Reelección indefinida: el drama de Diosdado
Es imposible no dudar de
la solidez del llamado "Pacto de La Habana". Concebido para atenuar
el tenso conflicto interno del PSUV -y garantizar una transición despojada de
la amenaza de la división-, su diseño no parece poseer el alcance que la
coyuntura exige. La escogencia de la directiva de la Asamblea Nacional -donde
Cabello ha sido marcado y escoltado por dos vicepresidentes del
"madurismo" radical- describe el tenor de este acuerdo, en el cual se
ha planteado un esquema de reparto burocrático entre las partes incordiadas,
con el que apenas se resuelven los calorones inmediatos, derivados de la
escogencia de Maduro como heredero del legado político del comandante Chávez.
La sustentabilidad de este
"armisticio" negociado en Cuba -cuyos comandantes se invistieron como
los tutores del "chavismo sin Chávez" y del devenir venezolano-, está
atada a problemas mucho más serios. Tal como lo advierten las acalladas
tribulaciones de Cabello, a quien los Castro le han negado tan siquiera un
fugaz acceso a la primera magistratura, las contradicciones son de mayor
envergadura. La tesis de "la continuidad" -fraguada por el mismísimo
Fidel- no sólo obedece a la alergia que los cubanos experimentan ante la figura
de Cabello. Ese es tan sólo un vértice del asunto: es innegable que el planteamiento
está dirigido también a la preparación de un escenario para eludir la
convocatoria a elecciones presidenciales, en caso de que se llegare a
certificar una ausencia absoluta de Chávez.
La enmarañada
interpretación que La Habana ha aconsejado darle a la Carta Magna venezolana,
revela que, en este momento, los Castro se están decantando sustituir las
presidenciales, con la celebración de un referendo constitucional, dirigido a
la consideración de una reforma -o enmienda-, con la cual Maduro completaría
los 6 años del período administrativo iniciado ayer.
Con seguridad, los cambios
que se le formularían al texto de la Bolivariana, involucrarían algunos
"caramelos de cianuro", útiles para procurar la división del campo
opositor venezolano, algunos de cuyos segmentos -ya carentes de toda vocación
de poder, por causa de su evaporación progresiva del paisaje político- creerán
ver "oportunidades de negociación": una rocambolesca historia donde
se dan la mano la ingenuidad y la picaresca criolla, y en la que Cabello -el
patrón de la "derecha endógena"- tendría un rol inestimable… Y es
que, si bien ha aceptado hoy a Maduro como el "irrevocable" sustituto
de Chávez, difícilmente avalará su reelección indefinida. Si el Pacto de La
Habana no contempla el tema, más temprano que tarde, la pacificación interna
del PSUV se expondrá como lo que es: un cuento de camino.
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