Venezuela: Los retos de la sobrevivencia
Nicolás
Maduro ganó las elecciones luego de haber multiplicado a la enésima potencia
todos los abusos de poder cometidos por su antecesor en las campañas
electorales. Henrique Capriles y la oposición, a pesar de la extraordinaria
campaña realizada, no pudieron contrarrestar el peso de todo el Estado, volcado
para favorecer de manera descarada al elegido de Hugo Chávez.
Maduro
aprovechó la deificación del caudillo para triunfar. Se cubrió con su manto
protector. Pero de ninguna manera el espíritu del comandante le garantizará la
estabilidad a su gobierno. El ahora presidente ha resultado muy mal alumno.
Imita al maestro, cuando debería esculpir su propio perfil. En más de cuatro
meses al frente del Ejecutivo los problemas se han agravado: el bolívar fue
devaluado; la inflación, la escasez y el desabastecimiento, repuntaron; la
inseguridad personal continúa diezmando a la población; la crisis eléctrica se
profundiza; los inversionistas se alejan cada vez más del país; la caída de la
producción petrolera no se detiene. No hay ningún signo que lleve a pensar que
es el hombre que las dificultades de la nación requieren. Carece de liderazgo y
brillo.
El
gran desafío de Maduro ahora, cuando la imagen de Chávez se desvanece, consiste
en sobrevivir en un cuadro tan complejo como el que se abre frente a sí. No
podrá seguir vampirizando su figura. Tendrá que asumir solo la condición a la
que más le teme: ser presidente de una república laica. ¿Cuáles rasgos de
Chávez se mantendrán? El carácter populista, intrínseco al proyecto. El papel
protagónico de los militares es otro componente que permanecerá y,
posiblemente, se acentuará. La debilidad estructural del heredero requiere la
tutela castrense. Será el suyo un régimen militar-cívico, aunque sea un civil
quien lo presida.
¿Cuáles
aspectos tendrían que cambiar? El sesgo marcadamente ideológico. Chávez era un
ideólogo. Este ideal engendró los numerosos problemas que hoy se observan.
Maduro tendrá que ser más pragmático por la cantidad de dificultades prácticas
que debe resolver. No dispone de mucho tiempo para ocuparse de la construcción
del socialismo del siglo XXI y del Estado comunal. Estas eran las preocupaciones
de Chávez, quien quería “refundar la República” y sustituir el capitalismo por
el socialismo. Los retos del nuevo gobernante son más terrenales. Está obligado
a garantizar la gobernabilidad de su precario mandato.
Maduro
tendrá que abandonar el caudillismo y el personalismo. Su falta de magnetismo
debería sustituirlo por la consulta al entorno partidista. Su estilo de
conducción deberá ser más colectivo. Tendrá que incorporar las voces de otros
actores.
La
necesidad de concentrarse en los asuntos internos determinará que Maduro no
disponga de tiempo ni recursos para andar en aventuras que signifiquen el
fortalecimiento del Alba o al fomento de acuerdos internacionales dirigidos a
promover a Cuba y contrarrestar el peso de Estados Unidos en América Latina.
Trino Márquez es analista político venezolano y columnista de El
Universal (Grupo PAL).
- 23 de julio, 2015
- 19 de diciembre, 2024
- 29 de febrero, 2016
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