Venezuela: La encarnación
El Nacional, Caracas
Esta semana se cumplen dos meses exactamente de la partida
del presidente Chávez a Cuba y el país no ha podido escucharle ni
siquiera un “Aló”. Nos muestran documentos y puntos de cuenta hechos en
la Cancillería cubana o en el Departamento América, e intentan hacernos
creer que el Presidente los elabora y los firma, pero hasta que no
aparezca en un video o escuchemos su voz tronante y errante tendremos el
derecho de creer lo que sea, por más descabellado que parezca: desde el
secuestro por parte de los hermanos Castro –que no lo han dejado ver ni
por Lula da Silva– hasta la presencia del embalsamador papal en La
Habana, Massimo Signoracci, que estaría preparado al bate para practicar
su oficio.
Resulta desconcertante que un ser que sufre de
incontinencia verbal se halla sumido en el silencio más absoluto, como
si ya hubiera entrado en la eternidad. El mutismo presidencial ha
permitido, a través del uso desmedido del aparato mediático
gubernamental, bajo directrices cubanas, crear el mito. El culto
mágico-religioso ha penetrado en la psiquis de miles de personas, que se
creen objetos de encarnación, cuando no es más que un acto inconsciente
de sumisión y humillación, refrendado con la frase “Chávez soy yo”
estampada en franelas terciadas incluso con bandas presidenciales. Todo
un disfraz. En víspera del Carnaval sería importante que se cayeran las
máscaras.
Tragedia permanente
Resulta
de un cinismo macabro que el ministro de Relaciones Interiores, Néstor
Reverol, responsable de la seguridad del Estado, ante el asesinato de un
hijo del dirigente político Claudio Fermín, a manos del hampa común,
les endosara al gobernador de Miranda y al alcalde del municipio Sucre
la culpa por el incremento de la inseguridad.
El ministro no tuvo
escrúpulos en politizar la tragedia que enluta al dirigente político y a
esa madre ejemplar, la comunicadora Yesmín Royé, al responsabilizar a
las autoridades mirandinas, en manos de la oposición, de la falta de
vigilancia policial. En su cuenta del Twitter señaló que el Gobierno ha
“hecho grandes esfuerzos en Miranda, lamentablemente es inexistente la
presencia de la policía municipal y regional en la prevención”. Es una
política de Estado mantener a los ciudadanos presos en sus
casa-cárceles, mientras el hampa, con la venia gubernamental, hace y
deshace, es decir, atraca y mata. Desde que la revolución tomó el poder,
hace 14 años, la impunidad y ensañamiento de la delincuencia es
demostrable con cifras espeluznantes. Hasta la mañana del lunes se
contabilizaron 65 muertos en la morgue, en los primeros 4 días del mes.
El Gobierno no ha hecho otra cosa que incentivar y promover la
violencia, los odios sociales y el crimen.
Toda la sociedad –salvo
los altos funcionarios que andan restregándonos sus numerosos escoltas y
carros blindados– ha sido sometida al imperio del miedo, nos estamos
acostumbrando a la anormalidad y la posibilidad de no regresar jamás. La
realidad que nos aguarda para retornar diariamente al hogar es de 50%,
lo más trágico son los jóvenes, a los que se les niega el deseo de
vivir. Eso pasó con Alejandro Fermín y con miles de jóvenes cuya
esperanza de vida es un riesgo. Se trata de nuestra principal dolencia,
con desplantes como el del ministro Reverol, que amenaza con intervenir
la policía de Sucre, no se resolverá el angustiante problema de la
sociedad, por el contrario, puede agravarse.
Una presencia
policial para calmar a la ciudadanía se puede lograr, en parte, con la
colaboración estrecha y la coordinación de los cuerpos policiales. Pero
no hay voluntad política.
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