No se acabó la rabia
La muerte de Hugo Chávez no garantiza que sus
desastrosas políticas vayan a cambiar, mucho menos que Venezuela vaya a
prosperar pronto. El daño causado es profundo y podrá ser reparado
únicamente cuando haya transcurrido toda una generación de ciudadanos
que reconozcan el error de haber adoptado el “socialismo del siglo
XXI”. Dicen que “cada quien habla de la feria según le va”. Los
marxistas lloran la muerte de “su comandante”. Su “virtud” más
resaltada es que “se preocupó por los pobres”.
Sin embargo, el legado de Chávez debe evaluarse menos
por sus intenciones y más por sus resultados. Desde esa métrica, la
Venezuela post Chávez será una nación sumida en la polarización y
persecución política, el intervencionismo estatal, la violencia, la
pobreza y la falta de libertad de expresión. Más allá de la demagogia,
ese es el legado real de Chávez.
Puesto de otra manera, es
increíble que poseyendo las reservas petroleras más grandes del planeta y
luego de 14 años del autoritarismo chavista, Venezuela esté clasificada
por Transparencia Internacional como la Nación más corrupta del
continente o que se encuentre en el último puesto de 144 países en el
Reporte de Libertad Económica del Instituto Frazer. No menos
sorprendente es que tenga una de las tasas de inflación y déficit fiscal
más altos de Latinoamérica. Más humillante aún son las fotos de los
supermercados vacíos que muestran una economía destruida por el
intervencionismo del Gobierno. Ni harina para arepas hay.
Se
estima que Chávez utilizó aproximadamente una tercera parte de sus casi
US$1 mil millones de ingresos anuales petroleros para “los pobres”. Con
ello compró su popularidad. Qué bueno. Pero despilfarró el resto en sus
aventuras armamentistas, corrupción y la compra de votos de naciones a
través de programas como Petrocaribe. “Dime con quién andas y te diré
quién eres” —decían las abuelitas—. Los grandes amigos internacionales
de Chávez eran el ruso Putin, el iraní Ahmadineyad, el libio Khadafi,
los hermanos Castro de Cuba y el norcoreano Kim Il Sung.
Con la
muerte de Chávez la situación económica se tendrá que poner peor antes
de ponerse mejor. La reciente devaluación de 30 por ciento no alcanzará a
cubrir la pérdida real del poder adquisitivo del bolívar. Peor aún,
Chávez se encargó de destruir las instituciones políticas y democráticas
de Venezuela. La independencia del poder Judicial o Legislativo
murieron frente al autoritarismo fascista del “comandante” como
Rigoberta Menchú se refirió a él recientemente luego de transmitirle
“energía cósmica”.
Queda demostrado, de nuevo, que la prosperidad
de las naciones es un ejercicio deliberado basado en la creación de
instituciones que fomenten la empresarialidad, el buen gobierno y el
respeto a los derechos individuales. No importan las buenas intenciones
ni los recursos naturales. Un gobernante como Chávez es garantía de que
la pobreza seguirá siendo la condición natural de las personas. El
fracaso del “socialismo del siglo XXI” es evidente.
- 23 de julio, 2015
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