El funeral del ´papá grande´
La Prensa, Panamá
Hace unos días, en un país de
tierra caliente, sin minerales ni petróleo, muere de repente su
mandatario. Era el vigésimo segundo presidente que sucesivamente ocupaba
el solio presidencial con una envidiable trayectoria electoral,
siempre democrática, trasparente y civilizada.
Fue, sin lugar a
dudas, un hombre ejemplar; reelecto en el cargo dentro del más estricto
apego constitucional, por el periodo adicional que le permitían las
leyes. Su legado no puede ser catalogado sino como “enorme”. Durante sus
dos mandatos, el nivel de vida en monto y calidad creció, gracias a la
generación de empleos productivos e inversión pública y privada, mano a
mano. Todos, incluso la más radical oposición, coinciden en que su obra
puede resumirse en “defensor de los derechos civiles, y por ser fanático
de la República y la separación de poderes”.
Las exequias se
llevarán a cabo en la Catedral Metropolitana; los deudos tuvieron que
negociar con el arzobispo y el nuncio; el difunto era agnóstico y así
vivió, negándose en el lecho de muerte a besar un crucifijo de lata y
arrepentirse de sus ideas. No como muchos aquellos que despotrican, a
diestra y siniestra, y luego imploran cristiana sepultura.
Su
muerte conmueve al mundo, pero no lo mueve. Los países vecinos, con más
relaciones e intercambio, quizá manden su canciller. Los más distantes
se harán representar por sus embajadores. Total, el funeral en un país
en donde funciona el Estado de derecho, no es el acontecimiento social
en el que se viene a “lambonear” para evitar amenazas a las inversiones
foráneas. Ni vienen los reyezuelos y príncipes, procónsules oficiosos,
a velar por sus empresas ni por las frecuencias de vuelo ni por los
derechos de paso ni por los contratos directos. En este sepelio no hay
petróleo ni aluminio que vender ni que comprar. Esas cosas aquí, están
resueltas hace años, con o sin el señor presidente.
En un país
donde se practica el pluralismo y se respetan las libertades, no hay tal
cosa como alianzas, ligas o Albas de la izquierda ni de la derecha.
Aquí no se cae ni en el fanatismo del fatigado discurso populista ni en
las discretas condolencias del cartel de banqueros e industriales, todos
con el mismo traje azul marino, traídos al país en una bandada de
metálicos Gulfstreams y Citations.
Aquí, la muerte sigue siendo un
asunto fundamentalmente familiar. Y no es hasta la tercera fila de la
catedral en donde se atisba a funcionarios, embajadores, opositores
políticos, intelectuales y profesionales del país. Adelante, la familia y
los amigos y, si fuera el caso, un puesto o dos para alguna figura
política o intelectual del exterior que hubiese compartido amistad con
el señor Presidente. Los magistrados de la Corte Suprema y el presidente
del Senado y diputados de Gobierno y oposición, ocupan un costado de la
nave, a su misma altura, pero separados.
Terminada las exequias,
el cortejo fúnebre camina a paso lento al camposanto. El presidente,
bombero voluntario desde joven, recibe los honores del cuerpo; un lujo
que en vida aceptó renegando; ya que la alternativa era guardia de honor
del Ejército; de eso… ni hablar.
Su féretro cubierto con la
enseña nacional se pone sobre el carro bomba más moderno de la
institución. La multitud da el último adiós a su presidente, sin
histeria ni consignas revolucionarias. Al fin y al cabo, todos y cada
uno sabe, que su futuro no está en el que se va ni en el que viene, sino
en ellos mismos.
Por supuesto que el deceso de un personaje tan
aburrido no atrae a la prensa internacional ni a las grandes cadenas de
TV. Aquí no hay grandes entrevistas ni grandes incógnitas respecto del
futuro de esta nación. El morbo del poder y sus secuelas es un asunto
resuelto. La interminable cadena de aduladores, dizque analistas
ilustrados e ideólogos, ya son fiebre pasada en este país.
Así las
vedettes de la tele, igual que los reporteros de los grandes diarios,
se han quedado en Miami tomando café y mojitos, con la nostalgia de
pronto tener otro funeral, como el de Hugo Chávez.
Esos, esos sí fueron ¡los funerales del papá grande!
- 23 de enero, 2009
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