El gran surtidor norteamericano
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ha prometido reactivar
la economía de su país con un impulso de las exportaciones. Pero aparte
de los miles de millones de dólares nuevos recién impresos por la
Reserva Federal, no está claro qué tiene en mente el mandatario.
La oportunidad de exportación obvia en el horizonte estadounidense
son los hidrocarburos: petróleo, gas y carbón. Pero los beneficios
económicos de la competitividad de EE.UU. en materia de energía no han
sido obvios para el gobierno actual.
Desde que se convirtió en presidente, Obama ha tratado la producción
de hidrocarburos como una enfermedad infecciosa que se debe erradicar.
Su gobierno tuvo que encargar un estudio para enterarse de que, tal como
anunció la semana pasada, permitir a empresas estadounidenses exportar
gas natural licuado sería beneficioso para la economía del país. Aún
así, el Departamento de Energía dice que no puede tomar "decisiones
finales" sobre las solicitudes de exportación hasta que no escuche las
opiniones de quienes se oponen. Y después hablan de los derechos de
propiedad.
Si Obama es serio sobre el tema de las exportaciones, necesita
olvidarse de las ideas trasnochadas sobre energía, que datan de los años
70. En un reciente ensayo titulado Unleashing the North American Energy Colossus
(algo así como Desencadenando el coloso de la energía en América del
Norte), Mark Mills, un académico del Manhattan Institute, describe el
continente como "un terreno repleto de recursos de hidrocarburos… más de
cuatro veces los recursos existentes en Oriente Medio".
Para aprovechar dicha riqueza, Washington debe deshacerse del status quo
regulatorio que se basa en "la idea de escasez y dependencia de las
importaciones", escribe Mills. "Es necesaria una reversión completa del
pensamiento para reorientar a América del Norte alrededor de la
abundancia –y exportación— de hidrocarburos.
Entre los productores de gas y crudo del mundo, EE.UU. es el que
crece con mayor rapidez. Aunque el incremento de la demanda de energía
en el país se está desacelerando, el declive es compensado por un
aumento de la demanda global. Si la capacidad total de producción de
hidrocarburos de América del Norte aumenta en apenas 3% al año durante
las próximas dos décadas, Mills dice que el continente se convertirá en
el mayor proveedor para los mercados mundiales en crecimiento.
La producción de Canadá también se está expandiendo, gracias a
políticas inteligentes del gobierno. En la estrategia de crecimiento del
país, el primer ministro Stephen Harper ha hecho del desarrollo de
recursos una prioridad. Si el gobierno del presidente Obama sigue
negando el permiso para el oleoducto Keystone XL, de TransCanada,
hacia las refinerías estadounidenses, Harper ha asegurado que el
producto canadiense será vendido en otras partes. El canadiense también
ha advertido a los medioambientalistas estadounidenses que no les
permitirá tratar a Canadá como un parque nacional donde el desarrollo
está prohibido.
En un simposio la semana pasada en el Manhattan
Institute, el cónsul general de Canadá en Nueva York, John Prato, citó
estimaciones de la provincia de Alberta de 175.000 millones de barriles
de crudo recuperable en sus arenas petrolíferas. El diplomático también
anotó que la exploración de gas natural está ahora emigrando a lugares
sorprendentes como New Brunswick, en Canadá, donde el productor de gas
Southwest Energy posee 1,1 millones de hectáreas de terreno sin
desarrollar.
El documento de Mills señala que el gobierno de Jimmy Carter impuso
restricciones sobre el uso de gas natural porque creía que había pocas
existencias. Las abundantes reservas de petróleo y gas de hoy son
producto de la tecnología, no de la geología, añade, lo que explica por
qué son revolucionarias. "La tecnología libera recursos, la riqueza en
recursos crea capital, y este capital es reinvertido en nueva tecnología
que a su vez libera más recursos", explica Mills. Precios fijados por
el mercado y la habilidad de los inversionistas para responder a la
oferta y la demanda son cruciales en este proceso.
También puede que se esté fraguando una revolución mexicana en el
sector energético. Geológicamente es probable que el país tenga reservas
similares a las de sus vecinos norteamericanos. Pero corre el riesgo de
quedarse rezagado debido al nacionalismo que rige los recursos,
consagrado en la Constitución y que impide la inversión privada. Sin una
abundancia de energía barata, México tendrá mayor dificultad para
competir en manufactura con sus vecinos del NAFTA.
La petrolera estatal Pemex no tiene los recursos para realizar
perforaciones de reservas de esquisto. Una solución sería la apertura de
yacimientos de gas de esquisto a perforadores privados. Aunque la
necesidad de una enmienda constitucional es una barrera, el economista
mexicano Luis de la Calle argumenta que la resistencia al cambio puede
ser superada si se trata la exploración de yacimientos de esquisto como
minería, sector en el que se permite la inversión privada. "La clave
reside en el establecimiento de un mercado que provea las señales de
precios necesarias para garantizar la disponibilidad de gas natural en
todo el país en los mismos términos (precio, volumen, constancia,
duración de contratos) que en Texas", escribió de la Calle en el diario El Universal, de México.
Tres democracias, sentadas sobre vastos recursos, tienen sus propias
ventajas comparativas para ofrecer un mercado continental integrado que
podría ser líder en el mundo. Un mayor suministro de energía en América
del Norte implica millones de nuevos empleos, ingresos tributarios más
altos, suficiente energía para operaciones fabriles en el continente y
el fin de la dependencia de productores hostiles como Venezuela. Pero
para alcanzar un potencial óptimo, los inversionistas necesitan la
libertad de explorar, explotar y refinar hidrocarburos y mover la
producción en cada etapa del proceso a través del continente. En otras
palabras, los gobiernos deben quitarse del camino.
- 28 de diciembre, 2009
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