Argentina: fin de año con saqueos

El Imparcial, Madrid

Diciembre
de 2012 es una fecha que quedará para siempre grabada en la memoria de los
argentinos. Entre los hechos, algunos de ellos luctuosos, que ocurrieron
durante esos días, los saqueos perpetrados contra supermercados y tiendas de
electrodomésticos revelaron en particular los alcances morales de lo que fue
sin duda la peor crisis económica de nuestra historia.

En
otro contexto y con un gobierno firme, los saqueos producidos durante la semana
pasada en el Gran Buenos Aires y otros centros urbanos fueron por tanto una
suerte de déjà vu que parece haber tomado a todos por sorpresa,
empezando por nuestra presidenta quien, en medio de la indignación colectiva
por esas imágenes de vandalismo que irrumpían de los televisores, no encontró
mejor camino que refugiarse en su paraíso de El Calafate, sin decir esta boca
es mía e ignorando una realidad que el gobierno se empeña en negar,
posiblemente porque disloca la trama del relato oficial: el que nos habla de
ese país de maravillas donde una inflación desbocada (que se pronostica en un
28 % anual para el 2013) y el crecimiento de la pobreza y del delito en todas
sus formas son sólo “sensaciones” equivocadas de una población que se deja
llevar por las mentiras de los medios no afines al “modelo”.

Aunque
más no fuera como mensaje navideño, era de esperar que nuestra primera
mandataria, que hace uso y abuso de la cadena nacional para enseñarnos los
menores logros de su gestión, llevara unas palabras de paz y de tranquilidad a
los ciudadanos en lugar de hacerse oír por sus voceros que apenas si cuentan
con algo de credibilidad. Optó por el silencio. Quizá, como escribió Joaquín
Morales Solá, porque “no sabe convivir con la adversidad” y porque prefiere
“estar rodeada sólo por leales mensajeros de buenas noticias”. Ya encontrará
Cristina algún culpable que exima de toda responsabilidad al gobierno. Lo que
no encontrará, seguramente, es la manera de evitar que los conflictos terminen
detonando en sus propias manos.