Explicando la crisis europea
En
las finanzas personales cada familia tiene que equilibrar los gastos del mes
con los ingresos. Lo prudente es gastar menos de lo que uno gana y de esa forma
tener un ahorro. Hay periodos en los que uno gasta más de lo que uno gana, sea
por una cuestión de salud, la compra de un vehículo, un viaje de vacaciones, la
adquisición de una casa, etc. Hay dos formas de financiar estos gastos:
utilizándose los ahorros acumulados u obteniendo un préstamo. La familia que se
presta dinero para adquirir un vehículo o una casa, adquiere un activo que
puede vender para pagar el préstamo. En cambio la familia que se presta para
financiar gastos corrientes, aquellos del día a día, al final del mes ha
adquirido una deuda, pero no ha adquirido ningún activo que sirva para pagarla.
A
veces es necesario endeudarse para mantener los gastos del hogar, pero tales
situaciones no deben prolongarse por mucho tiempo porque a la larga la familia va
a tener deudas que no podrá cumplir.
Algo similar le sucede a Grecia.
Durante décadas, los diferentes gobiernos de este país vivieron por encima de
sus medios, gastando más de lo que recaudaban, incrementando el número de
funcionarios estatales, inflando la burocracia pública. Y todo esto se financió
con deuda. Pero llegó un momento en que los prestamistas, al ver que la
situación era insostenible, que Grecia era insolvente y que corrían el riesgo
de que no devuelva los préstamos, dejaron de prestarle. ¿Y qué puede hacer un
gobierno cuando ya no le quedan ahorros y nadie le quiere prestar dinero para
financiar los déficit fiscales? Pues a la fuerza tiene que gastar menos, tiene
que despedir personal, reducir salarios, reducir beneficios sociales, aumentar
impuestos hasta que los ingresos que el Estado recibe sean iguales o superiores
a sus gastos.
La crisis en Grecia, España,
Portugal e Italia no se inició hace uno o dos años. Sus causas provienen de
políticas fiscalmente irresponsables de gastar año tras año más de lo que
recaudaban. La austeridad requerida no es un capricho de los políticos de turno
ni una imposición del FMI o el BCE, es una imposición de la realidad económica.
De hecho los préstamos del FMI y el BCE lo que hacen es retardar o reducir la
magnitud de las medidas de austeridad necesarias para balancear ingresos y
gastos. Estos préstamos de ninguna manera resuelven la causa del problema, sólo
atenúan sus efectos, es como dar suministrar morfina a un enfermo terminal,
sólo quita el dolor, pero no lo cura.
Los préstamos del FMI y el BCE lo
único que hacen es comprar tiempo. Si durante ese tiempo, los países en crisis
toman las medidas estructurales adecuadas, pueden tener un periodo menos
traumático. Pero si no lo hacen, eventualmente la debacle les va a llegar y en
algún punto nadie, ni el FMI ni el BCE estará dispuesto a seguir prestándoles.
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