De las masacres escolares en EE.UU.
"De todas las fechorías cometidas por el imperio británico en la
India, la historia verá la de privar a toda una nación de las armas como
la peor", Gandhi en Gandhi, una autobiografía.
"No debemos olvidar que una de las chispas que encendieron la
Revolución Americana fue la pretensión de la Corona británica de
desarmar al pueblo americano", Patrick Henry (1736-1799).
El pasado 14 de diciembre pasará a los anales de las masacres
escolares que Estados Unidos nunca olvidará. Adam Lanza, un joven de 20
años, irrumpió poco antes de las 9 de la mañana en la escuela de Sandy
Hook en la localidad de Newtown, en el estado de Connecticut, y acabó
asesinando a 20 niños y 6 adultos tras haber previamente matado a su
madre.
Las Gun Free Zones
Esta tragedia no hizo sino, lógicamente, reabrir el debate de por qué
se producen en primer lugar estos terribles hechos, parece que en EEUU
con mayor asiduidad que en otros lugares (más adelante analizo esto).
Examinemos objetivamente la cuestión. Realmente, el estado de
Connecticut es uno de los estados norteamericanos con más restricciones a la posesión de armas
y está en la línea legal del estado de Nueva York, lo cual encaja con
su posición geográfica en el nordeste del mapa estadounidense (con la
excepción de California, ahí se concentran las mayores prohibiciones
legales a la tenencia de armas en este país). Además de esto, hay que
tener en cuenta que en virtud del Gun Free School Zones Act
de 1990 que aprobó George Bush padre, está totalmente prohibido ir
armado en todos los colegios, institutos y universidades y sus zonas
aledañas en todo el territorio nacional de EEUU. Recordemos que las
masacres de Virgina Tech en 2007 y Columbine en 1999 se produjeron
también en zonas donde la ley no permitía la posesión de armas.
Desde 1990, puede verse en algunas zonas escolares carteles que señalan que es una Gun Free Zone o
‘Zona Libre de Armas’. Para un criminal –y cualquier otro- esto
obviamente significa que en esa zona las personas están desarmadas, es
decir, se hallan más vulnerables que en otras áreas donde no rige esa
ley de la era Bush. Por eso desde los 90 no ha dejado de haber voces que
señalan que las zonas libres de armas en EEUU son trampas mortales para
sus hijos. De hecho, cuando nos vemos asaltados por un criminal, ¿qué
es lo primero que intentamos hacer? Llamar a la policía para que las personas que sí están armadas nos protejan.
Imaginemos que, en su lugar, hubiera un cartel donde dijera por ejemplo
‘Personal escolar armado preparado para defender a los escolares’. En
realidad no tenemos que imaginar mucho, pues precisamente tras la
tragedia de Sandy Hook hubo una respuesta inmediata en el distrito
escolar de Harrold en Texas: desde ahora se permite a los profesores y
maestros ir armados para proteger a sus estudiantes. Uno pensará que la
solución rápida y realmente eficaz es prohibir a todos las armas. Qué
mejor que nadie lleve, y así nadie necesitará defenderse. El problema es
que la ley la cumplen los inocentes, no los criminales. El
propio Adam Lanza, asesino en Sandy Hook, se hizo ilegalmente con el
arma que empleó, lo cual no es inhabitual incluso en EEUU. Los
criminales se caracterizan por saltarse la ley, los inocentes por
cumplirla. El propio director de la escuela de Connecticut murió porque
no tenía con qué defenderse de Lanza, porque como inocente cumplió la
ley antiarmas.
No deja de ser llamativo que los americanos protejan sus bancos,
aeropuertos, el Congreso y la Casa Blanca, estadios deportivos… no
sólo con agentes armados sino permitiendo que los inocentes vayan
armados. Tras los atentados del 11-S, existen programas para entrenar a
pilotos armados para protegerse a sí mismos y a su tripulación. Sin
embargo, cuando hablamos de los más inocentes y vulnerables, los niños, se desarma por ley a sus adultos. Preguntémonos por qué parecen las zonas escolares el lugar favorito de los criminales en EEUU.
El uso defensivo de las armas
En los debates públicos que inevitablemente surgen ante estas
tragedias suelen eludirse los usos y aplicaciones que tiene o puede
tener un arma; aparte de fines recreativos y caza, las armas pueden
tener en lógica dos potenciales usos: bien agresivo, bien defensivo. En
el mismo EEUU, la posibilidad de poseer un arma ha prevenido y evitado
de forma documentada importantes masacres. Dado que sería interminable
la lista de estos casos, he aquí sólo algunos:
- Es el caso del instituto Pearl en Mississippi en 1997, donde
tras asesinar a dos estudiantes con un arma, el asesino fue abatido por
el ayudante del director (armado porque oficialmente era personal del
ejército), evitando una masacre mayor. - En 1999 en Santa Clara, California, el empleado de una tienda de
armas consiguió abatir a un asesino que llegó gritando que iba acabar
con todos los allí presentes, y en cuyo coche se encontró posteriormente
una lista de personas que quería matar. - En 2007, una masacre se cernía sobre una iglesia en Colorado Springs; gracias a la acción de un miembro armado de la congregación, se redujo al criminal.
