Noticias buenas y noticias malas del 2012
A la memoria de Humberto Medrano, decano de los periodistas demócratas cubanos
El
procedimiento más socorrido de los cómicos y de los políticos para
captar la atención es dar buenas y malas noticias. Como el cuento
machista e irreverente del soldado severamente herido por una mina. Se
lo escuché a un candidato muy serio que trataba de explicar el problema
de la perspectiva.
“Mi capitán –le dijo el médico a un oficial
famoso por su donjuanismo incorregible–, tengo una noticia muy mala que
darle, pero seguida de una muy buena. La mala es que la explosión le
voló las piernas. (El capitán solloza). La buena es que, como usted
soñaba, su miembro, al fin, le llega al suelo” (El capitán sonríe).
El candidato no salió electo.
En América Latina hay varias
noticias buenas. La más notable es que hay una reducción de los índices
de pobreza. “Sólo” un 30% de la población latinoamericana es pobre. Eso
significa que 174 millones de personas de casi 600 son pobres. La mala
noticia es que los índices de pobreza en América Latina, medidos por el
ingreso, dejan muchos interrogantes.
De acuerdo con un informe
del Banco Mundial, en América Latina un individuo forma parte de las
clases medias cuando tiene un ingreso diario de entre 10 y 50 dólares.
Cuando apenas alcanza entre $4.50 y $10, subsiste en un nivel muy
vulnerable. Los que sólo reciben menos de $1.25 diarios (unos 75
millones) son indigentes extremos.
La buena noticia es que casi
todos los países latinoamericanos han visto crecer los sectores sociales
medios, pero la mala es que todavía –salvo en Argentina, Uruguay y
Chile– América Latina no es un universo, realmente, de clases medias.
No
es sencillo definir cómo es el mundillo en el que habitan esas
hipotéticas clases medias, pero se trata de personas con acceso a
alimentación suficiente, agua potable, vivienda (alquilada o propia)
razonable, vestido, servicios sanitarios, salud, educación,
electricidad, comunicaciones, transporte, justicia y seguridad
(protección policiaca).
La mala noticia es que una parte
sustancial de los latinoamericanos, incluso para aquellos que se
consideran clases medias, no tienen cubiertas esas necesidades mínimas,
ni siquiera en los países más ricos del continente.
No creo que
los mexicanos, bolivianos, brasileros, argentinos, ecuatorianos,
venezolanos, colombianos, centroamericanos –exceptuados costarricenses y
panameños– económicamente considerados como clases medias, den por
hecho que cuentan con seguridad y justicia como parte de la convivencia
habitual.
La buena noticia es que cada vez más latinoamericanos se
educan, lo que explica, en parte, la reducción de la pobreza. La mala
es que la educación pública deja mucho que desear en todos nuestros
países, de acuerdo con las pruebas de contraste.
Nuestros
estudiantes de 15 años están bastante por debajo de la media de los
países desarrollados en las tres materias que suelen medirse:
comprensión de lectura, matemáticas y ciencias.
La buena noticia
es que cada vez hay más graduados universitarios en América Latina en
cada una de las aproximadamente 4 000 universidades públicas y privadas
con que contamos. La mala es que ninguna de ellas está entre las 100
mejores del mundo y apenas hay investigación original en esos recintos.
Como
escribía el profesor Carlos Malamud en Infolatam, un enorme país como
Brasil, con casi 200 millones de habitantes, tiene menos publicaciones
científicas que la pequeña Singapur, que sólo cuenta con 5 millones.
La
buena noticia es que América Latina crece en el terreno económico por
el precio de las exportaciones de minerales y productos agrícolas.
La
mala es que, mientras no seamos capaces de crear un tejido empresarial
productivo y variado, innovador y moderno, que le agregue valor a la
producción y pueda competir con China y con el primer mundo, nuestras
economías estarán sujetas a bandazos y peligrosas oscilaciones.
¿Comenzaremos
en el 2013 a cambiar esta realidad? No lo sé. A mi juicio, Chile es el
único país latinoamericano que parece dirigirse al modelo de
comportamiento de las naciones del primer mundo. Pero todavía nos falta
una generación para poder comprobarlo.
Periodista y escritor. Su último libro es la novela Otra vez adiós.
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