Bitcoin (II)
(Acceda también a la Parte I de este trabajo)
Un sistema informático bien diseñado puede ser un buen dinero.
Bitcoin tiene algunas excelentes características de buen dinero y es
peor en otras en comparación con las monedas alternativas existentes:
sin embargo las que tiene buenas las va a mantener porque son atributos
técnicos inmutables, y en las otras probablemente sólo puede mejorar, y
mucho, conforme se generalice su uso.
Los bitcoins son persistentes (mientras se conserve su información),
divisibles, homogéneos, reconocibles, e infalsificables. Son muy fáciles
y baratos de almacenar y transferir con alcance universal: la
transacción es instantánea, pero su validación por la red lleva un breve
tiempo (menor si se acepta pagar una pequeña comisión). Si se dispone
de ordenador y conexión informática (algo cada vez más habitual para
múltiples usos), sólo es necesario aprender a usar el sistema y
gestionar su seguridad, algo que no es demasiado complicado, y los
costes de transacción marginales son ínfimos.
El hecho de que bitcoin esté basado en ordenadores puede fomentar los
ataques informáticos para apoderarse de las claves privadas (robar los
bitcoins) y controlar capacidad de cómputo ajena para la minería
(ordenadores esclavos), pero igualmente puede servir para fomentar
medidas y cultura de seguridad informática. La criptografía utilizada
por bitcoin es tan segura como la que utilizan bancos y estados en la
actualidad, y además es adaptable a futuros incrementos de la potencia
de cómputo (por ejemplo por computación cuántica).
El bitcoin no sólo es dinero (en la medida en que es usado como tal),
sino que es dinero intrínsecamente conectado a una red de
transacciones, es un sistema monetario y de pagos integrado: en este
sentido se parece a los depósitos bancarios monetizados, pero sin ser
deuda y sin los problemas de confianza asociados a los bancos. Es muy
útil para micro pagos o donaciones, y para envíos de remesas o pagos
entre países, porque no hay costes de transacción en forma de
comisiones. El oro como dinero no tiene un sistema de pagos integrado y
tiene costes considerables de almacenamiento y transporte debido a la
posibilidad de su robo.
Sus características de anonimato potencial y falta de control estatal
lo hacen interesante para operaciones en mercados ilegales (drogas,
apuestas, juegos de azar), y como forma de evitar la fiscalidad y la
represión financiera de los gobiernos: no puede ser congelado o
confiscado como los fondos en la cuenta de un banco controlado en última
instancia por el Estado, o como el oro en una aduana. El dinero en
efectivo puede ser anónimo y no trazable, pero su uso requiere la
proximidad física de los participantes en el intercambio (con la
posibilidad de identificación mutua), y tiene el riesgo de su posible
falsedad; cheques, transferencias bancarias, y pagos con tarjeta de
crédito son muy fáciles de seguir e identificar. Algunos creen que su
asociación con lo criminal y los mercados negros podría dañar la
reputación de bitcoin, que sería rechazado moralmente o repudiado por la
mayoría de la sociedad: pero esta usa sin demasiados problemas dinero
en efectivo, que en estos aspectos es muy parecido.
Cuando su valor se estabilice o al menos sea predecible (su número
intrínsecamente limitado podría provocar una suave deflación secular),
podrá servir además como competencia para disciplinar a las
inflacionistas divisas estatales y a los sustitutos monetarios bancarios
poco fiables y desestabilizadores (depósitos a la vista de bancos con
descalces de plazos y riesgos).
Bitcoin es una tecnología potencialmente disruptiva, una plataforma
para la innovación que puede alterar de forma fundamental toda la
oligarquía del sistema monetario y de medios de pago, volviendo
obsoletas o poco competitivas las opciones existentes. El sistema
realiza funciones semejantes a la gestión de cuentas corrientes, pagos,
transferencias, giros y remesas de bancos, compañías de crédito y otras
empresas equivalentes, todos ellos potenciales enemigos que pueden
intentar frenar o destruir bitcoin si no consiguen dominarlo. Bitcoin
puede suponer una amenaza para los beneficios de algunas grandes
empresas y para la autoridad del Estado: por ello puede sufrir diversas
agresiones como difamaciones, bulos o ataques a mercados organizados
para bloquearlos y amedrentar a los usuarios actuales y potenciales;
también son posibles las críticas de necios bienintencionados.
Por su naturaleza distribuida bitcoin no puede cerrarse, apagarse o
bloquearse, como sí puede hacerse con un sistema centralizado con sus
responsables, sus trabajadores y su localización física. El Estado puede
otorgarse a sí mismo la potestad de ser emisor monopolista de dinero,
pero tal vez no sea capaz de implementar en la práctica una potencial
prohibición de bitcoin, la cual además implicaría publicitarlo,
contribuyendo a su difusión y éxito. La prohibición de bitcoin no haría
que su valor cayera necesariamente a cero: hay muchos productos
ilegales, como algunas drogas, cuyo precio por el contrario es más alto
por el hecho de estar prohibidas. Otras interferencias estatales son
posibles, como compras y ventas masivas para desestabilizarlo, o el
cierre o bloqueo de servidores privados, sitios o empresas de servicios
en Internet (mercados organizados de cambio de moneda, gestores
especializados de servicios adicionales para bitcoin, tiendas que los
acepten como medio de pago); pero ciertas actividades pueden esconderse o
replicarse con facilidad en Internet.
