La “democracia” autoritaria
Si
en un grupo de tres personas integrado por dos hombres y una mujer, uno de
ellos decide hacer una votación para violar sexualmente a la dama y en dicha votación
gana el sí con el voto de los dos hombres, a nadie se le ocurriría justificar
semejante acto bajo el argumento de que la decisión fue democrática. Sin
embargo muchos están dispuestos a justificar los atropellos que cometen
gobernantes populistas y autoritarios bajo el pretexto de que la mayoría los
apoya. Y de esa manera los caudillos roban, confiscan lo que ha sido fruto del
trabajo ajeno, persiguen y encarcelan a quienes no han cometido otro delito que
discrepar con el jefazo, mienten y reniegan de su palabra empeñada, tuercen las
leyes a su favor, compran o intimidan a jueces y fiscales para que prevariquen,
violan la constitución y las leyes que han jurado cumplir.
También
hay quienes, reconociendo los abusos cometidos, los justifican diciendo que el
caudillo ha ayudado a los pobres. Semejante argumento es análogo a decir que si
un cura es pederasta, pero hace un buen trabajo ayudando a los niños
indigentes, entonces no merece castigo alguno y hay que dejarlo que continúe
con su labor. Como que una acción buena borra una mala. Pues en los ejemplos
precedentes ni los dos caballeros violadores son demócratas ni el cura está
libre de pecado y los tres deberían pagar sus culpas en la justicia terrenal.
La
mayoría de los países democráticos reconocen que existen ciertos derechos
individuales que son inalienables como ser la vida y la libertad y que hay
ciertas acciones que un Estado republicano no debe permitir incluso si la
mayoría lo consiente. También reconocen que la justicia debe aplicarse por igual
para todos y que si alguien comete un delito, pues debe ser juzgado y cumplir
su condena sin importar quién es y qué cosas buenas ha hecho en el pasado.
Donde hay justicia un violador va a la cárcel, sin importar si es presidente de
la república, si ganó la copa mundial de fútbol o si sacó de la pobreza a un
millón de personas.
Los
nuevos caudillos “democráticos” en cambio ignoran estos principios y sostienen
por un lado que el apoyo de la mayoría los habilita para cometer todo tipo de
atropellos contra la vida, la libertad y la propiedad de otras personas y por
otro lado que sus actos de corrupción, abusos y violaciones a las leyes sus
abusos, están justificados y redimidos por unos cuantos programas de ayuda a
los más pobres. Tristemente esa es la situación de varios países de
Latinoamérica.
- 23 de julio, 2015
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