¿Qué pasará en Venezuela?
El País, Madrid
Jorge Botti, presidente de la federación empresarial de Venezuela
(Fedecámaras), explicó hace poco que si el Gobierno no suministra más
dólares para pagar las importaciones, la escasez de productos de primera
necesidad será grave. “Lo que le vamos a dar a Fedecámaras no son más
dólares sino más dolores de cabeza”, respondió el vicepresidente Nicolás
Maduro, el heredero escogido por Hugo Chávez.
Maduro tiene razón. El Gobierno provocará muchos dolores de cabeza a
las empresas privadas. Pero los dolores de los empresarios serán leves
comparados con los que va a sufrir la población en general,
particularmente los pobres. Hugo Chávez deja Venezuela sumida en una
crisis económica de enormes proporciones.
Si bien la incertidumbre política desencadenada por la enfermedad del
presidente ha concentrado la atención del mundo, será la crisis
económica lo que va a moldear el futuro inmediato del país, incluyendo
el político.
Los desajustes económicos incluyen un déficit fiscal cercano al 20%
del producto interior bruto (en EE UU es del 7%) y un mercado de divisas
en el cual el dólar que se compra en la calle cuesta cuatro veces más
que el dólar que vende el Gobierno a la tasa oficial. Esto quiere decir
que una devaluación de la moneda es inevitable y que, por lo tanto, la
inflación que se avecina será aún mayor que la actual, que es una de las
más altas del mundo. Los niveles de empleo están artificialmente
abultados por la gigantesca expansión del empleo público, los
compromisos laborales adquiridos por el Gobierno nutren una fuerte
conflictividad sindical, la deuda externa es ahora diez veces mayor que
en 2003, el sistema bancario está muy frágil y la capacidad productiva
del país, incluyendo la de su industria petrolera, ha caído
drásticamente.
Los países exportadores de petróleo rara vez sufren crisis económicas
causadas por la escasez de divisas fuertes. Pero el régimen del
presidente Chávez se las ha arreglado para quedarse corto de dólares o
euros, a pesar de que ha gozado de más de una década de altos precios
del petróleo y de una enorme capacidad de endeudamiento gracias a los
elevados intereses que está dispuesto a pagar.
Sin embargo, el dinero no alcanza. El desenfrenado gasto en consumo
ha disparado las importaciones, a la vez que la mala gestión y la falta
de inversión en la industria petrolera han venido reduciendo los
ingresos por exportaciones. Los ingresos petroleros de Venezuela también
caen por otras razones. El elevado consumo interno de gasolina absorbe
una gran parte de la producción (llenar el tanque de un coche normal
cuesta 25 céntimos de dólar, unos 19 céntimos de euro). Otra parte de la
producción se envía a Cuba y a otros aliados de Chávez a precios
altamente subsidiados y a crédito: de hecho, muchas de estas facturas
nunca llegan a cobrarse.
Otra parte de la producción petrolera va a China, ya que este país
pagó por adelantado, con importantes descuentos, grandes volúmenes de
crudo. El Gobierno de Chávez ya recibió y gastó ese dinero y ahora debe
honrar el contrato suministrando a China petróleo por el cual no recibe
ingreso alguno. Así, la mayor parte del crudo que queda para ser
exportado a precios de mercado (y que se cobra) se vende al país que es a
la vez el mejor cliente y el principal enemigo de Chávez: Estados
Unidos. Sin embargo, como resultado de su propio auge petrolero, las
compras estadounidenses de crudo venezolano han caído al mínimo en 30
años. Y por si esto fuera poco, una explosión en su mayor refinería
obliga a Venezuela a importar gasolina. El Financial Times calcula que
por cada 10 barriles de crudo que vende a Estados Unidos tiene que
importar (a un precio más alto) dos barriles de petróleo refinado en el
exterior.
Esta caída en los ingresos ocurre mientras las importaciones totales
del país han pasado de 13.000 millones de dólares en 2003 a más de
50.000 millones hoy. Pagar esas importaciones y los altísimos intereses
de la deuda requiere más divisas de las que la economía genera. A todo
esto se agrega que la Venezuela de Chávez ha caído a los últimos lugares
de las listas que clasifican a los países según su competitividad, la
facilidad de hacer negocios o el atractivo para los inversores
extranjeros, mientras que se coloca entre los campeones mundiales en
materia de homicidios y de corrupción gubernamental.
Sí. El vicepresidente Maduro ha dado en el clavo: se avecinan grandes
dolores de cabeza. Y a él le tocará explicarle al pueblo por qué cuando
el presidente era Chávez se vivía mejor.
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