¿Qué significa tener un Papa jesuita?
¿Que significa que tengamos ahora a Francisco, un Papa jesuita? Para
responder a esa pregunta, hay que saber ¿qué es un jesuita? En pocas
palabras, un jesuita es un miembro de la mayor orden religiosa católica
para hombres en el mundo (otras órdenes religiosas incluyen a los
franciscanos, los dominicos, los benedictinos y los salesianos, entre
otras). Eso significa que como otras órdenes religiosas tomamos votos de
pobreza, castidad y obediencia y vivimos en comunidad. Al contrario de
los sacerdotes diocesanos, sin embargo, nuestro trabajo no está
centrando tanto en la vida parroquial. Un sacerdote diocesano (o “cura
párroco”) entra en un seminario local para prepararse para su trabajo en
una diócesis particular, en una serie de parroquias -celebrando misas,
presidiendo bautismos, matrimonios, funerales, quizá dirigiendo escuelas
parroquiales.
Los sacerdotes de las órdenes religiosas tienen un
trabajo algo distinto. Por ejemplo, más allá de nuestro bien conocido
trabajo en educación, los jesuitas trabajan como directores de retiro,
capellanes de hospitales, capellanes de cárceles y en posiciones tan
variadas como geólogos, músicos, astrónomos, activistas sociales,
físicos y escritores, entre muchas otras actividades. Y sólo para
confundir más, a veces los obispos locales nos piden que nos hagamos
cargo de una parroquia -por lo que sí, a veces terminamos trabajando
como curas párrocos.
Todo esto surge del intento original de la
Sociedad de Jesús, fundada por San Ignacio de Loyola, un soldado que se
volvió místico, en 1540, que pretendía -como usualmente se cree- ser la
vanguardia de la Contra Reforma o fundar grandes escuelas, sino algo más
simple. Estábamos para “ayudar almas”. Y hay tantas formas de hacerlo
como hay jesuitas, por eso nuestras vidas muchas veces nos lleva a los
márgenes, a lugares donde los otros sacerdotes no pueden ser enviados.
Esto
explica la improbabilidad de la elección de un jesuita como Papa.
“Ninguna posibilidad”, le dije a un amigo que me preguntó sobre las
posibilidades del cardenal Bergoglio de convertirse en el sucesor de San
Pedro. Somos vistos como muy diferentes de los miembros del Colegio
Cardenalicio. Hace un par de noches el mismo amigo me envío un mensaje:
“Hey, ¿qué pasó? Pensé que habías dicho que un jesuita no puede ser
Papa, ¿eso quiere decir que estabas equivocado?”. Admití que había
carecido de imaginación sobre la primera pregunta, pero seguí dando un
decidido “No” a la segunda.
Antes de ser ordenado obispo,
Bergoglio no era sólo un jesuita que tomó los votos de pobreza, castidad
y obediencia, también era un líder jesuita. Después de su ordenación
sacerdotal, sirvió como director del noviciado jesuita en Argentina, una
posición clave, muchas veces descrita por los jesuitas como “el trabajo
más importante” de la orden. ¿Por qué? Porque esa persona es la
responsable del entrenamiento espiritual de los nuevos jesuitas, los
novicios. Normalmente la persona elegida es destacada tanto por su
santidad como por su juicio.
Luego el padre Bergoglio fue elegido
por los superiores generales de los jesuitas en Roma para servir como
el jesuita provincial, esto es, el superior regional de todos los
jesuitas en el área. Esto significa no sólo tener responsabilidades en
la asignación de personas a distintos ministerios, sino también de
preocuparse de los miembros de la orden. San Ignacio de Loyola quería
que el maestro de los novicios y el provincial pudieran sobre todo amar a
sus hermanos jesuitas y preocuparse de ellos. El Papa Francisco tiene
experiencia en ambas cosas.
La alegría entre los jesuitas era
palpable. Horas después de la elección, el superior jesuita escribió a
todos los jesuitas del mundo que rezaran por “nuestro hermano”. Pero fue
la improbabilidad de esta elección lo que me golpeó a mí y a la mayoría
de los jesuitas. “No podía creerlo”, dijo más de un miembro de mi
comunidad. Debido a nuestras características la elección nos dejó
asombrados. Claramente los cardenales estaban buscando algo y alguien
diferente y por eso sus diferencias pueden haber sido atractivas.
Particularmente, a la luz de los escándalos de Vatileaks, los cardenales
quizá estaban buscando a alguien que pudiera darle una mirada fresca a
las cosas y mover la burocracia en una nueva dirección. En el balcón de
San Pedro el Papa Francisco bromeó sobre sus orígenes: “Parece que los
cardenales tuvieron que ir a buscar al fin del mundo para encontrar un
Papa”. Pero a veces alguien de fuera, de la periferia, es justo lo que
el centro necesita.
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