Los países menos corruptos
Una de las cosas que más me llamaron la atención
del ranking mundial de corrupción publicado la semana pasada por la
organización Transparencia Internacional es que Barbados, Chile y
Uruguay salieron prácticamente empatados con Estados Unidos entre los 20
países más honestos del mundo.
Aunque casi todos los titulares de las
noticias sobre el ranking de 174 países publicado el 5 de diciembre se
centraron en los países más corruptos del mundo, y de cada región, el
hecho de que esos tres países latinoamericanos y caribeños salieran bien
parados – al igual que lo hicieron el año pasado – en estos rankings
anuales pasó casi desapercibido.
Es un dato interesante, porque
contradice el estereotipo de que la corrupción forma parte del ADN de
los países latinoamericanos y caribeños, y de que nuestros países están
condenados a tener altos niveles de corrupción.
El Indice de
Percepción de la Corrupción 2012, que usa encuestas de opinión pública y
entrevistas a empresarios entre varias otras mediciones, va en orden de
los países menos corruptos a los más corruptos del mundo.
El
ranking está encabezado por Dinamarca, Finlandia y Nueva Zelanda
(empatados en el primer puesto), seguidos por Suecia (4º), Singapur (5º)
y Suiza (6º). Entre los 20 países menos corruptos del mundo también
figuran Alemania (13), Barbados (15), el Reino Unido (17) y Estados
Unidos (19), seguidos por Chile y Uruguay (empatados en el puesto 20).
Inversamente,
dos tercios de los países latinoamericanos aparece en la segunda mitad
de la lista. Venezuela y Haití se cuentan entre los países más corruptos
del mundo, empatados en el puesto numero 165 con Chad, Burundi, Guinea
Ecuatorial y Zimbabue.
Otros países de la región que salieron mal
parados en el ranking son Paraguay (150), Honduras (133), Nicaragua
(130), Ecuador (118), México y Bolivia (empatados en el puesto 105) y
Argentina (102).
¿Por qué Barbados, Chile y Uruguay son menos
corruptos que otros países de la región?, le pregunté a Alejandro Salas,
director de la Oficina Latinoamericana de Transparencia Internacional.
Salas
me dijo que se debe principalmente a que esas democracias tienen una
división de poderes y sistemas de contrapesos que funcionan, con ramas
judiciales y legislativas sólidas e independientes, y libertad de
prensa.
“No es ninguna fórmula mágica, sino permitir que la
democracia funcione”, me dijo Salas. “Por eso hay un contraste tan
fuerte entre esos tres países y Venezuela, donde pasa todo lo
contrario”.
Hay razones para ser optimista, dijo Salas. Brasil
(puesto 69), el país más grande de la región, ha adoptado recientemente
drásticas medidas para combatir la corrupción, que seguramente se
reflejarán en el ranking en los próximos años, dijo.
A principios
de este año, Brasil puso en vigor una ley de transparencia para abrir
legajos públicos a los ciudadanos, así como otra ley de “ficha limpia"
que prohíbe a las personas con antecedentes criminales presentarse como
candidatos a los cargos públicos.
Además, en los últimos meses,
la presidenta Dilma Rousseff despidió a más de media docena de sus
ministros debido a acusaciones de corrupción o a sospechas de conductas
corruptas.
Y tal vez más importante aún, el mes pasado la Corte
Suprema de Brasil sentenció a José Dirceu -el poderoso ex jefe de
gabinete del presidente Luiz Inacio Lula da Silva, y una de las figuras
más influyentes del partido gobernante- a diez años de cárcel, en un
escándalo sobre sobornos del gobierno a los legisladores.
Mi
opinión: el hecho de que Barbados, Chile y Uruguay y Bahamas figuren
todos los años entre los países menos corruptos del mundo demuestra que
-contrariamente a quienes afirman que el clima tropical, la herencia
hispana u otros factores culturales son la causa de altos niveles de
corrupción en la región- Latinoamérica no está biológicamente condenada a
tener altos niveles de corrupción.
Los países corruptos son casi
siempre el resultado de gobiernos corruptos. Estos últimos, al robar con
impunidad, crean en la sociedad un clima de “vale todo”, en que la
gente termina diciendo: “Si lo hace todo el mundo, por qué no lo voy a
hacer yo?”. Los gobiernos de Venezuela, Ecuador y Argentina son buenos
ejemplos de esto (y, se podría agregar, lo han sido desde hace tiempo).
Pero
como se ha demostrado en Hong Kong y en otras partes, la corrupción
puede combatirse con eficaces sistemas de pesos y contrapesos, un poder
judicial independiente y medidas para reducir la burocracia. Está
probado que cuanto mas inspectores de gobierno hay, más oportunidades
hay para la extorsión y el soborno.
Si las últimas medidas
adoptadas por Brasil se reflejan en el ranking del año que viene, como
probablemente ocurra, el país más grande de la región demostrará que la
corrupción sí puede combatirse, y que Barbados, Chile y Uruguay no son
islas de honestidad en un continente irremediablemente corrupto.
- 28 de diciembre, 2009
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