Cristina y la “Franciscomanía”
Varias semanas después de la elección del Papa
Francisco, de Argentina, no hay duda de que la euforia causada por su
designación —o “Franciscomanía”— ha despertado un fervor religioso aquí,
pero hay un creciente debate sobre si este fenómeno ayudará o
perjudicará al gobierno populista de este país.
Francisco se ha
convertido, sin dudas, en la figura más querida de la historia política
reciente de Argentina. A diferencia de la difunta primera dama Evita
Perón —quien era amada por muchos, y también despreciada por otros
tantos—, es difícil encontrar a un argentino que no esté feliz con la
elección del Papa.
La gente aún comenta maravillada el reciente
titular sobre el llamado personal que hizo el Papa al kiosco que le
llevaba el diario en Buenos Aires, para pedir que interrumpieran la
entrega diaria (“en serio, soy el padre Jorge, estoy llamando desde
Roma”, tuvo que insistirle el Papa al incrédulo diariero). O cuando
llamó personalmente a su dentista de Buenos Aires para cancelar un turno
pendiente.
El Papa goza de un porcentaje de aprobación de mas del
90 por ciento, dicen los encuestadores. Comparativamente, el índice de
popularidad de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner es de
alrededor del 40 por ciento.
En las escalinatas de la catedral de
Buenos Aires ha florecido un negocio de vendedores que ofrecen
camisetas, llaveros, y calendarios con la imagen del papa Francisco.
El
padre Adolfo Granillo Ocampo, de la iglesia de Nuestra Señora de las
Nieves, me dijo que la asistencia a su iglesia ha subido un 30 por
ciento desde la elección papal. “Hay una euforia generalizada en torno
del Papa”, me dijo el sacerdote.
Pero en lo que hace al posible impacto político de la “Franciscomanía”, las opiniones están más divididas.
Hay tres grandes corrientes de opinión:
Un
primer grupo de analistas políticos piensa que el “efecto Francisco”
ayudará a la presidenta Fernández a ganar las elecciones parlamentarias
de octubre, y a cambiar la constitución luego para poder reelegirse
nuevamente. Según esta corriente de opinión, la elección del Papa ha
mejorado el humor popular, y eso ayudará a compensar el malestar social
por la creciente inflación, los altos porcentajes de criminalidad y los
temores de una nueva crisis económica.
Fernández, que tenía una
mala relación con Jorge Mario Bergoglio cuando este era el Arzobispo de
Buenos Aires, ha dado un giro de 180 grados para sumarse públicamente a
la alegría producida por la designación de un papa argentino.
Las
fotos sonrientes de Fernández con el Papa durante su asunción en el
Vaticano beneficiarán a la Presidenta, y muy pocos recordarán los
tiempos en que las relaciones entre ambos eran tensas, según este grupo
de opinión.
– Un segundo grupo de analistas políticos cree que el “efecto Francisco” no beneficiará ni perjudicará a Fernández.
“Este
Papa cambiará el mundo, pero no podrá cambiar la Argentina”, me dijo el
analista político Rosendo Fraga, solo bromeando a medias.
Fraga
señaló que desde la elección papal Fernández no ha reducido para nada
sus ataques contra los medios de prensa independientes, ni contra sus
rivales políticos, pese a los históricos llamados del nuevo papa al
diálogo y a la tolerancia política.
Por el contrario, el gobierno
ha tomado medidas más duras, como prohibir a los supermercados hacer
publicidad en los diarios, señaló Fraga. Esta medida estrangulará
financieramente a los periódicos críticos del gobierno, pero no afectará
a los diarios oficialistas, que viven de la publicidad oficial.
–
Un tercer grupo de analistas políticos cree que el “efecto Francisco”
perjudicará al gobierno de Fernández, porque los mensajes del Papa
contra el autoritarismo, la intolerancia y la soberbia serán leídos por
la mayoría de los argentinos como críticas indirectas a Fernández.
“Un choque es inevitable, y el choque perjudicará a Cristina”, me dijo el encuestador Jaime Durán Barba.
Mi
opinión: Pese al giro de último minuto de Fernández para sumarse a la
“Franciscomanía”, el hecho de que el Papa se haya convertido en el
principal referente moral de este país le hará más difícil a la
Presidenta perpetuarse en el poder.
Es cierto que Francisco
probablemente no hará declaraciones sobre la política argentina. Y se
espera que Francisco haga su primera visita a Argentina como Papa en
diciembre —después de las elecciones legislativas de octubre— , de
manera de no interferir con la política local.
Pero en las
homilías que pronunciará durante su primera visita latinoamericana a
Brasil, en julio, sus habituales críticas a las conductas autocráticas,
la arrogancia política y la soberbia inevitablemente serán vistas por
muchos aquí como alusiones indirectas a la Presidenta.
Como
mínimo, es probable que la “Franciscomanía” actúe como un contrapeso a
los aparentes intentos de Fernández torcer las reglas del buen
comportamiento democrático –y de civilidad– para reelegirse a cualquier
costo.
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