Volver a la tierra, a casa y a uno mismo
El Colombiano, Medellín
"Si
yo no hubiera tenido 100 por ciento fe que me podía volver, no me hubiera ido.
Yo no fui para no volver a casa", Eugene A. Cernan,
astronauta y Comandante de la misión Apolo 17.
Mañana
se cumplen 40 años del alunizaje en el cráter Littrow, en la frontera entre el
Mar de la Serenidad y el Mar de la Tranquilidad, el módulo Challenger de la
misión Apolo 17, una de las más serenas y exitosas misiones lunares, y también
la última que puso un terrícola en nuestro satélite.
Pisar la Luna, privilegio que sólo doce personas han tenido, debe ser
fascinante, pero la cita del Comandante Cernan nos recuerda la importancia de
poder regresar a la Tierra.
Pero
volver a la tierra también es volver al hogar, ese que muchas veces como al
planeta solo le reconocemos su valor y belleza cuando estamos lejos de él.
"Usted mira la belleza de nuestra tierra, no cayendo sin rumbo por el
espacio, sino moviéndose lógicamente, perfectamente y con un propósito y usted
tiene un sentimiento especial por su importancia, porque es el hogar”.
Comandante Cernan.
Por
eso deberíamos aprovechar el tiempo de Navidad, que más que regalos es el momento
de celebrar que Dios mandó a su hijo por un tiempo en misión a un pequeñísimo
planeta para que su gente fuese mejor, para revalorar nuestro hogar, para
recordar que nuestra casa debe ser nuestro Mare Serenitatis y Mare
Tranquillitatis en donde encontramos el sosiego y el apoyo de nuestros
hijos, padres o compañeros, para salir todos los días con la fuerza y felicidad
suficientes para afrontar la caminata diaria por un paisaje a veces más
desértico que el lunar.
Nuestra
casa es nuestro puerto y se merece lo mejor de nosotros, no importa cuánta área
tenga ni a cómo pagamos su metro cuadrado, pues el valor del hogar no lo
establece el ritmo del mercado inmobiliario sino el valor del corazón de
quienes lo habitan.
Y
también volver a la tierra es volver a nosotros mismos, ese a quien poco
visitamos y hasta huimos de él conectándonos a radios, televisores,
computadoras, tabletas, teléfonos y cuanto artefacto nos encontramos para
evitar el silencio, que no es más que el sonido que identifica que estamos solo
con nosotros mismos. Regresar a nosotros, así sea una corta visita diaria, es
la oportunidad de reencontrar el camino, de corregir el rumbo que fácilmente
nos hace perder el bullicio y la preocupación por lo que los noticieros nos
dicen que es importante, sin serlo.
Volver
a nosotros, a pesar de lo atemorizante que sea, es la alternativa que tenemos
para revisar planes de vuelo y desechar las misiones equivocadas, como vivir
solamente para conseguir dinero, que aunque necesario es como ese planeta que
pensamos que era nuestro destino final, pero una vez en él sabemos que solo es
una escala técnica en un viaje más largo e importante.
Aprovechemos
la Navidad para regresar a la tierra, a nuestra casa y a nosotros mismos, para
celebrar las misiones exitosas de este año, para reparar la nave y mejorar lo
que deba mejorarse, pero sobre todo, para emprender las misiones que vienen.
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