerse a analizar hasta qué punto agoniza el régimen democrático.
El
argentino medio debe atender un sinfín de temas en simultáneo: llegar a fin de
mes, el trabajo, la salud (porque no todos pueden darse el lujo de enfermarse
cuando el sistema sanitario está colapsado), la seguridad, en síntesis, la
subsistencia. Pedirle
que también atienda las declaraciones de Julio Alak – que no son sino órdenes
de la Presidente-, parece ser un exceso en este contexto.
Sin
embargo, por su bien, es tiempo de que se exija más de la cuenta tal vez. Lo que está en juego es mucho más
que una medida económica, la afrenta -a esta altura- es contra la dignidad
misma de la persona.
No
hace tanto escribí una nota tratando de analizar este fenómeno del golpe
institucional que venimos experimentando y probablemente, con mayor o menor
conciencia, protagonizando. Me refiero a
ser parte de tantas Argentinas simultáneamente.
Escindidos, diezmados por fuera y por dentro, tratando
de vencer abismos infranqueables… Insertos en un proceso donde se atraviesan
campos minados, una y otra vez, hasta advertir sin desfallecer, que no logramos
llegar a ningún lado.
En
este contexto, el nacionalismo es apenas un vocablo usurpado por el gobierno
para tratar de engañarnos. Somos dueños de lo que ya no es nuestro. Poco tiene
que ver que YPF se haya expropiado, el nacionalismo como amor al país que se
predica, nace y muere en un atril. No existe más allá de los vítores obsecuentes.
Hay en la misma geografía, más de 40 millones de
patrias, y cada una se ocupa de si misma. Posiblemente sea congruente que eso
suceda en tanto son ya innumerables los pasos en falso, las esperanzas
vencidas, los intentos frustrados. Salir de este callejón tiene costo, y no nos
caracterizamos precisamente por hacer honor a los pagos.
La dirigencia es gente. Quizás no muy distinta que esa
‘gente’ a la cual creemos pertenecer, porque a nosotros no puede
encasillársenos en un análisis político arbitrariamente. No es lo que pretendo
pero, ¿de qué modo escapar a ello?
Si
acaso somos nacionalistas es a fuerza del cierre de aduanas y fronteras. Si
acaso somos liberales es porque nos molesta que se entrometan en nuestra vida. Pero en el fondo hemos cedido hasta
lo más íntimo cuando un Estado nos tentó con darnos todo servido.
Seguir esperando no los juzga a ellos, nos juzga a nosotros mismos, y no hay
anestesia para asumir la condena.
No se trata de un repentino avasallamiento a la ley, ni
de un atropello inédito. Lo que sucedió esta mañana con el ministro de Justicia
es el corolario de diez años de prefacio. Nada es casual, o quizás sí: casuales
son los personajes que obran de voceros. Títeres de un capricho, presos a costa de vender el
alma por unos míseros pesos. Ninguno hasta ahora ha demostrado defender “el
modelo” por propio convencimiento.
“Si hasta acá se llegó ileso,
sigamos...”, ese parece ser el lema que los orienta. Hasta a dónde ya no depende de sus
fuerzas sino de las nuestras.
Dentro
de muchos esta latente la pregunta: ¿Qué
hacer? Nadie atina con la respuesta. Se nos ha adoctrinado de
tal manera que pensar en un juicio político nos catapulta en el casillero de
los golpistas, nos confina a viejos tiempos aunque nada tenga que ver este
desmembramiento con aquello.
Las redes sociales son fuente de catarsis. Vale, pero
también vale saber que apenas 4 millones de argentinos tienen acceso a
Internet. El
resto, mientras tanto, esta colgado en trenes o en colectivos intentando llegar
enteros a destino. Otros se desahogan en charlas con vecinos, demasiados
descargan la frustración con sus seres queridos,y así se cierra el círculo
vicioso de un país sin sentido.
En
el trayecto hacia el verdadero cambio, hubo y hay manotazos de ahogados que no
sirvieron ni para flotar un rato. Las
víctimas son incontables, el único recurso no renovable se nos va como agua
entre los dedos: el tiempo.
