La Habana en Cartagena
Cartagena de Indias. – En los museos de la
Inquisición y de San Pedro Claver los guías nos preguntan: “¿De dónde
son?”. “De Cuba”, les respondemos, y es inevitable la similitud entre
Cartagena de Indias y La Habana: dos trozos del Caribe con una profunda
huella colonial que se siente a cada paso entre los adoquines de las
calles y las iglesias que se construyeron a sangre y fuego en una
conquista de tierras y de almas.
Es también ineludible en la
conversación con los amables cartageneros la mención de Fidel Castro y
ese regreso a la isla que podría ser mañana. “Todo puede suceder, se lo
digo yo, que soy de esta tierra que es puro Macondo”, nos comenta un
taxista de camino a la zona de Getsemaní, donde en el pasado se
concentraron los esclavos africanos que traían hacinados y medio muertos
en los galeones. Hoy Getsemaní es un barrio en plena remodelación donde
la Secretaria de Estado Hillary Clinton una noche bailó cumbias y
vallenatos en el Havana, un garito de moda entre locales y turistas.
El
Havana, La Bodeguita del Medio, los boleros que cantan en el
restaurante La Vitrola, los “Cohíbas” que venden en los puestos
callejeros. Cartagena y la capital cubana hermanadas en la humedad de
sus días y en el frescor de sus madrugadas. Pero a los conversadores
lugareños que nos indican donde está la casona de García Márquez y nos
sugieren que antes de subir al Castillo de San Felipe compremos botellas
de agua “porque los españoles se llevaron hasta las tuberías”, no les
podemos asegurar si el año que está a punto de comenzar estaremos en La
Habana.
Todo es incierto con la vista puesta en el inmenso
horizonte azul que se divisa desde la ciudad amurallada. Habríamos
querido decirles otra cosa a unos amigos que en la isla de Barú nos
invitaron a sancocho a orillas de una cala paradisíaca, pero habríamos
faltado a la verdad. El tiempo se detuvo hace ya cincuenta y cuatro años
en Cuba y desde Cartagena, donde la modernidad se ha impuesto
gradualmente, ese otro rincón privilegiado del Caribe es hoy una cárcel
rodeada de mar que se ha quedado atrás en la aventura del siglo XXI.
¿Cómo
explicarles a los acogedores cartageneros que no podemos regresar con
la ligereza de quien va de paseo sin sentir el triste peso de los que
permanecen encerrados en el presidio político? ¿Para qué estropearles un
espléndido día de playa contándoles que hace ya casi seis meses murió
en extrañas circunstancias Oswaldo Payá, el disidente cubano de mayor
reconocimiento internacional? ¿Acaso no sería una estridencia de mal
gusto compartir con nuestros anfitriones la amargura de la familia de
Payá en estas fechas tan tristes para ellos? Mejor hablamos del realismo
mágico, de lo que esperan del gobierno de Santos o del fastidio que hoy
le causa al Vaticano la incómoda memoria del Tribunal de Penas del
Santo Oficio de la Inquisición que torturaba a los herejes en un bonito
palacete situado frente al Parque Bolívar.
Arturo, nuestro
magnífico guía en lo que fuera la sede de la Inquisición en Cartagena de
Indias y hoy es un museo de visita obligada, nos cuenta que su madre
era una cubana de Cienfuegos. “Algún día iré a visitar la tierra de mi
familia materna”, afirma con ilusión. Cuando Arturo habla su acento
desparramado y el movimiento efusivo de sus manos se mezclan con los
nuestros en la comunión de dos pueblos muy parecidos. Después del repaso
de los instrumentos de tortura que tan cruel y efectivamente cumplían
el propósito de convertir al catolicismo a los infieles, Arturo nos
habla de la particular cultura de los hombres y mujeres del Palenque y
sobre el tablero que reproduce el antiguo Corralito de Piedra nos
explica cómo antes eran islas separadas por agua. Nos habríamos quedado
toda la tarde charlando con él en el patio donde todavía se conserva una
tarima y una soga con la que ahorcaban a brujas y cismáticos. Antes de
despedirnos el guía nos dice: “Seguro que nos volveremos a ver en La
Habana”.
Al caer la tarde el calor que reverbera de día se lo
lleva la brisa que recorre la ciudad fortificada para aliviar el ardor
de los habitantes. En vísperas de la Noche de San Silvestre Cartagena de
Indias es toda luces y un tropel de carnaval asalta las plazas. “¿Son
de Cuba?”, nos preguntan en medio de la procesión. Nos perdemos al
compás de los buenos deseos de la gente hospitalaria que arrolla la
noche.
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- 23 de julio, 2015
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