El gas se acaba en la Bolivia socialista
Un informe presentado a
inicios de 2013 por el viceministro de Exploración y Explotación de
Hidrocarburos, Eduardo Alarcón, establece que Bolivia sólo cuenta actualmente
con reservas probadas de gas por 8,23 TCF, lo cual le alcanzaría para
satisfacer las demandas del mercado interno y los compromisos de exportación
por los próximos diez años. Esta situación representa una grave amenaza para el
futuro del país, poniendo en riesgo su estabilidad económica y social, frente a
un elevado gasto público que no podrá ser solventado sin los ingresos
extraordinarios del gas.
En el mismo informe se
resalta que en tres años, entre 2010 y 2012, Bolivia consumió 1,71 TCF,
equivalentes al 17% de sus reservas probadas de gas, lo que no hace sino
confirmar las preocupaciones sobre la seguridad energética nacional. Frente a
esto, el Gobierno reacciona anunciando un millonario programa de exploraciones
que supuestamente asegurará la provisión del energético. Ésta es una iniciativa
positiva pero no garantiza la solución del problema. Argentina, con políticas
sectoriales similares a las bolivianas, lleva varios años procurando
desarrollar nuevas reservas sin logros significativos.
Esta falta de
certidumbre sobre las reservas gasíferas nacionales cae en el peor momento pues
se avecina la finalización del contrato de exportación de gas a Brasil, con lo
cual se debilita la posición nacional para negociar la renovación del contrato
si no existen suficientes reservas. Adicionalmente, nuestro gigante vecino ha
dado varias señales de que las condiciones de las ventas futuras serán
distintas pues tiene muchas más reservas que las que disponía cuando se firmó
el contrato anterior, dos décadas atrás.
Peor incluso, el
desarrollo de la tecnología del “shale gas” ha provocado una considerable baja
en el precio internacional del gas en la medida que Estados Unidos ha logrado
su autosuficiencia y podría tener el mismo impacto en el precio del petróleo si
se logran resultados similares en el desarrollo del “shale oil”, lo que les
permitiría a los estadounidenses no depender del petróleo de la OPEP para
abastecer su mercado interno, factores que provocarían una baja de los precios
internacionales del petróleo.
Consecuentemente,
Bolivia se enfrenta a una doble amenaza, disminuirían sustancialmente sus
ingresos por exportación de hidrocarburos por la falta de volúmenes para
exportar y disminuirían los precios de exportación. Ambas combinadas podrían
provocar una profunda crisis fiscal que nos llevaría a la falta de capacidad
estatal para solventar el nivel de gasto público alcanzado durante el Gobierno
del MAS.
Los efectos preliminares
de la falta de desarrollo de nuevas reservas ya se sienten; YPFB, empresa
estatal de petróleo, no puede asegurar la provisión de gas para la instalación
de nuevas industrias en territorio nacional, lo cual paraliza la inversión en
diversos e importantísimos sectores para la creación de nuevos empleos.
Paradójicamente, el partido que hizo de la industrialización de los hidrocarburos
el eje central de su discurso opositor, prioriza la exportación pues le genera
más recursos para financiar la inmensa cantidad de empresas públicas estatales,
en su mayoría improductivas, que ha creado.
Paralelamente, el
Gobierno del MAS está incrementando la exportación de gas a la Argentina y
simultáneamente impulsando proyectos como la planta de urea, que consumirían
significativas cantidades del energético, lo que sólo agravaría la crisis
futura de desabastecimiento, tanto para el mercado interno como para cumplir
los contratos de exportación.
El Gobierno debe ser transparente sobre su gestión de la principal fuente de
ingresos para Bolivia. Seguir simplemente gastando las reservas sin tomar
previsiones sobre el futuro es llevar al país a un salto al vacío.
El autor fue presidente
del Senado.
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