Cómo los viajes de los cubanos sacuden el régimen
The Wall Street Journal Americas
Durante más de cinco décadas, los cubanos han tenido prohibición de
salir de la isla sin autorización. Hace poco, el régimen castrista
decidió emitir permisos de viaje como parte de una campaña destinada a
convencer al mundo de que la prometida agenda reformista es real. La
decisión, sin embargo, está complicando seriamente el intento de Cuba de
transformar su imagen.
El problema es que mientras más cubanos viajan, más claro es el
mensaje para el resto del mundo de que la vida en la isla es
rudimentaria y degradante y que casi no ha cambiado.
Un golpe directo proviene de Rosa María
Payá, la hija de 24 años del fallecido disidente Oswaldo Payá. Armada
con una visa, viajó a Madrid para entrevistar al ciudadano español Ángel
Carromero, el conductor del auto en el que iba su padre el 22 de julio
de 2012, justo antes de que el vehículo chocara y Payá muriera.
El régimen cubano culpó a Carromero de las muertes de Payá y de otro
pasajero, el también disidente Harold Cepero. El español fue sentenciado
y encarcelado por homicidio culposo y se le impidió hablar con la
familia de Payá. Pero en diciembre quedó con libertad condicional y se
le permitió volver a su país. En un comunicado leído durante una
conferencia de prensa realizada el jueves en Madrid, Payá dijo que su
propia investigación, que incluye una revisión de los mensajes de texto
enviados del teléfono de uno de los otros pasajeros, concluye que "no
hubo un accidente". "El carro en que viajaban mi padre, Harold, Aron y
Ángel fue intencionalmente golpeado por detrás por otro auto, pero este
golpe no ocasionó la muerte a ninguno de los pasajeros.
Payá agregó que "ninguno de los sobrevivientes recuerda que el auto
haya dado vueltas o se haya estrellado contra árbol alguno". Es más,
según su texto, "los dos extranjeros (Carromero y un activista sueco de
los derechos humanos) fueron inmediatamente sacados del lugar de los
hechos por hombres que llegaron en otro auto. No sabemos qué ocurrió con
mi padre y su amigo, Harold Cepero".
Payá recalcó que había habido atentados contra la vida de su padre y calificó su muerte como un "probable homicidio".
Se trata de una vergüenza mayúscula para el régimen e ilustra el
problema que La Habana afronta al tratar de mantener un Estado
totalitario al tiempo que permite los viajes al exterior. Para ser
convincente cuando dice que el país se está abriendo, La Habana tiene
que conceder permiso no solamente a los cubanos que quieren ir a Miami a
comprar los artículos que no pueden obtener en el paraíso
revolucionario, como papel higiénico y jabón.
El gobierno ya ha negado el permiso a un número importante de
disidentes, pero obviamente sintió que podía dejar partir a otros. Una
de las figura de mayor perfil es la bloguera Yoani Sánchez, que se
encuentra en una gira mundial. Su primera escala fue en Brasil, donde
simpatizantes locales de la dictadura militar de Cuba la abuchearon. La
manifestación debía ser una prueba de la popularidad perdurable de la
opresión cubana en Brasil. Pero dos cosas salieron muy mal.
En primer lugar, la revista brasileña Veja reportó que las
manifestaciones no tenían nada de espontáneas. Según la publicación, un
asesor de la presidenta Dilma Rousseff, miembros de su Partido de los
Trabajadores y el embajador cubano en Brasil habrían conspirado para
desacreditar a Sánchez ante los ojos de los brasileños e interrumpir sus
apariciones públicas. Si el relato de Veja es cierto, y suena factible
si se toma en cuenta que Brasil reconoció que Cuba le dio un expediente
de Sánchez, la Cuba "reformista" sigue siendo una abanderada del
espionaje asolapado, la propaganda y la agitación política. La
rehabilitación de la dictadura no parece marchar muy bien.
Sánchez reaccionó a las provocaciones de los manifestantes diciendo
cuánto respetaba y admiraba un país que defiende el derecho a la
libertad de expresión. Sus críticos brasileños terminaron apareciendo
como un grupo pequeño e intolerante.
El recorrido europeo de Payá incluyó también una parada en Suiza,
donde dio un enérgico discurso en inglés ante la Quinta Cumbre de
Ginebra sobre Derechos Humanos y Democracia. Haciendo hincapié en su
compromiso con una transición pacífica en su país, describió las
reformas cubanas como "cambio fraudulento" que está "diseñado para
preservar el poder y la autoridad (del régimen)".
A modo de ejemplo, Payá resaltó que aunque la necesidad de un
"permiso de salida" ha sido eliminada, ahora hay en su lugar "una lista
de requisitos" para obtener un pasaporte. "El gobierno continúa
decidiendo quién puede entrar o salir de la isla", observó. "Esta vez,
pude salir pero otros cubanos no pudieron ni pueden".
Si la articulada y apasionada señorita Payá y otros como ella podrán
ir y venir de Cuba o si el régimen los mantendrá bajo control, será
decisivo. Simplemente pintar a los defensores de la libertad como
marionetas de EE.UU. no surtirá mucho efecto si se agota la capacidad
del régimen para aislar al pueblo cubano.
"No queremos, y no necesitamos, depender de nadie", dijo Payá en
Ginebra. "Ni siquiera de Venezuela, ni de Estados Unidos. Lo que
necesitamos es ser libres".
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