España: Bárcenas y las ventanas rotas
Libertad Digital, Madrid
El título de mi anterior artículo, "España se hunde. Bárcenas somos todos",
desató, no sin razón, sentimientos muy contradictorios. "Bárcenas somos
todos" dio pábulo a la defensa de valores tan preciados como la
honradez y la honestidad. Y los lectores insistían en que los corruptos son otros:
los empresarios, la clase política, los banqueros… Esto simplemente
dice que no se entiende la conexión entre el caso Bárcenas y la pequeña
picaresca, el engaño cotidiano, el absentismo o el enchufe, que tanto
nos entretiene, y además, si no entras en el juego, se te critica.
Para entenderlo es conveniente hablar de las ventanas rotas.
La teoría de las ventanas rotas
trata sobre el contagio de las conductas inmorales o incívicas y fue
elaborada por J. Wilson y G. Kelling. Su origen es un experimento
llevado a cabo por un psicólogo de la Universidad de Stanford, Philip
Zimbardo, en 1969. En una calle algo descuidada del Bronx, Zimbardo
abandonó un coche sin placas y con las puertas abiertas. Su objetivo era
ver qué ocurría. Pasado unos minutos empezaron a robar sus componentes.
A los tres días todo lo que tenía algo de valor había desaparecido.
Finalmente el coche quedó destrozado. Pero el experimento no termina
aquí. Abandonó otro coche en similar estado en un barrio acomodado de
California. Y nadie lo tocó en una semana. Entonces Zimbardo destruyó
con un martillo parte de la carrocería. Esta fue la señal que
desencadenó una serie de reacciones, y al cabo de unas horas el coche
había sido totalmente destrozado, como el del Bronx, por los honrados
ciudadanos de un barrio pudiente de California.
Este experimento, ya digo, lugar a la teoría de las ventanas rotas: si
en un edificio aparece una ventana rota y no se arregla pronto,
inmediatamente los vándalos acaban destrozando las demás. ¿Por qué?
Porque la ventana rota envía un mensaje: aquí no hay nadie que vigile.
El comienzo de las conductas incívicas tiene relación con pequeñas
transgresiones de las reglas que mantienen el orden de una comunidad. La
tolerancia para con el listillo, ese personaje algo gracioso
que todos llevamos dentro y que está tan inserto en la tradición
española, es lo que hace que aceptemos el pago de bienes o servicios sin
IVA, el recurso a las influencias, el plagio, el clientelismo, el
amiguismo, el absentismo, los minutos de cortesía, etcétera, esgrimiendo como justificación el "No pasa nada". Ese "No pasa nada", que nos conduce a transgredir cotidianamente reglas y normas éticas, es el gran autoengaño en que vivimos.
Claro que pasa. Nuestras pequeñas transgresiones crean el
ambiente donde florecen las grandes transgresiones. Los que hoy están
involucrados en vergonzosas tramas de corrupción fueron en su día
pequeños listillos. No nacieron siendo grandes estafadores, sino que
fueron aprendiendo, poco a poco, engaño a engaño, hasta llegar a ser los
alumnos más avanzados de la clase. Esto es lo que subyace a "Bárcenas
somos todos". Un poco de autocrítica nos vendría bien, pero para eso hay
que entender que de aquellos polvos vienen estos lodos.
El llamado a una "regeneración democrática" como consecuencia del ambiente generalizado de corrupción política debe proceder de abajo arriba.
Hay que recuperar las conductas cívicas y morales en la familia, en el
parlamento, en la empresa, en el club deportivo, en la ciudad, en los
colegios, en los medios de comunicación. Parafraseando a Kant, se trata
de que actuemos siempre de modo tal que nuestra conducta pueda ser
considerada una regla universal. Cuando llegue ese día podremos hablar
de una verdadera regeneración, aunque la vida se torne algo más aburrida.
- 23 de julio, 2015
- 19 de diciembre, 2024
- 29 de febrero, 2016
Artículo de blog relacionados
Por Bhushan Bahree, en Nueva York y Russell Gold The Wall Street Journal...
10 de julio, 2006Quienes defendemos la economía de mercado por sobre el estatismo a menudo somos...
16 de noviembre, 2012- 24 de mayo, 2007
Siglo 21 La inmerecida muerte de Facundo Cabral es la gota que derramó...
13 de julio, 2011