El mejor Código Tributario que el dinero puede comprar

The Beacon

Entre los asistentes a los bailes por la segunda toma de posesión estarán los principales contribuyentes a la campaña de reelección del presidente, pero su verdadera celebración será el 15 de abril cuando sigan siendo beneficiarios de un “agujero impositivo” que Obama se comprometió a cerrar en 2008—pero que permanece abierto de par en par a pesar de su retórica sobre hacer que ahora “los ricos” paguen su “justa parte”.

Supongo que todo depende de qué clase “rico” sea uno: Un partidario de Obama aparentemente equivale a alguien “no tan rico”.

En un análisis encargado por el San Francisco Chronicle y producido por MapLight, una organización sin fines de lucro que analiza los efectos del dinero y la política a partir de datos de la Comisión de Elecciones Federales (FEC es su sigla en inglés), muchos de los más ricos que son a la vez los principales contribuyentes de Obama salieron indemnes de lo dispuesto en las modificaciones al Código Tributario del 2 de enero a raíz del “Precipicio Fiscal”:

Es un claro ejemplo de cómo las contribuciones políticas tienen un alto retorno por la inversión. Millones en concepto de contribuciones políticas trajeron miles de millones (billones en inglés) de beneficios fiscales para algunas de las personas más ricas de los Estados Unidos.

Esos beneficiarios son administradores de capitales de riesgo, administradores de fondos de cobertura y capitalistas de riesgo que por lo general son bastamente compensados mediante una bonificación del 20 por ciento que reciben por los beneficios que obtienen, conocidos como “participaciones en los beneficios”. Según la ley tributaria vigente, dichas bonificaciones se encuentran gravadas con la tasa más baja de las ganancias de capital en lugar de las tasas del impuesto sobre la renta que pueden ser casi el doble.

Hace cuatro años, Obama prometió que pondría fin a la práctica de gravar a las participaciones en los beneficios como ganancias de capital en vez de como un ingreso corriente. Tal cambio podría recaudar unos estimados 13 mil a 20 mil millones de dólares (billones en inglés) durante la próxima década, según cifras federales y de la industria, y afectar entre 36.000 a 65.000 personas.

Politifact.com la calificó como una “promesa incumplida” de su primer mandato—y parece que seguirá rota también a lo largo del segundo:

Parte del los motivos por los que esta disposición no fue modificada, dicen los analistas, es el poder financiero de este sector. Solo en el Área de la Bahía de San Francisco, los empleados de las principales firmas financieras donaron 6,7 millones de dólares a candidatos federales y comités políticos durante el ciclo electoral de 2012.

Muchos de los beneficiarios de este régimen fiscal han recibido también otros premios fastuosos. El capitalista de riesgo Steve Westly, un importante contribuyente de la campaña de Obama, que reunió donaciones de otros, no sólo encabezó la Convención Nacional Demócrata, sino que ha sido miembro de un Consejo Asesor del secretario de Energía Steven Chu e hizo una fortuna con las inversiones energéticas “verdes” de Obama en empresas en las que posee participaciones, incluida Tesla, la cual recibió un préstamo federal de 465 millones de dólares del Departamento de Energía de los EE.UU. en 2011.

En cuanto a los incentivos fiscales, no me malinterpreten: Estoy a favor de que cualquier persona conserve más de su propio dinero, y no tengo nada en contra del hecho que alguien disfrute de impuestos más bajos. Objeto la hipocresía y la mentira disfrazada de “ecuanimidad”. Ecuanimidad implica igualdad ante la ley—no una ley para ti y otra para mí. El rey Juan lo aprendió en 1215, y sería conveniente que Washington lo aprendiese a tiempo para el 800 aniversario de la Carta Magna.

Traducido por Gabriel Gasave

Mary L. G. Theroux es Vicepresidente de The Independent Institute.