¿El “Gran Hermano” cubano-venezolano?
En
su anti-utopía “1984”, George Orwell imagina un mundo de pesadilla. El núcleo
central de la trama, gira en torno a los mecanismos utilizados por un trío, que
han encontrado el secreto para forjar un totalitarismo perpetuo, con la
aquiescencia de sus respectivos pueblos.
La
inspiración principal de Orwell, fue lo que estaba ocurriendo en la ex Unión
Soviética, en el momento en que escribía su obra. O sea, en el período
stalinista. Es por ese motivo que no es por casualidad, que en su novela los
tres partidos que dominan al mundo, sean diferentes variantes del socialismo
real (comunismo). Eso significa que su ficción, hunde sus raíces en una aguda
observación de la realidad.
Los
líderes políticos de esas tres autocracias imaginarias, habían estudiado
minuciosamente las causas por las cuales los diferentes totalitarismos habían colapsado,
con el fin de no cometer los mismos errores. Descubrieron, que es esencial para
mantener dominados a los habitantes de una nación que ha alcanzado cierto grado
de prosperidad, mantenerlos en una condición de pobreza permanente. Para ello,
es fundamental que las industrias continúen produciendo para aparentar que todo
sigue “normalmente”, pero simultáneamente, encontrar la forma de despilfarrar
gran parte de esa riqueza. La consecuencia es, que se produce en forma continua,
sin por ello elevar el nivel de vida de
la población.
Esta
maniobra es realizable, si las personas únicamente tienen contacto con la
“hiperrealidad”, que es creada por los medios masivos controlados
monopólicamente por el gobierno. Se denomina “hiperrealidad”, a la
representación mediática del mundo en que vivimos. En las condiciones señaladas,
a la conciencia se le hace difícil distinguir lo que es verdaderamente “real”,
ya que los medios de comunicación pueden modelar y filtrar de manera radical,
el modo en que los individuos perciben un suceso. En consecuencia, en las
naciones totalitarias los individuos no tienen acceso a la realidad, sino a la
“hiperrealidad”.
Además,
se percataron que para dominar a un pueblo, es fundamental realizar un proceso
de despersonalización. Eso se logra, haciendo que los adictos al régimen
utilicen algún tipo de vestimenta que
los identifique. El uso de un “uniforme”, tiene dos efectos simultáneos: por un
lado, hace perder la individualidad; por el otro, divide radicalmente a la
sociedad entre “nosotros” y “ellos”.
Para
que un régimen totalitario pueda imponerse, es imprescindible la existencia de
un líder carismático. Sólo él puede convertir a un simple partido político en
un movimiento de masas, que por definición, actúa de manera irracional. En
“1984”, los aspirantes a liderar un totalitarismo perpetuo se dieron cuenta de
la paradoja que encerraba este factor, porque por un lado era imprescindible la
existencia de ese líder pero por el otro,
ése es el punto más débil de toda autocracia. Llegaron a la conclusión,
que el principal obstáculo en su camino para lograr su objetivo es el límite
biológico, porque es insuperable. Es decir, la muerte del mandamás supremo.
Conscientes
de esa realidad, idearon una estrategia que puede considerarse “genial”. En los
primeros tiempos en que el partido único gobernaba, realmente existió una
figura carismática de carne y hueso, al que todos denominaban “Gran
Hermano”. Pero repentinamente dejó de
tener todo contacto directo con sus conciudadanos y sin embargo, su imagen
seguía siendo omnipresente, ya que constantemente se lo podía ver en las
pantallas, carteles, afiches y muros todo a lo largo de la nación.
Con
el transcurrir del tiempo, todos los habitantes podían describir con certeza la
fisonomía del “Gran Hermano”. Sin embargo desde hacía mucho, nadie –salvo el
círculo más cercano al poder supremo- lo había visto en persona. No
obstante, nadie dudaba que era él quien
daba todas las órdenes y gobernaba. Y pasaron las décadas, y la figura del
líder se mantenía inalterada: Siempre joven, enérgico y vigilante…
El
secreto que se devela al final de la novela, es que en realidad desde hacía
mucho tiempo que el “Gran Hermano” había pasado a ser una entidad colectiva. No
era una persona sino un grupo que gobernaba en su nombre. De ese modo, se
vencía a la biología y a la muerte. Y el líder pasaba a ser inmortal.