- En 1991 en Aniston, Alabama, un cliente armado en una cafetería y
escondido bajo una mesa consiguió frenar a dos asesinos dispuestos a
acabar con toda persona que encontraran. - En 2009, en Virginia, un asesino dispuesto a todo en el Golden Food Market fue abatido por una persona armada.
He aquí
una recopilación, si no de todas, sí de la mayoría de casos en EEUU
sólo entre abril de 2000 y agosto de 2002, y que los medios apenas
mencionan, en los que la posesión de armas por los inocentes evitó
crímenes e incluso grandes masacres. Según un estudio
de mediados de los 90 de criminólogos de la Universidad de Florida, en
EEUU se emplea cada 13 segundos un arma con fines defensivos. En dicho
estudio nacional, un 15,7% de entrevistados consideró que con su arma
defensiva previnieron ‘casi con total certeza’ una o más muertes, y un
14,2% consideró que previnieron ‘con probabilidad’ una o más muertes. La
disyuntiva no parece entonces si todos los civiles pueden armarse o no,
sino si los inocentes pueden armarse o no. Desarmándoles, se marginan los usos defensivos de las armas.
Por suerte o desgracia, y no deja de ser lógico, las masacres
evitadas no suelen tener la difusión mediática que tienen las
lamentablemente consumadas. Aunque muchos asumen con todo su supuesto
sentido común que la limitación de armas entre la población reduce la
criminalidad y agresiones, la cuestión probablemente no sea tan simple.
Por ejemplo, entre 2006 y 2011 la venta de armas en el estado de
Virginia aumentó nada menos que un 74%. Ese mismo período en ese mismo
estado coincidió con una reducción del 24% de crímenes con armas: los
sucesos con armas de por medio pasaron de 23.431 en 2006 a 18.191 en
2011 en Virginia. Thomas Baker, profesor de criminología de la
Universidad de Virginia, asegura que más ciudadanos armados no significa
más crímenes o violencia.
¿Todos los políticos que abogan por un severo control de armas, como
el alcalde de Nueva York, prescindirían por completo de su servicio
armado de guardias y guardaespaldas si tal medida entrara en vigor, dado
que según su creencia así no habría ningún criminal armado?
Y aunque suene de Perogrullo, no debemos olvidar que quienes agreden y asesinan son las personas, no los objetos. Pocos días después de la masacre de Connecticut, nos llegaba de China la noticia
–muchísimo menos difundida; cosas de la limitación de información desde
este país- de que una persona había atacado y agredido a nada menos que
22 niños y 1 adulto a cuchillazos. Armado con un cuchillo, en mayo de
2010 un hombre mató a 7 niños y dos adultos en la provincia china de
Shaanxi. Un mes antes, otro hombre con la misma arma acuchilló a 28
estudiantes en la región china de Jiangsu, y otro hizo lo mismo con 16
estudiantes de primaria en otra zona del país. Ello coincidió con una
diferencia de días con un asesino que atropelló masivamente a niños con
un todoterreno hammer para luego autoinmolarse. Como vemos, los
episodios de asesinatos de escolares son en China trágicamente
recurrentes, y sin embargo sólo parecemos conocer los que vienen de
EEUU. En cualquiera de los casos, quienes mataban no eran los
todoterrenos o los cuchillos, sino las personas.
El propio derecho al uso defensivo de las armas es por ejemplo
esgrimido por el gran pacifista Mahatma Gandhi en múltiples textos suyos
como "Entre la cobardía y la violencia", "La doctrina de la espada" o
su "Autobiografía". Así, decía: "prefiero una India que resista con las
armas para defender su honor a que permanezca cobarde como testigo
impotente de su propia deshonra", o "cuando la violencia aparece como
autodefensa o en defensa de los desvalidos, ésta es un acto de valor
mucho mayor que la cobarde sumisión", o "la autodefensa es el único
curso honorable si no estamos dispuestos a la autoinmolación".
Suiza, Australia y las estadísticas mundiales
Paradigmático es el caso de Suiza. El país alpino tiene una de las
poblaciones civiles más armadas del mundo; en un país con cerca de 6
millones de habitantes hay más de 2 millones de armas entre los civiles.
Tanto es así que la cultura de las armas, plasmada en su célebre
Competición Anual de Puntería, está fuertemente ligada a Suiza. Como
afirma el sociólogo de la Universidad de Zurich Mark Eisenecker,
aumentar el control de armas no es algo que nadie se plantee en Suiza.
De hecho, apenas hay limitación a la posesión de armas en los edificios
públicos suizos y los políticos no suelen llevar escoltas porque van
ellos mismos armados. Lo relevante de todo esto es que Suiza es uno de
los países más pacíficos del mundo y con menores índices de criminalidad
y violencia. En el propio contexto internacional, Suiza es popular por
ser un país militarmente neutral, pacífico y no alineado.