Comienza
ahora el peligroso juego de inventar otro actor que cargue con las culpas de la
ignominia y el capricho de Cristina. De
la manga sacan un ente abstracto sentenciado a ser villano: se trata del
“partido judicial”. Insensatez de acosados. Resulto inútil
acusar a una derecha destituyente y represora que de haberla, sólo se trata de
una derecha reprimida por el temor a una condena aunque sea eufemística.
Los
militares han dejado de ser potables como para situarlos en el campo de los
malos. No han sido
ellos por otra parte los que lograron que Argentina sea el país con más
denuncias ante el CIADI.
Tampoco
son los jueces en su conjunto los que han propiciado que el 60% de los docentes candidateados a
la carrera de magisterio, reprueben los exámenes primeros. No
han pasado los registros ortográficos… Y esos son los que, supuestamente, van a
educar soberanos.
Hay una sumatoria de responsabilidades que,
ciertamente, no se agotan en el kirchnerismo. Sin embargo, han tenido diez años
de tregua y complacencia. Diez años, según ellos, de crecimiento a tasas
chinas, de soja redentora, de consumo y sociedad embelesada con
electrodomésticos y cuotas.
En
periodos mucho más chicos, otros países salieron de infiernos y se
reconstruyeron a sí mismos. Algunos ni siquiera están lejos. Es factible que un
buen ejercicio sea adentrarse en el cómo lo han hecho.
Esperar que el Ejecutivo del ininterrumpido saqueo se
autolimite es de necios e ingenuos. No hay tiempo para serlo. La idea de que se defiende
al poder político o al grupo Clarín y Héctor Magnetto esta establecida por el
mismísimo gobierno. Esa gesta generó fugas y desentendimientos. ¿Por qué
defender un multimedios? La pregunta sonó varias veces en las últimas horas, y
es desde todo punto de vista simplista y capciosa.
Esta en juego la libertad, pero también es cierto que
esa afirmación se torna para muchos incomprensible, abstracta. ¿De qué manera
formar conciencia?
En una de esas, es necesario no claudicar y revivir el espíritu del 8N, en
lugar de debatir si conviene o no salir tal día o tal otro.
De
algún modo, esas polémicas nos hacen ser semejantes a ellos: enredados en
almanaques inútiles cuando nunca se ha regresado, en un día y a una determinada
hora, a la coherencia y al respeto. Así
como la perseverancia es todo en la conquista de un éxito cualquiera, lo es
también en la conquista de la política, la moral y la ética.
Pienso,
de pronto, cuán burdo suena hacer esas menciones en este desorden de cosas. En
una de esas no hay que salir hoy o mañana sino seguir saliendo, pacíficamente,
hasta que entiendan que, amén de deberes, tenemos derechos. Es la puja por la dignidad, quien no
puede comprenderlo defenderá algún otro derecho que no es menor por cierto. Es lícito
combatir por seguir viendo TN, canal 13 o leer lo que pasa en Clarín.
Luego,
cuando la razón haya vuelto, habrá que dedicarse de lleno a pensar el país sin
limitarlo a un tipo cambiario, al turismo de un fin de semana largo, o al pago
del plasma sin intereses y con tarjeta de crédito…
En
definitiva, es probable que convenga “salirse” de ese sector al que todavía le
preocupa e interesa qué sucede con la política (porque tiene en su haber el
“privilegio” de poder y querer entender), y pelearla como un Boca-River. Al fin de cuentas, esa ha
sido la forma que utilizó la presidencia, y esta claro que hasta hoy ha ganado,
tristemente, todas las contiendas.
No es que el fin justifique los medios, pues es la
naturaleza de los fines la que determina la naturaleza de estos. Pero somos más
consecuentes con nuestro equipo de fútbol que con nuestro suelo. Y en este
caso, el fin es el regreso a la Argentina tal como alguna vez la concibieran
nuestros padres y abuelos.
Nada
más, nada menos…
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