Codicia y temor: Causas de las crisis económicas
Por Guillermo
Arosemena Arosemena
En
1990, el Banco Central publicó mi obra sobre la evolución de la economía
ecuatoriana, que analiza las crisis económicas en el país desde 1830. Las
crisis parecen ser inevitables, se dan desde la Antigüedad. En el siglo XX, la
más devastadora fue la Depresión Mundial de los treinta. He sido testigo de las
de Ecuador y América, 1982-1984; la de las asociaciones de ahorro y préstamos
en Estados Unidos, años ochenta y noventa; la del este asiático, 1997; la rusa,
1998; la Argentina del 2000, la de Ecuador del mismo año; la de la burbuja de
las empresas de Internet, 2002 en Estados Unidos; la Gran Recesión del 2008 en
todos los continentes, y la más reciente, en Europa, no se sabe cómo terminará.
A
partir de 1841 se ha escrito sobre las crisis; el inglés Charley Mackay publicó
Delirios populares extraordinarios y la locura de las masas. De allí a la fecha
hay centenares de libros al respecto. Premios Nobel en Economía han tratado de
encontrar soluciones para evitarlas por sus terribles efectos.
Ellas
se deben a malas decisiones de gobernantes y sector privado. Un ejemplo de lo
primero es Venezuela, país que ha malgastado centenares de millardos de
dólares, equivalentes al PIB chileno de cuatro años. El país importa
masivamente alimentos, no hay producción, hay apagones, violencia, inflación
galopante, empresas estatizadas semiparalizadas y la petrolera Pdvsa tiene un
colosal déficit. Ejemplo de lo segundo fue la crisis de Asia, iniciada en el
sector inmobiliario. Se construyeron decenas de miles de casas, ocasionando el
alza escandalosa de los precios hasta que se agotaron los compradores,
quedándose los constructores con enorme inventario de viviendas. Quebraron
miles de empresas y desaparecieron fortunas. En toda nueva tecnología se da la
especulación, que termina con la ruptura de la burbuja; ocurrió en los
ferrocarriles, automóviles, acerías, Internet, etc.
¿Qué
origina la mala decisión? En el sector privado, la codicia y el temor. El afán
de acumular dinero en corto tiempo y posteriormente al reventar la burbuja, el
temor de perder; este último produce ventas en estampida.
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