Las alucinaciones de Fidel
La visión mesiánica que Fidel Castro siempre
mostró de sí mismo y que los moncadistas, el círculo más íntimo del
poder, compartían, condujo a la destrucción de la nación cubana.
Lo
más visible de aquellos delirios no fue la represión y el control que se
ejercía sobre toda la sociedad, tampoco la prisión o muerte que
padecían “los otros”, sino los interminables discursos de Castro en los
que describía proyectos faraónicos y en los que prometía el paraíso en
la tierra a quien estuviera dispuesto a seguirle ciegamente.
Lo
importante es que el país nunca contó con bienes propios para planes que
demandaban grandes recursos tecnológicos o económicos. Tampoco se
realizaban los estudios apropiados para determinar si eran o no viables.
La
voluntad del líder era más que suficiente para que dirigentes y
burócratas montaran el circo en el que se esfumaron ilusiones y
riquezas, de Cuba y gobiernos extranjeros, que subsidiaron el régimen.
Por
otra parte, hay que admitir con vergüenza ajena que si los delirios y
la capacidad de disponer el desarrollo de aquello proyectos solo
correspondían a la autoridad del Comandante, toda la nomenclatura y un
amplio sector de la población los “compró”, porque creían ciegamente en
las propuestas.
En marzo de 1959, en un discurso en la Universidad
Central de Las Villas, Castro dijo: “Estamos ya estudiando y preparando
los proyectos para desecar la Ciénaga de Zapata, con una capacidad de
15,000 caballerías de tierra, y que cuando esté en condiciones de
cultivo, va a servir de sustento a decenas de miles de familias”.
Esa, la desecación de la Ciénaga, si no fue el pionero de los delirios, estuvo entre los primeros.
Recordemos
la promesa de que con la expropiación de las tierras a los campesinos y
el desarrollo de granjas estatales, se incrementaría la productividad
en el campo. Cuba importa en la actualidad más del 60 por ciento de los
alimentos que consume.
La mecanización de la agricultura fue otro
cuento del Merlín caribeño. En el año 2012 se fundaron centros de
entrenamiento para yuntas de bueyes en la provincia de Villa Clara para
situar 3,000 yuntas en el campo que, según un informativo cubano,
disminuiría el consumo de petróleo y ayudaría al medio ambiente.
Castro,
con la impunidad que le concedía el poder absoluto, actuó como
especialista en numerosas disciplinas, incluyendo agronomía, hidráulica y
biología. Fue el principal educador del país, economista experimentado y
el primer desarrollista en asuntos urbanos e industriales de la nación.
En
su momento dispuso lo que se cultivaba y donde. En otra ocasión
determinó construir embalses para irrigar los cultivos y suministrar
agua a la población sin los estudios de viabilidad necesarios, lo que
causó daños ambientales irreparables.
Desmonte de bosques
centenarios con buldózer encadenados y cuando el árbol era muy frondoso
se derribaba con dinamita. Tomateras convertidas en cañaverales y
cañaverales en zonas de pastoreo.
Simultáneamente encabezaba
investigaciones genéticas. La inseminación artificial y el cruce de
ciertas razas de ganado vacuno, convertiría el país en la lechera del
mundo.
En la memoria colectiva de la nación están aquellos
discursos sobre los cruces entre Holsteins y Cebú. Experimentos que
producirían vacas lecheras como la condecorada Ubre Blanca, que cuenta
con un monumento en la ciudad de Nueva Gerona.
El Cordón de La
Habana fue otro experimento memorable por su fracaso. La intención era
sembrar café Caturra, una variedad que según Castro convertiría al país
en el principal exportador de ese producto. También determinó que era
factible junto al café, cultivar gandul, cítricos, aguacate, mango,
mamey.
Antes o después, fue tanta la capacidad creativa del
Comandante, que es difícil ordenarla cronológicamente, empezó a traer
búfalos de agua de Viet Nam, porque producían más y mejor leche que las
vacas y se alimentaban con menos pasto.
El pez Claria fue otro
caso. Cuba importó este depredador para aumentar el consumo de proteínas
de la población, situación que continúa sin resolverse, mientras el pez
se convirtió en un peligro para el equilibrio ecológico de la isla.
Un
tiempo después se empezó a trabajar en el proyecto de las vacas enanas.
Cada familia podría criarlas en sus viviendas para tener la leche
necesaria, y hasta propuso la cría intensiva de conejos para resolver el
suministro de carnes.
A pesar de que todos los proyectos
terminaron en fracaso no es de dudar que todavía surjan ideas
deslumbrantes como la de la Moringa, aunque sin dudas ninguna será tan
clamorosa como la zafra de los 10 millones que contó con todos los
recursos de isla, pero que concluyó en un estruendoso fracaso como el
propio régimen que la inspiró.
El autor es periodista de Radio Martí.
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