Venezuela y los espejos deformantes
Fueron herméticos y alargaron el tiempo desde el momento en que
supieron que Hugo Chávez padecía un cáncer incurable. Sucedió en el
verano de 2011. La cúpula chavista, asesorada por el régimen de los
hermanos Castro, tuvo tiempo para diseñar el traspaso de poder del
fallecido mandatario a su entonces vicepresidente, Nicolás Maduro, que
ya ha jurado como presidente encargado hasta que se celebren las
próximas elecciones.
Todo estaba atado y bien atado cuando Chávez,
pálido y trémulo antes de someterse a una última operación que no pudo
salvarlo, les dijo a los venezolanos que votaran por su elegido. Aquel
mensaje (ahora se sabe que fue su despedida) fue el primer acto
electoral a favor del candidato oficialista que hoy juega con ventaja
desmedida.
Desde principios de diciembre, cuando el líder
bolivariano desapareció en la nebulosa de unos partes médicos que
desafiaban a la ciencia y al sentido común, el guión se siguió
minuciosamente: su agonía y el eventual anuncio de su muerte se
dosificaron para construir el mito en crescendo. Daba igual su
corporeidad porque Chávez se ha trasmutado en el pueblo y, como Dios, es
omnipresente “donde quiera que esté”.
En la política el branding es tan importante como la colocación en
el mercado de cualquier otro producto. Y era preciso vincular a Maduro a
la marca “chavismo sin Chávez” para optimizar una carrera presidencial
en la que lleva delantera con respecto a la eclipsada oposición, aupado
por el espectáculo mediático en que se ha transformado el duelo oficial
de su antecesor.
Si bien es verdad que el gobierno se condujo con
pausa para consolidar la leyenda del Chávez heroico que ahora denominan
el “Cristo de los pobres”, también han aprovechado el tumulto y el
delirio de las masas para pasarle deprisa y corriendo a Maduro la batuta
del mando en presencia de los restos mortales de su mentor, como el
caballero investido en una ceremonia exprés.
En medio de la
conmoción, las calles tomadas por las turbas sollozantes, los jefes de
Estado atrapados por la agenda errática del país anfitrión y los días de
asueto que se prolongan con ceremonias y discursos emotivos, parece
materializarse la transición sucesoria ante el desconcierto de un rival
político, de nuevo Henrique Capriles Radonski, que no tiene ni papel ni
parte en el montaje de la coreografía.
La súper producción no ha
finalizado y hasta culminar en la exhibición de Chávez embalsamado “para
que todo el mundo pueda contemplarlo como a Ho-Chi Minh, Lenin y como
Mao Tse Tung”, quedan por presenciar muchos actos que pueden incluir
cambios espontáneos y de última hora para ajustarse a un fin que
justifica los medios.
En Luces de Bohemia
Max Estrella, el protagonista de la célebre obra de Valle-Inclán, le
dice a Don Latino: “Los héroes clásicos reflejados en los espejos
cóncavos dan el Esperpento”. La distorsión de la realidad se fraguó en
el verano de 2011 en La Habana.
© Firmas Press
- 23 de julio, 2015
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