Japón gira a la derecha
(Puede verse también Japón y el 'efecto' chino por Alvaro Vargas Llosa)
El Partido Liberal Democrático (PLD) del Japón -con su
visión política de corte centrista- comandado hoy por el ex primer
ministro Shinzo Abe, de 58 años, acaba de recuperar el timón del poder
en Japón, desplazando del gobierno al Partido Democrático (PD), la
agrupación de centro-izquierda.
Recupera así el poder que detentara por muchos años.
Desde 1995 al 2009, con apenas 11 meses de interrupción. Deja entonces
de ser oposición, para regresar al gobierno. Aliado con los budistas del
Nuevo Komeito, controlará cómodamente el parlamento, con más de dos
tercios de los votos. El PLD obtuvo 300 de las 480 bancas en juego. Las
últimas elecciones fueron, para el PD, una verdadera tragedia, desde que
perdió unas sesenta bancas, obteniendo apenas un quinto de los votos
que había logrado en el 2009.
El triunfo del PLD podría significar el regreso del
Japón a la estabilidad política. Sería sano, atento a que Shinzo Abe es
nada menos que el séptimo premier que asume en los últimos seis años.
El reciente triunfo del PLD se estructuró, cabe
señalar, sobre una agenda de corte nacionalista y de mayor acercamiento a
los Estados Unidos, en momentos en que las tensiones con China -por
reclamos marítimos y territoriales- han aumentado sensiblemente. Muy
particularmente en torno a las solitarias islas que Japón tiene bajo su
jurisdicción y llama: Senkaku, mientras que China, que reclama soberanía
sobre ellas, las denomina Diaoyu. Para hacer las cosas más complejas,
en torno a ellas podría haber importantes yacimientos de hidrocarburos.
Allí acaba de producirse, hace pocos días, la primera violación china
del espacio aéreo japonés que se registra desde 1958, lo que evidencia
la altísima sensibilidad que este tema parece haber adquirido.
Abe tendrá una tarea difícil. No sólo en política
exterior. En casi todos los frentes. La economía japonesa sigue en
recesión. En los últimos cinco años se ha contraído un 7%. La deuda
pública acumulada es de casi dos veces el PBI. El déficit fiscal es
peligroso. El yen está sobrevaluado, afectando la competitividad de la
industria japonesa. La deflación -que apaga el entusiasmo de los
empresarios- será atacada por Abe, a estar a sus anuncios, con un
vigoroso plan de obras de infraestructura que apuntan a modernizarla y
hacerla fuerte frente a los desastres naturales a los que Japón está
particularmente expuesto. Por el momento la sociedad japonesa parece
haberse detenido en el tiempo, lo que siempre es retroceder. De allí la
preferencia por Abe, que debe interpretarse como deseo mayoritario de
quebrar el inmovilismo.
Abe, miembro de una familia de la tradicional
Yamaguchi, es hijo y nieto de políticos de primera fila. No sólo tiene
sangre azul, sino que personalmente es carismático. Deberá evitar los
errores cometidos cuando, hace cinco años, debiera renunciar, forzado
por las circunstancias. Pero por sobre todas las cosas deberá actuar con
decisión.
Porque esta vez no puede descuidar la economía. Según
sus anuncios, tratará de impulsar el crecimiento desde el Banco Central,
abriendo el grifo monetario, lo que supone asumir riesgos. Ocurre que
la tercera economía del mundo puede así ponerse en marcha o caer en el
caos fiscal. Pero tiene que salir del inmovilismo que mantiene a Japón
en la frustración. Por esto Abe propone hacer obra pública,
financiándola desde el Banco Central. El riesgo es aumentar una deuda
ya enorme y profundizar un déficit fiscal intranquilizante. Complicado.
El nuevo premier apunta también a tratar de reformar la
Constitución pacifista del Japón, que fuera consecuencia de su derrota
en la Segunda Guerra Mundial, de manera de tener una presencia militar
propia más importante en momentos en que la conflictividad regional ha
aumentado notoriamente. Seguramente desde Beijing y Seúl se seguirá este
intento con muy particular interés. Porque hay una historia ciertamente
dura entre ambos países y el Japón, con todos los resentimientos de
ella derivados. Pese al tiempo transcurrido, aún no han sido superados.
En su segundo intento Abe podría seguir la filosofía de
Angela Merkel; la de avanzar paso a paso, con cautela, sin acelerar
demasiado cuando el escenario del mundo está lleno de fragilidad. Para
no repetir los errores del pasado, ni empantanarse en un presente
desbordado por cambios acelerados de dirección; o enfrentarse
innecesariamente con otros actores de la propia región, hoy también
encendidos por factores nacionalistas. Lo cierto es que no tiene
demasiado espacio para la timidez en la acción, porque la ansiedad
social parece grande.
Su salud sigue siendo una preocupación. Aparentemente
Abe habría logrado controlarla, de modo de no quebrarse en
circunstancias de alto nerviosismo, como sucediera la vez anterior. Esas
circunstancias, de tensión, no son sino normales en un mundo en plena
transición y lleno aún de interrogantes, como es el actual. Quien vive
en la política debiera saberlo.
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