OEA: Tuerta, manca y coja
pasado año: en marzo el chileno José Miguel Insulza renuncia a la
Secretaría General de la OEA. No se ha podido confirmar si se trata de
una noticia con fundamento o solo es una expresión de deseos de
organizaciones de defensa de los derechos humanos y de las libertades y
de mucha gente que defiende la democracia, que habrían echado a correr
la versión con la esperanza de apurar la salida de alguien que ha
cumplido una deficitaria, por no decir desastrosa gestión al frente del
organismo interamericano.
da, tras la Asamblea General de Cancilleres convocada para el 22 de
marzo. Una reunión clave en la que podría asestarse uno de los más duros
golpes a los derechos y libertades de los ciudadanos del continente.
Los
ministros habrán de tratar medidas para limitar las actuaciones de la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y de su Relatoría
para la libertad de Expresión. Si tal desatino prospera, será
seguramente bajo una engañosa carátula que dice algo así como: “medidas
para el fortalecimiento de los mecanismos interamericanos de defensa de
los derechos humanos”. Qué menos. Y a nadie puede extrañarle, por cuanto
sabido es que las leyes que restringen la libertad de expresión se
llevan adelante “para garantizar la libertad de prensa y el derecho a la
información de los ciudadanos”. De la misma manera que cuando se
anuncia “una democratización del Poder Judicial”, lo que se pretende es
someter a tribunales y jueces a la voluntad del Ejecutivo y del mandamás
de turno. Por una “democratización judicial” de ese estilo clama todo
los días y seguramente la tratará de llevar adelante la presidenta
argentina Cristina Kirchner, quien debe mirar con mucha envidia el poder
que tienen en ese campo sus colegas Chávez y Correa.
En la citada
reunión de cancilleres se corre el peligro que prospere una iniciativa
impulsada por Correa con el apoyo de los países “bolivarianos”,
destinada a maniatar a la Comisión y la Relatoría, para que no puedan
controlar y denunciar las tropelías contra los derechos ciudadanos de
esos gobernantes. Correa y sus socios han sido extremistas en sus
afanes, como siempre, y también como siempre el Secretario de la OEA ha
cumplido la triste tarea de darle forma y lavar un poco la cara de las
propuestas, pero sin afectar la esencia. Insulza habla de condicionar la
actuación de la CIDH, de manera que en sus investigaciones atienda los
planteos y reclamos de los gobiernos, que los informes que realiza no
puedan emitirse con inmediatez y sin cierta revisión previa y se
restrinja su facultad para disponer medidas cautelares. Esto es, la deja
tuerta, manca y coja. En esas condiciones puede salir a competir en
cualquier pista de atletismo, sin esperanza de llegar a meta alguna; se
aseguraría así que no habrá riesgo de que pongan en descubierto las
continuas violaciones a las libertades y derechos que se cometen en
muchos países.
Si semejante retroceso para el continente se
concreta no solo será por causa de los países del ALBA, también una gran
responsabilidad cabe a Argentina, que ha empezado a mirar para otro
lado y particularmente a Brasil, molesto por haber sido observado por la
Comisión a raíz de una represa que pasaba por encima de cualquier
resguardo ambiental. Al imperio no le gusta que se metan en sus cosas.
No menos responsabilidad, quizás más, le corresponde a gobiernos como
los de Santos de Colombia, Piñera de Chile, Humala de Perú, el nuevo
gobierno mexicano, los que deberían poner una valla a esos intentos y no
optar por lavarse las manos. En cuanto a Insulza, si efectivamente se
va y si efectivamente se dispone dejar sin garantías a los ciudadanos
americanos, sin duda ese sería el broche más apropiado para el cierre de
su gestión.
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