España: Los verdaderos culpables de los desahucios
Hace varios días, el Partido Popular dio marcha atrás en el último
momento y votó finalmente a favor de la admisión a trámite de la
iniciativa legislativa popular (ILP) que solicita la dación en pago
retroactiva, la moratoria de todos los desahucios y la promoción del alquiler social, y que ahora tendrá que debatirse en la Cámara baja.
Todo ello es un éxito de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca
(PAH) y muy especialmente de su portavoz, Ada Colau, principal referente
del movimiento antidesahucios. Colau, no ha parado de señalar que los
desahuciados (y en general todos los españoles) fueron víctimas de una estafa, de un engaño y de desinformación masiva por parte del sistema bancario. Incluso habla de genocidio financiero.
Dejando de lado la retórica demagógica y populista de esta activista profesional, que normalmente acompaña con insultos y amenazas (ver también el final de esta carta enviada a UPyD), es necesario hacer una reflexión acerca de los verdaderos culpables de la oleada de desahucios.
Y los ganadores a ‘Los verdaderos culpables de los desahucios’ son:
Los bancos centrales
Son culpables por inyectar crédito artificialmente barato mediante la
reducción de los tipos de interés, que provocó la burbuja financiera y
propició que los bancos expandiesen crédito muy por encima de las tasas
de ahorro de la sociedad. Esto permitió a las entidades financieras
reducir los intereses a los que ofrecían crédito a largo plazo, como por
ejemplo, el interés de las hipotecas, que cayó del 6,5% en 2001 al 3%
en 2004. Por tanto, la semilla de la oleada de desahucios fue sembrada por los bancos centrales.
Los bancos
Pese a los incentivos perversos generados por los bancos centrales
sobre los agentes económicos, los bancos llevaron a cabo prácticas
empresariales que sólo pueden ser tildadas de arriesgadas y temerarias.
Dieron la posibilidad de endeudarse masivamente a personas que
dudosamente iban a poder hacer frente a ese crédito. De todas formas, si
los bancos centrales no actuasen como prestamistas de última instancia y
los gobiernos no salvasen a los bancos, es de esperar que fueran
muchísimo más prudentes al conceder préstamos por temor a caer en default. Sencillamente, para evitar tragedias hipotecarias deberían suprimirse los privilegios a la banca.
Los hipotecados
He aquí el principal responsable. Por muy duro que sea admitirlo y por mucho que nos intenten hacer creer o contrario: los bancos no obligan a firmar hipotecas a nadie.
Los hipotecados quisieron vivir irresponsablemente muy por encima de sus posibilidades. Cegados por la posibilidad de poseer una vivienda en propiedad (que es un deseo muy digno), no se pararon a analizar el extremado riesgo que supone hipotecarse de por vida,
es decir, hacer frente a las salidas de caja que mensualmente (cuota de
la hipoteca) suponía la financiación del inmueble. En el caso que nos
ocupa las salidas serían a lo largo de 30 ó 40 años, es decir, significa
comprometerse a tener trabajo toda la vida.
Cada persona debe ser dueña de su destino y responsable de sus inversiones,
tanto de las buenas como de las malas. ¿Qué diferencia de fondo hay
entre un emprendedor que se endeuda en la creación de una empresa que
finalmente fracasa y pierde todo su patrimonio y un desahuciado que
pierde su casa? Ninguna. Y jamás he visto a estos activistas ponerse
violentos y echar bilis por la boca para defender el patrimonio de
ningún emprendedor o empresario. Posturas claramente asimétricas por
motivos ideológicos.
Decir que el hipotecado carece de toda responsabilidad es falsear
clamorosamente la realidad e intentar que el resto de la sociedad asuma y
le exima de sus errores individuales.
La casta política
El espectáculo que ofrece la casta política es verdaderamente
grotesco. No solamente han recapitalizado (rescatado) a las entidades
financieras que erraron en sus estrategias empresariales, sino que
además han claudicado frente a un grupo de presión (la PAH) que pide
colectivizar las pérdidas de las ruinosas inversiones de una minoría. Un
grupo que manipula los datos del número de desahucios descaradamente y que utiliza miserablemente los suicidios para justificar moralmente sus demandas.
Aquí se ve la verdadera naturaleza y acción de la casta política: intentar perpetuarse en el poder privilegiando a grupos de presión para obtener su favor.
Los medios de comunicación
Los medios han jugado un papel importante en aumentar la confusión y
desviar la atención de los verdaderos culpables de los desahucios. Sus
informaciones son demagógicas, políticamente correctas e ideológicas,
carentes de cualquier análisis medianamente serio. Ello es debido a su
profundo desconocimiento, a su sectarismo y a sus intereses con los
grupos de presión y la política. Están ayudando a crear una sociedad más
injusta, infantil y totalmente dependiente del Estado. También son
culpables.
El resto de ciudadanos
También tienen su parte de culpa el resto de ciudadanos al no darse
cuenta que son ellos los que pagan los excesos de una fiesta a la que no
han asistido. Hay que tener claro que cualquier rescate, ya sea de
bancos o de sus deudores (hipotecados), será pagado irremediablemente por el resto de contribuyentes ya sea vía impuestos o vía deuda pública.
El efecto inmediato de la aprobación de la dación de pago retroactiva será que, a partir de ahora, será muy complicado acceder a una hipoteca
ya que el estudio de los riesgos será rigurosísimo y hará que las
condiciones financieras sean más duras. Los diferenciales aumentarán
previsiblemente hasta un 5-10%, las condiciones y avales exigidos a los
prestatarios serán elevadísimos, el valor máximo de la hipoteca no será
superior al 60% del valor de tasación y la hipoteca será a 15-20 años.
Condiciones verdaderamente prohibitivas que sólo podrán afrontar
perfiles con gran capacidad de pago. ¿No suena muy social, verdad?
Aunque quizás la consecuencia más profunda y perjudicial a nivel
social de los rescates es que se privilegia a los ciudadanos e
inversores imprudentes (que impagan) frente a los prudentes y
responsables (que pagan religiosamente).
El único consuelo sería que los que impagan pasasen a formar parte de una lista de morosos a los que difícilmente se les volverá a conceder ningún préstamo como ocurre en otros países como Estados Unidos o Bélgica. Eso haría a la sociedad un poco más justa.
- 23 de julio, 2015
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