Si
nos guiamos por las pautas anteriormente mencionadas, es indudable que en
Venezuela rige una autocracia. Hugo Chávez es un líder carismático, que gobierna en forma ininterrumpida esa
nación desde 1999. O sea, desde hace 14 años. Tiene como mentor y guía al dictador cubano
Fidel Castro, que a la vez, fue instruido por la ex URSS. A su proyecto
político lo llama “socialismo del siglo XXI”. En concordancia con ese ideal, ha
trabajado con tesón y eficacia para construir un movimiento de masas. Ha
monopolizado en forma casi completa a los medios de comunicación. De ese modo,
ha logrado que la inmensa mayoría de la población viva en la “hiperrealidad”.
Asimismo, ha conseguido que sus simpatizantes se despersonalicen en forma
absoluta, aceptando usar de buen grado
como “uniforme” una camiseta roja, que es lo que los distingue. También
ha sido exitoso en la destrucción de la riqueza venezolana, cuyo efecto directo
es, mantener a un porcentaje elevado de la población debatiéndose en la pobreza.
En consecuencia, es completamente dependiente de la “ayuda” estatal.
No
sabemos si Fidel leyó la novela de Orwell. Posiblemente sí. Pero no cabe duda
que dado el imprevisto del cáncer mortal de Chávez, está maquinando crear un
“Gran Hermano” para que gobierne Venezuela. Y de paso, que siga siendo “generoso” con “Cuba”. Otros
presidentes de la región, también andan merodeando temerosos de perder el “apoyo” de Chávez.
Pensamos
que el “Gran Hermano” ya está en proceso de formación. Nos basamos para afirmar
eso, en los frecuentes viajes de los delfines de Chávez –el vicepresidente
Nicolás Maduro, el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado
Cabello, y familiares cercanos al mandatario con aspiraciones políticas- a
Cuba. Supuestamente para visitar al enfermo; en nuestra opinión, para recibir
de los Castro instrucciones de cómo proceder.
Asimismo
confirma nuestra sospecha, que el vicepresidente del Consejo de Ministros de
Cuba, Miguel Díaz-Canel, haya expresado el 10 de enero en un discurso a las afueras del Palacio de Miraflores, en
Caracas -donde se realizaba una concentración multitudinaria en respaldo al
presidente venezolano- participando de ella los presidentes de Bolivia, Evo Morales,
y de Uruguay, José Mujica, lo siguiente: “Toda Venezuela es Chávez, toda Cuba
es Chávez, toda América Latina y el Caribe, todos somos Chávez.”
También
refuerza nuestra teoría, el hecho de que el Tribunal Supremo de Justicia de
Venezuela (TSJ) haya considerado, que el acto de asunción previsto por la
Constitución para el 10 de enero no era necesario, ya que Chávez es un presidente
“reelecto”. El Tribunal sostuvo, que el gobierno actual podrá continuar en
ejercicio hasta que el gobernante pueda juramentar el cargo, sin fijar para
ello ningún período definido. Prorrogó el plazo de la administración actual y
simultáneamente, no autorizó que una Junta Médica independiente se expida sobre
el estado de salud de Chávez, que continúa en Cuba tras su cuarta operación
oncológica.
Desde
hace más de un mes, sólo los Castro y el círculo más íntimo saben en qué
condición está Chávez. ¿Vive o murió? ¿Está en estado vegetativo o en
condiciones de recuperarse?
Lo
que sí parece claro, es que el proyecto de que el “Gran Hermano” gobierne de
forma indefinida, ya está en marcha.
Pero
ese plan está destinado al fracaso. ¿Por qué? Porque en la propia novela Orwell
advierte, que lo que ha hecho derrumbarse a todos los totalitarismos una vez
que ha desaparecido el líder original, ha sido la ambición de la elite
gobernante y la lucha entre facciones. Algo a lo que no parecen inmunes, ese
grupo que pretende dar vida al “Gran Hermano”…
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