El riesgo del populismo
No
lo sufre sólo Chávez. Es un tumor maligno que también ha hecho metástasis en la
economía de su país y en la de sus aliados, Ecuador, Bolivia y Nicaragua. ¡Pero
cuidado!, el fatídico mal amenaza con propagarse en otros países del
continente. Y Colombia no está a salvo, ya veremos por qué.
Me
refiero al populismo. Como bien lo afirma Mario Vargas Llosa, este retorna al
continente en su variante más cavernaria, la del estatismo comunista. Fieles a
la revolución cubana, cuyos visibles desastres han decidido ignorar, los
gobiernos de Chávez, Correa, Morales y Ortega obedecen a la misma cartilla
encaminada a perpetuarlos en el poder. En sus países no existe una real
separación de poderes, la empresa privada ha sido objeto de expropiaciones y
otras medidas coercitivas en nombre del llamado socialismo del siglo XXI y la
libertad de expresión vive bajo una constante amenaza. A tiempo que se lesiona
a las clases media y alta, los sectores marginales son captados electoralmente
con toda suerte de prebendas. De este modo se controla el poder, pese a los males
que genera este populismo asistencial: galopante inflación, creciente déficit
fiscal, escasez y una alarmante inseguridad.
Ahora
bien, esta nueva estrategia es más peligrosa que el castrismo. Castro, es
verdad, con su dogma de la lucha armada como único medio para llegar al poder,
nos dejó hace 50 años el desastre de las Farc y el Eln. Pero ha sido más efectiva la táctica
chavista de acceder al poder por la vía electoral aprovechando a la vez el
hechizo de las ofertas populistas y sobre todo el descrédito del mundo político
tradicional y la necesidad de buscar figuras que le sean ajenas
como garantía de cambio.
Este
fenómeno lo he visto muy de cerca recientemente en viajes realizados primero a
Venezuela, luego a Bolivia y finalmente a El Salvador, adonde acompañé al
expresidente Uribe. Lo extraño es que en estos países hay un profundo
desencanto en los sectores donde se alberga la opinión pública, pero el dinero,
la coacción oficial, los millonarios regalos de Chávez en vísperas electorales
logran que, gracias al voto de los marginales, el populismo se mantenga en el
poder. Y este mal tiene hoy proyecciones en Argentina, Guatemala e incluso
entre nosotros. Si no, veamos el caso Petro.
En
una apasionante charla, Miguel Gómez nos mostró a unos cuantos invitados suyos
los desastres del Alcalde en campos como la movilidad, la vivienda, los
servicios públicos, la seguridad o el manejo de las finanzas distritales. Sin
embargo, sus medidas populistas (agua, pico y placa, política de basuras,
descuento en las tarifas de TransMilenio, planes de vivienda, etc.) en vez de
disminuir sus opciones políticas las están fortaleciendo. Es la aplicación práctica del chavismo
en Bogotá.
Si
este nos pisa los talones en la capital de la República, no podemos olvidar que
puede hacer su aparición en las elecciones presidenciales. Lo primero que el
ciudadano común va a buscar en ellas es a alguien que luzca diferente al mundo
político tradicional. Esta búsqueda difícilmente puede favorecer la reelección
de Santos. Beneficiaría a Uribe si fuese candidato, pero no a la corriente
uribista si esta no aparece sustentada por una estructura política diáfana sin
nexos con los dueños regionales de votos. Así deberá ser su lista al Senado.
Por
lo pronto, las mayores opciones en una elección presidencial las seguirá
teniendo alguien que represente un real cambio, un outsider. Es, desde luego,
un salto al vacío, una apuesta a ciegas. No sabemos qué resultado puede dar.El
riesgo es que el populismo asome sus orejas con un candidato que cuente con los
brazos políticos de las Farc, su Marcha Patriótica, sus dineros y los de
Chávez, y por ahí le abramos la puerta al socialismo del siglo XXI.
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