El pastor y las ovejas
Una vez más la elección de un nuevo Papa ha
acaparado la atención del mundo, incluyendo a los más escépticos en
materia religiosa. A fin de cuentas, una de las instituciones más
antiguas y venerables de la historia –la Iglesia católica– ha demostrado
su capacidad para preservar su doctrina y sus rituales más allá de los
vaivenes políticos y sociales.
En esta ocasión la espectacularidad del
escenario de la Plaza de San Pedro vino acompañada de un anuncio que
sorprendió a la mayoría de los católicos del mundo. El nuevo Papa es
primero en todo: el primer pontífice latinoamericano y jesuita que,
además, estrena el nombre de Francisco (en homenaje a Francisco de Asís)
para presidir la Iglesia.
Cuando el cardenal protodiacónico
Jean-Louis Tauran pronunció el nombre de Jorge Mario Bergoglio, hasta
los más experimentados vaticanistas se llevaron una sorpresa con la
elección del arzobispo de Buenos Aires. Se dice que en 2005 estuvo a
punto de contar con los votos necesarios para arrebatarle a Benedicto
XVI la silla papal, pero este año Bergoglio no figuraba entre los
favoritos de las quinielas.
Si hasta hace unos días Jorge Mario
Bergoglio era un desconocido para muchos fieles, hoy su biografía inunda
las redes sociales. En su Buenos Aires natal quienes lo conocen señalan
que es humilde, austero y dedicado a los pobres, más preocupado por las
carencias de la sociedad que por el boato eclesiástico. Pero en el
perfil de este hombre que en la capital argentina es descrito como
“santo” también hay zonas de claroscuros.
Ningún argentino que
vivió de cerca el tenebroso periodo de la dictadura militar desde 1976 a
1983, se libró de la erosión moral que sufrió el país durante la guerra
sucia que se cobró miles de desaparecidos. La junta militar puso en
marcha una maquinaria de terror y represión contra los militantes
izquierdistas que implicaba el silencio o la complicidad de buena parte
de la población. Y Bengoglio, como el resto de la nación, no salió
indemne de esos años terribles, en los que los desafectos podían acabar
en fosas comunes o arrojados al fondo del mar en los vuelos de la
muerte.
Según una investigación llevada a cabo por el periodista
Horacio Verbitsky, el actual Papa pudo haber facilitado la detención de
dos jesuitas peronistas cuando presidía la Compañía de Jesús.
Alegaciones que Bergoglio ha refutado de manera contundente, asegurando
que hizo todo lo que pudo por proteger a quienes en esos tiempos eran
perseguidos. En su defensa ha salido el Premio Nobel de la Paz 1980
Alfredo Pérez Esquivel, quien mantiene que el actual pontífice sí ayudó a
religiosos que corrían peligro. No obstante, Pérez Esquivel lamenta que
en aquel entonces no defendiera públicamente los derechos humanos.
Era
inevitable que surgiera un debate de esta naturaleza al alcanzar el
título más alto de la Iglesia el que fuera arzobispo de Buenos Aires. En
todos los países donde un sistema despótico ha amordazado a los
individuos, la Iglesia se ha visto en la disyuntiva de tenderle la mano a
los disidentes o de hacerle el juego al oficialismo. Si en la Argentina
del general Videla muchos se sintieron abandonados por el prelado,
salvo en contadas y honrosas excepciones, a lo largo de más de medio
siglo la jerarquía eclesiástica en la Cuba de los hermanos Castro se ha
limitado a defender tímidamente a la oposición. Hasta el día de hoy, por
ejemplo, el arzobispo de La Habana no ha acompañado en sus
manifestaciones dominicales a las pacíficas Damas de Blanco, en señal de
inequívoco apoyo a la causa de la libertad en la isla.
Podría
decirse que el papel de la Iglesia es pastoral y no de carácter
político, pero incluso entre los propios sacerdotes existen diferencias
en lo relativo a la lucha contra las injusticias. Si no, de qué otra
manera podría interpretarse la inmolación en Polonia del sacerdote
católico Jerzy Popieluszko, que fue asesinado en 1984 por la policía
política por su activismo a favor de la disidencia y su vinculación al
movimiento Solidaridad. Desde el púlpito, aquel joven cura criticaba
abiertamente el régimen comunista y exhortaba a los feligreses a
protestar. Hasta el día de hoy, los polacos recuerdan a Popieluszko como
un héroe y en 2010 Benedicto XVI aprobó su beatificación.
El Papa
Francisco, que desde su elección ha reiterado su compromiso con los más
necesitados, ahora tiene la oportunidad de potenciar en el seno de la
Iglesia la defensa de los derechos humanos donde quiera que haya un
gobierno dispuesto a pisotearlos. Hay ovejas que vagan huérfanas.
© Firmas Press
- 23 de julio, 2015
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- 29 de febrero, 2016
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