Yoani y el muro virtual
De Yoani Sánchez se ha escrito mucho desde que
comenzó su gira internacional. Tras salir de Cuba después de que se lo
prohibieran los últimos cinco años, tuve la intención de dedicarle un
artículo, consciente de la relevancia de esta bloguera que ha logrado
acaparar la atención mundial en lo referente a la falta de libertad en
la isla. Pero quise esperar a tener la oportunidad de conocerla en
persona, más allá de su magnífico blog, Generación Y, y su cuenta de
Twitter, siempre con la última información de los atropellos del
gobierno castrista.
Eugenio Tuya, un buen amigo que la recibió en
Madrid, me había adelantado que Yoani era excepcional. “Es una mujer muy
tecnológica. También muy sencilla”, me dijo Eugenio, quien, al igual
que ella, conoce bien los entresijos de las redes sociales. Entretanto,
seguí de cerca las intervenciones en el extranjero de la periodista
independiente, en ocasiones vapuleada por pequeños grupos de la
izquierda estalinista que pretendían reventar sus multitudinarios actos.
Yoani se defiende fuera de Cuba con la misma sagacidad y finura que
despliega ante los agentes de la seguridad del Estado que son su sombra
en La Habana.
En el ecuador de un viaje de ida y vuelta Yoani ha
pasado por Miami, la capital de la diáspora cubana, y ha sido aquí, en
un encuentro informal con un puñado de admiradores, donde finalmente le
pude dar un cálido y emocionado abrazo. Escuchándola responder las
preguntas que se le hacían en el acogedor salón de la Casa Bacardí,
entendí lo que me quiso trasmitir mi apreciado Eugenio. Yoani, cuya
formación de filóloga la lleva a buscar siempre la palabra precisa, es
tal y como se proyecta desde el otro lado de ese triste muro que los
hermanos Castro erigieron hace ya más de medio siglo: con la razón y el
sentido común por delante a la hora de desmontar las falacias de un
régimen despótico. Una mentalidad moderna y enganchada a una
insurrección tecnológica (no ideológica) que trasciende los barrotes
físicos en el etéreo mundo del ciberespacio. Una mujer que combina la
sofisticación con la naturalidad. La facilidad de palabra con la
timidez. La pasión techie con la debilidad por la literatura. En suma, una persona que ha logrado ser libre en un entorno opresivo.
Todos
estos atributos los había intuido en sus escritos, en sus tuits, en sus
declaraciones, en su apoyo a otros blogueros y a la propia disidencia
cubana. No obstante, para mí ha sido fundamental compartir brevemente
con Yoani para aprehender la importancia y dimensión de la labor que
desempeña desde su apartamento habanero. Porque, como bien nos explicó
en una tarde de sol miamense, el salón de su casa es un taller vivo
desde el cual se les enseña a los opositores a crear y manejar sus
cuentas de Twitter. O donde los jóvenes del movimiento bloguero aprenden
a montar sus dazibaos virtuales. Un privilegiado espacio en el que se
facilitan las herramientas necesarias para, por medio de la sabiduría
internáutica, divulgar en el exterior lo que la policía política
pretende silenciar. Es verdad que los blogs y tuits son bloqueados en el
país, pero estos rebeldes con causa se las ingenian para multiplicarlos
dentro y fuera.
Con justa modestia, Yoani puntualizó que ella, a
diferencia de activistas como las valerosas Damas de Blanco, no se mide
con los riesgos y el presidio político que ha padecido la disidencia,
pues su experiencia vital es la de una generación que no tenía nada que
derribar porque ya estaba todo destruido. La agudeza de esta bloguera
con mentalidad de Silicon Valley en un erial de pobreza y atraso, ha
sido la de sumar sus destrezas a la causa de la oposición democrática
que lucha por el cambio. La batalla de Yoani es la de forjar el salto a
la innovación en una sociedad que ha sido condenada a la oscuridad del
medioevo. Su revolución, y no la que vendieron hace más de cincuenta
años unos hombres armados y con exceso de testosterona, es la que
verdaderamente atisba el camino hacia la prosperidad y la libertad.
A
su paso por la capital del exilio Yoani ha podido comprobar que la
memoria de lo que un día fue Cuba (y de lo que pudo haber sido) se
preserva con amor a este lado del Estrecho, a la espera del reencuentro
en la tierra de todos los cubanos. Cuando nos abrazamos sentí que nos
conocíamos de toda la vida. El muro sólo había sido una invención.
© Firmas Press
- 23 de julio, 2015
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- 29 de febrero, 2016
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