Impuestos y gasto público
Hay un debate entre economistas acerca de la relación entre los
impuestos y el gasto público. Milton Friedman creía en “matar de hambre a
la bestia”, él explicaba: “¿Cómo controlar el crecimiento del Estado?
Creo que solo hay una manera: De la misma manera en que se controla a
los niños despilfarradores, reduciéndoles su mesada. Para los estados,
esto significa recortar los impuestos”. Por otro lado, James Buchanan
desarrolló la teoría de la “ilusión fiscal”, teoría que luego el
exasesor económico de Ronald Reagan, William Niskanen, respaldaría con
datos que van desde 1980 hasta 2005. Para Buchanan, los recortes de
impuestos que no son acompañados de reducciones en el gasto público
disminuyen el costo percibido por los votantes del gasto público y, como
resultado, los votantes demandan más gasto.
La “ilusión fiscal”
es la idea de que los votantes reciben la misma cantidad de o incluso
mayores servicios públicos a cambio de nada (o de menores pagos en
impuestos). Esto es muy atractivo para políticos que operan en un
sistema en que el Estado no tiene límites efectivos a su capacidad de
endeudarse. Es sencillo aumentar el gasto público cuando uno puede
transferir el costo real de ese gasto a futuras generaciones que tendrán
que pagar el endeudamiento.
Durante la última década EE. UU.
tuvo una experiencia aleccionadora con los recortes de impuestos de G.W.
Bush. El Mercatus Center acaba de publicar un estudio que confirmaría
la hipótesis de la ilusión fiscal. El estudio asevera que “El problema
más significativo de los recortes de impuestos de Bush fue que no fueron
acompañados de equivalentes recortes del gasto. De hecho, Washington se
embarcó en un tren de gasto histórico: de 2001 a 2009, las erogaciones
federales aumentaron 7 puntos porcentuales, de 18,2 a 25,2 por ciento
del PIB. Este fue el incremento más grande en cualquier periodo de 8
años desde la Segunda Guerra Mundial”.
Los autores del estudio
concluyen: “reducir impuestos es la parte fácil de una reforma fiscal:
Un recorte de impuestos le permite a los políticos darle a la gente lo
que quiere mientras que aparentan estar controlando el tamaño del
Estado. La parte más difícil –pero no menos importante– es realmente
controlar el tamaño del Estado reduciendo su gasto”.
Ecuador
venía reduciendo la pobreza a un paso más acelerado entre 2001 y 2006
cuando el gasto del Estado (SPNF) oscilaba entre el 23% y 25% del PIB,
que entre 2007 y 2011 cuando el gasto del Estado pasó de 27,6% a 48,8
del PIB. Este crecimiento del Estado ecuatoriano también se ve reflejado
en la proliferación de organismos públicos: desde 2007 se han creado 13
ministerios y 6 oficinas del Ejecutivo. El gasto en sueldos de la
burocracia se duplicó entre 2007 y 2011.
Esto indica que hay
mucho gasto que se podría cortar y que hacerlo podría resultar eficiente
como mecanismo para reducir la pobreza. Recortar impuestos sin proponer
reformas que eliminen importantes rubros del gasto público podría dejar
la puerta abierta a que nuestra clase política siga incrementando el
peso del Estado (y la carga tributaria para generaciones futuras).
Después dirán, como ocurre hoy en EE.UU., que la reducción de impuestos
no funciona y propondrán aumentarlos todavía más.
- 28 de diciembre, 2009
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