El sueño y el olvido
Ahora sabemos más acerca de la pérdida de memoria
en la vejez. De acuerdo a un estudio publicado en el Journal Nature
Neuroscience, resulta ser que el olvido no obedece tanto al proceso de
envejecimiento como a los cambios estructurales que sufre el cerebro con
el paso de los años, afectando la calidad del sueño. La falta de
descanso nocturno acaba por erosionar la memoria.
Los resultados de
esta investigación en gran medida explican aquellos años de la
adolescencia en los que uno dormía a pierna suelta. En la más tierna
juventud no había horas suficientes para soñar. Era la época, ahora lo
sabemos, en la que el sueño hacía las veces de la cigarra que acopia
reservas. En el periodo reparador el disco duro de la mente se llenaba a
rebosar de la película de nuestras vidas. Imágenes nítidas y
evocaciones con textura que al día siguiente permanecían tan frescas
como el momento del despertar.
Sin embargo, en la senectud la
intemperie es tanta que hasta las noches se convierten en inhóspitos
pasajes de duermevela. Y el cerebro, esa resistente maquinaria condenada
a oxidarse, va borrando inexorablemente la trayectoria de toda una
vida. De día el anciano transita en la luz pero en la madrugada el
descanso borra el rastro de los recuerdos.
El olvido como arma
para defendernos de la devastación del tiempo. El olvido como refugio
último para guarecernos de las inclemencias de la decadencia física. Y
así es como en Amour, ese
extraordinario filme de Michael Haneke que desnuda el trecho final de la
vida, si la pérdida de memoria no proporciona alivio se buscan otras
vías de escape para morir con dignidad.
No hace falta llegar a la vejez para enfrentarse a la desmemoria. ¿Recuerdan Eternal Sunshine of the Spotless Mind?
Una historia de desamor filmada por el francés Michael Grondy en la que
el chico y la chica, heridos por la ruptura, se someten a una técnica
que les borrará el recuerdo de su relación amorosa. Y en ese proceso, en
el que ven desvanecerse lo que un día compartieron, descubren que es
mejor acumular reminiscencias, incluso las que duelen, que convertir la
mente en un erial desprovisto de emociones.
Ahora sabemos que a
medida que avanza la vida cuando dormimos estamos desandando el camino
sin dejar migas de pan que nos reconduzcan al pasado. Dormir, además de
soñar, también es olvidar.
© Firmas Press
- 23 de julio, 2015
- 19 de diciembre, 2024
- 29 de febrero, 2016
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