México: Optimismo sin mucho sustento
Hace
unos días, escuchaba al economista argentino Ricardo López Murphy (ex ministro
de Economía y ex candidato presidencial) advertir que le parecía encontrar en
México cierto entusiasmo desbordado, sin muchas seguridades de que tal
optimismo tenga algún sustento ni cumplimiento futuro, por lo que recomendaba
serenar los ánimos (esto en un Foro sobre el estado actual de Latinoamérica,
organizado por Caminos de la
Libertad y la Fundación
Naumann en México). Me parece que la advertencia de López Murphy es
correcta.
El
optimismo que hoy parece recorrer amplios sectores políticos y económicos de
México, tiene diversas vertientes. Inicia, a mi parecer, con el reporte de la
empresa Nomura Securities en agosto pasado, el cual advertía que si el nuevo
gobierno mexicano realizaba las principales reformas estructurales, entonces en 10 años México podría desbancar a Brasil como la
mayor economía de América Latina. Pasa también por el muy comentado
artículo de The Economist a fines de noviembre pasado, el cual advertía que el “Made in China” está dando paso al “Hecho en México” en
EEUU. Y cuenta en su haber además, claro, por la serie de acuerdos alcanzados por el
gobierno de Peña Nieto con la oposición, los cuales han dado a su
administración una imagen de credibilidad y eficacia, muy distinta a la
realidad de desacuerdo y parálisis de los últimos quince años.
¿Pero
esos pronósticos e impresiones tienen un sustento real? ¿Contribuyen al
propósito enunciado por Peña Nieto de elevar la tasa de crecimiento del país al
6% —actualmente es del 4%— antes de que su presidencia termine? Lamentablemente
me parece que no.
A
este respecto, muchos de los actuales buenos resultados de la economía mexicana
tienen más que ver, como siempre, con el relativo auge de la economía
norteamericana, la cual no esta exenta de una crisis más o menos cercana.
También adviértase que México ha avanzado por el gran encarecimiento de China,
no por la solución de los graves problemas de su economía o un cambio
sustancial de sus políticas económicas, las cuales se han mantenido más o menos
estables durante los últimos treinta años.
En
realidad, el optimismo actual del país se sostiene de la expectativa de
reformas importantes en los próximos meses. La posibilidad clara de reforma
fiscal, y la perspectiva de apertura y modernización de PEMEX, ciertamente
generan un potencial enorme, en contraste por ejemplo, al creciente
proteccionismo de Brasil y los titubeos y desajustes en política económica del
gobierno Rousseff.
Pero
las posibilidades no son concreciones. Con apenas 80 días en el poder, Peña
Nieto ha comenzado a variar el énfasis de sus políticas y ha dejado para el
segundo semestre del año las posibles reformas fiscal y de PEMEX, claves para alcanzar el objetivo de crecimiento anual del 6%. Para
algunos, esa posposición es un signo de astucia y de inteligente operación
política; para otros, de que no las tiene todas consigo, ya que dichas reformas
le costarán muy caro en términos de las clientelas y liderazgos de su partido,
el PRI. En todo caso, la de Peña Nieto es por ahora una agenda cambiante, que
responde a las necesidades políticas del momento. Y nada es más volátil que
la política.
Máxime
si la política está al servicio, como sucede en México, de mafias sindicales,
empresarios que compran protección política para sus monopolios y políticos sin
incentivos para un cambio profundo y real,no de la ciudadanía, la cual ni
siquiera cuenta con instrumentos para exigir una auténtica rendición de
cuentas.
Algunas reformas de menor calado que evidenciarían la
sinceridad de las intenciones de Peña Nieto y la fuerza real de su liderazgo,
siguen sin avance, suspendidas por grupos de interés: La reforma educativa
en espera de la legislación secundaria, la reforma laboral (impulsada de última
hora por el anterior gobierno) no ha tocado el poder de ningún sindicato, sin
claridad en lo que respecta a seguridad pública, sin un plan definido en
materia de reforma al sistema de justicia…
México
no podrá desplegar su enorme potencial si los grupos facciosos ven en las
reformas una amenaza y no existe un liderazgo democrático que se les imponga. Y
recordemos que ellos están en el poder (o han financiado a los políticos) para
moldearlas, dirigirlas y finalmente limitarlas. Tal como viene sucediendo.
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