¿Le dará México la bienvenida a los buscadores de petróleo?
The Wall Street Journal Americas
Ciudad de México. – Durante las primarias del Partido Republicano en Estados Unidos en 2012, Mitt Romney recomendó que los trabajadores indocumentados se "auto deporten". El presidente Barack Obama
parece apuntar al mismo propósito al perpetuar la postración económica:
es probable que los inmigrantes que no pueden encontrar empleo regresen
a sus países por su cuenta.
¿Puede el recién posesionado presidente mexicano, Enrique Peña Nieto,
del Partido Revolucionario Institucional (PRI), hacer algo mejor por el
pueblo mexicano? Para tratar de encontrar una respuesta, me senté a
conversar la semana pasada con Luis Videgaray, el Secretario de Hacienda
y Crédito Público de México, quien es considerado ampliamente como el
cerebro económico del gobierno de Peña Nieto.
Setenta años de gobiernos corporativistas del PRI, que apenas
terminaron en 2000, dejaron a México con una economía excesivamente
regulada y una seria inercia burocrática. Dos presidentes del partido de
oposición a duras penas hicieron mella en el status quo durante 12 años
en el poder. Ahora, el PRI está de regreso en el poder y las
expectativas de una reforma estructural están al alza. Mi diálogo con
Videgaray, quien estudio en el Instituto de Tecnología de Massachusetts
(MIT), me convenció de que tiene una aguda capacidad de diagnóstico y
quedé impresionada de los desafíos políticos que enfrenta. La primera
evidencia se encuentra en el sector de energía.
Videgaray me recuerda que la
estabilidad de precios de México durante los últimos 17 años demuestra
que la clase política ya ha recorrido un largo camino desde el
despilfarro que llevó a la crisis del peso en 1994. De todos modos, es
rápido en señalar que la mera estabilidad no le permitirá a México salir
del subdesarrollo. Un crecimiento anual del Producto Interno Bruto en
torno al 3% o 4%, anota, ciertamente no es suficiente para una economía
emergente que tiene casi la mitad de su población viviendo en la
pobreza. "Dados nuestros recursos humanos, nuestros recursos naturales y
nuestra posición geográfica, creo que todo el mundo está de acuerdo en
que México podría crecer más. La clave es la productividad".
El crecimiento de la productividad mexicana ha estado "básicamente
estancado" durante los últimos 30 años, observa. La lista de culpables
es larga: una economía informal importante, energía costosa, servicios
de telecomunicaciones deficientes, educación de baja calidad y un
mercado laboral rígido. El funcionario admite que se han logrado algunos
avances, pero se necesita mucho más. "La energía es muy importante",
resalta.
"Es muy difícil explicar por qué México es un país con energía cara
cuando tiene abundantes recursos", anota, y responde a su propio
acertijo al recordar una de las ideas que Peña Nieto defendió durante su
campaña. "Dijo que era hora de librarnos de nuestras limitaciones
ideológicas y ser mucho más prácticos".
Tales "limitaciones" se remontan a la Constitución de 1917, que
estipula que el petróleo pertenece al Estado, y a la nacionalización del
sector petrolero en 1938. Los políticos mexicanos han usado por mucho
tiempo la demagogia con los inversionistas extranjeros, insistiendo que
el crudo es un patrimonio nacional que no debe ser "robado".
Videgaray recalcó que no hay un plan para privatizar Pemex. Sin
embargo, el desempeño del monopolio estatal petrolero demuestra que "no
puede hacer todo por sí mismo". Es por eso que es importante abrir un
espacio a la "participación privada, en particular en los ámbitos donde
la naturaleza y la geología brindan una oportunidad, pero donde Pemex
claramente no tiene ni el capital, ni la pericia", señala.
Empresas petroleras privadas ya operan en México. Pero en buena parte
sólo tienen contratos de servicios. No son inversionistas que asumen
riesgos a cambio de la recompensa de encontrar y bombear petróleo.
Videgaray sostiene que esta situación ha producido "un mal
equilibrio" en el que Pemex asume todos los riesgos negativos y las
empresas privadas disfrutan un potencial beneficio muy limitado. "El
equilibrio no es muy bueno ni para Pemex ni para los contratistas
privados", expresó. Para poner a disposición los contratos de "riesgo" a
las empresas externas "tenemos que trabajar en los detalles, pero esa
es la dirección hacia la que debemos avanzar", manifiesta.
Los mexicanos no necesitan mirar muy lejos para darse cuenta de que
los altos precios de la energía son una herida auto infligida. "EE.UU.
es de repente muy competitivo en energía y tenemos exactamente la misma
ideología", asevera. En lugar de explotarlo, "estamos importando gas
natural de América del Sur y Europa a cuatro veces el costo en que se
produce justo al otro lado de la frontera, en Texas".
Aún más ilógica es la política de la gasolina. "Ya hemos privatizado
la refinación de la gasolina. Lo único es que lo hacemos en Texas, no en
México. Exportamos crudo y estamos importando una cantidad cada vez más
grande de gasolina", la cual es luego subsidiada en las estaciones de
servicio, explica. México necesita "abordar la forma de tener costos de
refinación más bajos", sugiriendo que los recursos usados en los
subsidios de la gasolina serían mejor gastados en necesidades
"sociales".
¿Le preocupa a Videgaray estar tocando un área muy delicada de la
política mexicana? Sí y no. El ministro dice que la oposición más fuerte
a las reformas no vendrá de los sindicatos de Pemex, sino de la
izquierda ideológica.
De todas formas, los asuntos que afectan la economía de todos los
mexicanos pueden superar las barreras ideológicas. "Cuando se explica
que la meta es reducir el costo de la energía para los hogares y para
las empresas medianas y pequeñas, la razón por la que estamos haciendo
esto se vuelve mucho más clara. Es cierto, será muy político. No estoy
diciendo que será fácil. Pero es algo que el presidente ha decidido
hacer", indicó.
- 28 de diciembre, 2009
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