Otra vez adiós: Una novela excepcional de Carlos Alberto Montaner
El Tiempo, Bogotá
(Puede verse también Otra vez adiós o la huida infinita por Carlos Alberto Montaner)
Cuando
uno se encuentra lejos de Colombia -como es ahora mi caso- busca eludir los
temas de siempre relacionados con el país: la paz, los escándalos judiciales,
las barrabasadas de Petro o las pugnas entre Santos y Uribe. Tiene, en cambio,
la tentación de hablar por una vez de literatura y muy en especial de un libro
que acabo de leer, a fin de recomendárselo a amigos y lectores de esta columna.
Es una novela realmente extraordinaria de Carlos Alberto Montaner que lleva el
poético título de Otra vez adiós.
No
sé cómo a este viejo amigo mío, exilado de Cuba desde hace cincuenta años y más
conocido como analista de nuestra realidad continental que como narrador, se le
ocurrió escribir esta historia. Su protagonista es un pintor judío, nacido en
Austria, obligado a escapar de la pesadilla nazi que estaba apoderándose de su
país cuando empezaba a hacerse conocer como un joven y excelente retratista.
(Freud fue, por cierto, el primero de los grandes personajes que llegó a pintar).
El horror del nazismo, con sus agentes, víctimas y sombríos episodios, lo
vivimos a su lado, en la primera parte del libro, a tiempo con una bella y
trágica historia de amor.
De
este mundo, que fue el preludio de la Segunda Guerra Mundial, el joven pintor
escapa a Cuba para vivir muy de cerca la historia de este país desde el primer
gobierno de Batista hasta el sueño revolucionario, convertido también en
pesadilla, de Fidel Castro. Otra vida, otro amor y finalmente otro adiós cubren
la segunda parte de la novela.
Sí,
el libro le abre espacio a un nuevo exilio, sólo que ahora el escenario que nos
hace vivir Montaner es el de Estados Unidos, donde su protagonista acaba
convertido en un retratista famoso.
Esta
vida, que abarca realidades muy opuestas del siglo XX, viene acompañada de tres
bellas y tristes historias de amor con personajes femeninos muy bien pintados,
inolvidables. A ellas -más que a las situaciones políticas que relata- responde
el título de Otra vez adiós.
Ahora
bien, tratándose de una de las novelas en lengua castellana más sobresalientes
que se hayan publicado en los últimos años, uno esperaría encontrarla en
Colombia (o al menos en España, donde estoy). Pero no es así. Solo ha sido
lanzada en Estados Unidos para los lectores del mundo hispano que allí residen.
Me temo que en este caso juegue un factor hoy determinante en el mundo de la
edición: el mercado.
Antes
de preguntarse si un libro es bueno o malo, los editores, siguiendo las
demandas de sus libreros, se interesan ante todo en saber si tiene opciones de
venta. Y como vivimos, según lo anota muy bien Mario Vargas Llosa, en la
civilización del espectáculo, las novelas de fácil venta son las que aseguran
entretenimiento. Con ese criterio, el Ulysses de Joyce habría hoy naufragado. Esperemos
que no sea ese el destino de Otra vez adiós. Gran novela, sin duda.
*
* * *
Nota.
Pese a lo dicho al comienzo de esta columna, es imposible olvidar el tema muy
colombiano de los falsos testigos, después de lo revelado en los casos de
Colmenares y Sigifredo López. Se descubre al fin -como bien lo anota Juan Gómez
Martínez- que nuestro Sistema Penal Acusatorio se apoya en declaraciones y no
en pruebas. En vez de investigar el caso puesto en sus manos, muchos fiscales
consideran que su tarea es la de aceptar como válido cualquier cargo. De ahí ha
surgido el floreciente mercado de los falsos testigos, pagados por
narcotraficantes o amigos políticos de la subversión. El problema tiene
dimensiones nunca vistas: hay en Colombia 3.559 procesos por falsos testimonios.
Por obra de ellos, ¿cuántos militares y civiles padecen injustas detenciones o
condenas? Es hora de prender reflectores y sirenas de alarma.
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