Siguiendo aquel supuesto sentido común de que limitar la posesión de
armas reduce los crímenes, resulta ineludible tomar el caso de
Australia. En 1996, tras la masacre australiana de Port Arthur, todos
los políticos se pusieron de acuerdo en decretar una severa prohibición a
la posesión de armas. Una ley que pasó por destruir 640.381 armas
personales con un coste nada despreciable de 500 millones de dólares
para los contribuyentes. ¿Y qué sucedió? Con los datos en la mano,
12 meses después de entrar en vigor esta ley los homicidios aumentaron
un 3,2%, los asaltos a la propiedad privada un 8,6%, y los robos con
armas un escalofriante 44%. Sólo los homicidios con armas habían
aumentado en el estado australiano de Victoria un dramático 300% en ese
año. Lo más irónico del asunto es que hubo una marcha atrás en la
tendencia de los 20 años precedentes de reducción la criminalidad
australiana. ¿Qué sucedió? Varias cosas. En primer lugar, los criminales sabían perfectamente que se había desarmado a la población civil:
no serían respondidos por sus víctimas en caso de ser atacadas. Y dado
que el gobierno australiano había pasado a la ilegalidad la posesión y
el comercio de armas, floreció un importante mercado negro dirigido
ahora no por tenderos y empresarios bajo el imperio de la ley sino por
quien sabe mejor salirse de la ley: los criminales. Por eso, entre 1997 y
1999, el 90% de homicidios con armas de fuego fue con armas ilegales. Igual que sucede con las drogas o en su día con el alcohol, cuando el gobierno ilegaliza un bien,
éste pasa a quedar fuera de control legal (lo que en el alcohol y las
drogas significó y significa sustancias más peligrosas) y su producción y
distribución pasa de personas pacíficas en un mercado libre a los expertos en saltarse la ley (los criminales) en un mercado negro.
Aparte de Australia, podemos también tomar el caso histórico de Reino
Unido, que pasó en 1997 de un régimen bastante abierto de posesión de
armas a uno severamente restrictivo. Y no sucedió algo distinto de
Australia: los índices de criminalidad aumentaron. Tanto que se estima
que en 2007 había el cuádruple de asesinatos y agresiones con armas que
diez años antes en Reino Unido. A decir verdad, si uno se acerca a los
principales criminólogos, historiadores y economistas analistas de los
controles de armas a lo largo de las épocas y regiones, como John Lott,
Bill Landes, Gary Kleck, James Wright, Peter Rossi, Taylor Buckner,
David Kopel, Don Kates, Gary Mauser, Colin Greenwood o Joyce Malcolm la conclusión constante que encontraremos es que los estrictos controles de armas son ampliamente inefectivos
–aunque en algunos casos se reducen ciertos tipos de crímenes, siempre
hay otros que aumentan casi tanto o más-. Algunos de ellos, inicialmente
favorables al control de armas, cambiaron honestamente de
opinión abrumados por sus conclusiones científicas. Por ejemplo, en un
pormenorizado estudio de John Lott y Bill Landes que pretendía analizar
el impacto de la liberalización en la posesión de determinadas armas de
fuego en los diversos estados norteamericanos de 1977 a 1999, se halló
que en promedio esta medida había reducido un 78% los crímenes en áreas
públicas con víctimas múltiples. A quien le fascinen los estudios
estadísticos, en este campo es una referencia la obra "More Guns, Less Crime. Understanding Crime and Gun Control Laws"
de John Lott, un prolijo estudio estadístico sobre criminalidad y
controles de armas de 1977 a 2005 en EEUU estado por estado e incluso
condado por condado.
Si tomamos los datos a nivel mundial,
a pesar de que EEUU es muy de lejos el país con mayor posesión de armas
per cápita (un 88% de ciudadanos, mientras el siguiente país tiene un
54%), hay muchos países por delante en tasas de criminalidad y
violencia. Es el caso de México, Sudáfrica, Honduras, El Salvador,
Jamaica, Argentina… Por ejemplo, Colombia tiene 10 veces más
homicidios con armas per cápita que EEUU, y Venezuela hasta 15 veces
más. Sudáfrica tiene una tasa unas 7 veces inferior de posesión de armas
per cápita que EEUU, y sin embargo tiene el quíntuple de tasa de
homicidios con armas per cápita. Por qué sin embargo suele creerse que
EEUU tiene un récord que está lejos de tener en tasa de criminalidad
puede bien deberse a que todos los hechos que allí suceden tienen una difusión mundial muy superior
a cualquier otro país del mundo. Un crimen en Los Ángeles, por suerte o
desgracia, tiene un muy superior impacto mundial que uno en San
Petersburgo o Bogotá. Aparte de Suiza, también encontramos otras
poblaciones con alto nivel de posesión de armas y bajos índices de
criminalidad: son los casos por ejemplo de Nueva Zelanda y Finlandia.
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