«Exprópiese», el firme lema latinoamericano
La
expropiación en América Latina es una política habitual desde hace ya algunas
décadas, y aunque sus efectos son íntegramente negativos, ésta tendencia
populista parece no tener cura.
El reelecto
presidente Rafael Correa declaro ésta mañana que "Ecuador tiene reglas muy
claras, políticas macroeconómicas también muy claras, y una estabilidad
impresionante" y por otra parte enfatizó su "defensa al derecho de
los Estados de que puedan nacionalizar una empresa en función del bien
común".
La semana
pasada el presidente de Bolivia, Evo Morales, anunció una nueva expropiación.
Ésta vez fue el turno de las acciones de la empresa “Servicios de Aeropuertos
Bolivianos S.A.” (Sabsa). Tal acción no es una política novedosa, ya que ha
sido por poco uno de los planes de gobierno desde la llegada de Morales al
poder en 2006. Así, para intentar buscar un argumento que justifique sus
acciones, el presidente boliviano expresó que “Sabsa” no había realizado
suficientes inversiones para ampliar los aeropuertos en La Paz, Cochabamba y
Santa Cruz.
Empero
cuando de expropiar se habla, el no mencionar a Hugo Chávez es algo
inadmisible. En lo que va desde que asumió el actual "presidente
ausente", el gobierno chavista ha estatizado más de 1500 empresas de la
mano del tan famoso "exprópiese", y la mayor parte de ellas hoy se
encuentra en un estado lamentable, carentes de producción y con un destino
evidente: el cierre y fin de las mismas.
De esta
forma, los efectos logrados son opuestos a lo que buscan los gobiernos
populistas. Mientras se estatiza bajo el argumento de "haremos de esta
empresa un empresa más productiva" solo se consigue un mayor nivel de
desempleo y la ruina de la misma.
Es
fundamental no olvidar los efectos de las expropiaciones y de las políticas
contraproducentes que las acompañan. Para llevar a cabo un análisis al
respecto, es importante razonar basándose siempre en los efectos a largo y corto
plazo y asimismo "en lo que no
se ve", tal como lo expresaba en su momento el economista francés y
ferviente defensor de las ideas liberales, Frédéric Bastiat.
¿Es posible
esperar crecimiento económico mientras los derechos de propiedad son ampliamente
avasallados? El gobierno no posee la capacidad de administrar una empresa, esto
se debe principalmente, a que es una tarea que no reside en su naturaleza. El
estado empresario ha demostrado fracasar una y otra vez, y como suele suceder,
la empresa expropiada tarda minutos en convertirse en un fondo de corrupción
gubernamental y pasa a estar carente de eficiencia. Cuando el gobierno no es
capaz de garantizar seguridad, reglas de juego claras o respeto a los derechos
individuales, ¿de qué modo se pretende –además- asignarle al estado un rol de
empresario?
Las metas y
los incentivos de los empresarios están claramente enfrentados a los intereses políticos.
Al gobierno, la competencia empresarial le importa relativamente poco mientras
pueda continuar otorgando dádivas y financiando la corrupción gubernamental de
la que forman parte.
Nuevamente
se olvida la cuestión del incentivo y se deja de lado el hecho de que la
propiedad es la raíz básica del mismo. ¿De qué modo se puede buscar progreso,
mientras el fruto del trabajo individual no está garantizado y el individuo es
consciente de que el día de mañana lo puede perder todo por la simple decisión
de un burócrata?
Debido a
que "todos" es nadie, la "propiedad de todos" es otra fábula
de la mente colectivista, y solo es verídica cuando se añade el sujeto faltante
a la oración: la "propiedad de
todos los políticos".
Hoy, después de varias décadas, aquella frase de
F.A. Hayek sigue vigente: “Lo que nuestra generación ha olvidado es que el
sistema de propiedad privada es la más importante garantía de la libertad”.
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