Quijotesco Evo
Releyendo
El Quijote se me antoja comparar aquella obra con lo que sucede en mi país
donde también la realidad se confunde con la ficción, y Evo Morales convertido
en caballero andante, desfacedor de tuertos, auxilio de los menesterosos, azote
del capitalismo, reserva moral de la humanidad pretende salvar al planeta y a
sus habitantes de no sé qué cosa.
Don
Quijote, es capaz de alterar la realidad; verbigracia confundir molinos con
gigantes o manadas de cabras con ejércitos enemigos y de esa manera crear
aventuras propias de la andante caballería. La capacidad para ajustar el
entorno a sus delirios también le sirve al Caballero de la Triste Figura para
explicar un mal desenlace en sus aventuras: si algo le sale mal simplemente es
debido a los encantamientos que sobre él ponen los malos encantadores,
envidiosos de su fama. Análogamente Evo inventa encantamientos, conspiraciones,
ejércitos separatistas, empresarios que causan desabastecimiento, imperios que
provocan que sus propios funcionarios públicos sean corruptos y
extorsionadores, y lanza acusaciones con tanta imaginación como ausencia de
pruebas.
El
fiel escudero Sancho Panza a veces compartía la locura de su jefe, otras le
reconocía loco y hasta le tomaba el pelo. Y así sucede con los varios escuderos
de Evo. El más sincero y fiel de ellos es el canciller Choquehuanca que entre
otras cosas, afirma que las piedras tienen sexo. Pero no quepa duda que otros
escuderos, menos fantasiosos, se deben reír en sus adentros cuando el Jefazo
pronuncia alguna evada de esas que dan vueltas al mundo por ingeniosas y
cómicas. Y es que si Sancho pronuncia refranes a troche y moche, Evo tiene sus
evadas, que también salen de su boca con prodigalidad, como aquella de que que
los terremotos son consecuencia de las políticas neoliberales, o que sus
antepasados lucharon contra el romano romano o que en 10 o 20 años estaremos
mejor que Suiza.
Por
supuesto, no todas son similitudes, también hay contrastes entre don Quijote y
Evo. Uno de ellos es que don Quijote era un caballero honorable que cumplía la
palabra empeñada, como cuando pierde un duelo con el Caballero de la Blanca
Luna y se compromete a abandonar la andante caballería. Al contrario, Evo es
bastante mentirosillo y puede prometer una cosa y al tiempo renegar de ella sin
empacho ni vergüenza, como sucede con el tema de su reelección para un tercer
periodo consecutivo.
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