Venezuela: Misticismo en el inicio de campaña de Maduro
SABANETA, Venezuela.- Nicolás Maduro llegó ayer hasta la tierra natal de Hugo Chávez,
sabedor de que en Venezuela, desde hace 14 años, las elecciones las
ganan las emociones y no las razones. ¿El objetivo? Iniciar su marcha
triunfal desde el pueblo de Sabaneta hasta el Palacio de Miraflores, empujado por el recuerdo del "comandante perpetuo".
Y allí, en el patio de la casa donde se crió el líder
revolucionario, convertida hoy en la sede local del Partido Socialista
Unido de Venezuela (PSUV), el candidato oficialista se rodeó de los
cinco hermanos Chávez para dar el banderazo de salida hasta el 14 de
abril en la campaña más corta y más desequilibrada de los últimos
tiempos.
Sentado entre los Chávez y frente a Rebelión y
Revolución, los árboles plantados por el propio Hugo y por Evo Morales,
el presidente encargado ejerció de maestro de ceremonias sin la pericia
de su padrino político.
"Venimos a hacer un compromiso con la tierra que lo vio
nacer: no fallarle al pueblo e ir hasta las últimas consecuencias en la
construcción del socialismo", arengó Maduro, que quiso destacar,
parafraseando a María Gabriela, una de las hijas del "líder perpetuo",
que "el gigante es él; el otro gigante es el pueblo".
Adán Chávez, gobernador de Barinas y hermano mayor del
clan, le dio la réplica para esclarecer cualquier tipo de duda:
"Quisimos acompañarte como familia para confirmarte que seguimos el
mandato del comandante Chávez. En estos días, hemos vivido un huracán de
sentimientos".
Maduro añadió nuevos apodos a su líder: "Profeta de Sabaneta" y
"Héroe de la patria humana". Y entre hipérboles y excesos sentimentales,
narró su propia experiencia mística. "Entré [el lunes] en una capilla
chiquitita, de madera, recapacitando. Y entonces entró un pajarito
chiquitico, dio tres vueltas y empezó a silbar, un silbido bonito. Yo
también le silbé. En ese momento, yo sentí el espíritu de él [Chávez],
como bendiciéndonos, diciéndome que hoy arranca la batalla por la
victoria", escenificó Maduro, añadiéndose al listado de dirigentes
oficialistas que aseguran haber vivido situaciones parecidas desde el 5
de marzo.
Mientras Maduro veía visiones y estrenaba campaña en el
interior de la casita más famosa de Sabaneta, cientos de vecinos,
uniformados de rojo, demostraban una vez más su entusiasmo con la
revolución.
"Estamos aquí por Chávez, porque queremos a Chávez",
resumió en ocho palabras la joven Artemis Mendoza. Un pueblo
comprometido que regaló el 81% de sus votos al líder bolivariano en las
pasadas elecciones del 7 de octubre.
"¡Que viva el comandante!", se desgañitaba otra señora.
"Hasta la victoria siempre, que el país siga adelante, seremos una
potencia", añadía otro militante de la causa revolucionaria. "¡Maduro es
el legado de Chávez, que fue único en la vida!", arengó un joven que a
buen seguro resumía los sentimientos de los presentes.
"Voy a ser presidente de este país porque así lo ordenó
el comandante", resumió el candidato, que ayer recibió el apoyo
explícito del ex presidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva. "Nos
hemos comprometido en la tierra que lo parió", remató.
A bordo de un jeep Tiuna rojo, la elite oficialista
emprendió una caravana festiva hacia la capital del estado. Un recorrido
cubierto por la tradicional marea roja chavista.
El candidato aprovechó que estaba jugando en casa para repetir los tics populistas de Chávez.
Cargó a chicos vestidos de militar, ondeó una
gigantesca bandera tricolor, intentó animar a la concurrencia con un
micrófono y se calzó un sombrero campesino. Eso sí, aportó algo nuevo:
la presencia destacada de su pareja, Cilia Flores, ejerciendo de primera
dama revolucionaria.
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