El poder adquisitivo de los bitcoins puede variar por diversos
factores relacionados con su utilidad y escasez relativa, su oferta y su
demanda en comparación con la oferta y demanda de los demás bienes,
servicios y monedas: la propia cantidad de bitcoins, su velocidad de
circulación, el número de agentes que los usan y aceptan como medio de
pago, el volumen de intercambios (y su valor monetario) en los que
intervienen, y la cantidad y calidad de los bienes y servicios por los
cuales son intercambiados.
Su principal problema actual es la inestabilidad de su valor o poder
adquisitivo, que lo hacen mal depósito de valor y unidad de cuenta: esta
volatilidad no se debe a su oferta total, que es muy rígida y
predecible, sino a cambios en su demanda, en ocasiones muy bruscos. Al
ser un nuevo dinero emergente (o aspirante a dinero), está en fase
experimental, de potencial monetización, de descubrimiento, de ensayos,
aciertos y errores, de popularización y extensión de su uso. El poder
adquisitivo de los bitcoins ha crecido fuertemente desde su comienzo, y
la velocidad de su apreciación depende de la velocidad de su proceso de
monetización.
Al ser algo muy nuevo e ilíquido es un activo volátil, de alto
riesgo. Como cualquier innovación (el teléfono fijo, las tarjetas de
crédito, la informática, los teléfonos móviles) requiere un tiempo de
extensión o penetración en el mercado. Su valor cambia conforme la gente
lo va conociendo, lo cual depende fuertemente de su presencia en medios
de comunicación; su demanda puede tener picos puntuales por crisis
monetarias, bancarias o financieras concretas; al ser su liquidez
todavía pequeña, los movimientos especulativos y las compras o ventas
masivas pueden tener mucha influencia sobre su valor.
Utilizar el bitcoin como medio de pago no implica usarlo como unidad
de referencia ni como depósito de valor: es posible acordar precios en
otros dineros de valor más estable, y el pago realizarlo con bitcoins al
valor del momento del intercambio. Este triple cambio (el comprador
consigue bitcoins a cambio de otro dinero, entrega los bitcoins al
vendedor, el vendedor cambia los bitcoins por otra divisa) sería muy
ineficiente con otros dineros clásicos, pero los bajos costes de
transacción del bitcoin pueden hacerlo competitivo.
Quienes primero obtengan bitcoins pueden conseguir ganancias mayores
ya que afrontan más incertidumbre respecto a su futuro. Algunos usuarios
pueden también sufrir pérdidas si la extensión del bitcoin se detiene,
pero es muy improbable que su valor caiga a cero y las pérdidas sean
totales. Los primeros usuarios no son necesariamente simples listillos
que se van a aprovechar de los incautos que lleguen después. Los
creadores del sistema y protocolo bitcoin fueron una sola persona o un
grupo reducido, y luego hay un pequeño núcleo de programadores
actualizándolo: pero estas personas no son necesariamente quienes
crearon los primeros bitcoins (ni los dueños o productores de los
actuales), ni quienes se han enriquecido con su revalorización, porque
son funciones independientes.
Los atesoradores de bitcoin no tienen por qué perjudicarlo, ya que
están interesados en que su uso se extienda para que así se incremente
su valor. Los especuladores, como en cualquier otra área de actividad
económica, pueden acelerar los ajustes y suavizar las fluctuaciones al
comprar cuando está barato (presionando el precio hacia arriba) y vender
cuando está caro (presionando el precio hacia abajo); también pueden
intentar manipular el mercado, o provocar oscilaciones según cómo
cambien las expectativas sobre el futuro, pero no tienen ninguna
garantía de éxito y el comportamiento histórico pasado no garantiza la
evolución futura. La volatilidad tenderá a reducirse conforme el mercado
de bitcoins sea más ancho y profundo (más líquido).
Otro problema actual es su relativamente escasa extensión o anchura
de mercado: es importante tener en qué gastar los bitcoins, y su uso
como medio de intercambio no está muy generalizado, tanto entre
compradores como entre vendedores. Esto puede suponer grandes
oportunidades empresariales: el bitcoin parece ir popularizándose de
forma progresiva en ambos ámbitos, y ya existen negocios intermediarios
que ofrecen conseguir cualquier bien o servicio (incluso el pago de
algunos impuestos) a cambio de bitcoins (intermediando entre compradores
que pagan en bitcoins y vendedores que prefieren cobrar en otros
dineros tradicionales). Las empresas pueden ganar una ventaja
competitiva si aceptan pagos con bitcoins: si algún gran comerciante lo
hace el avance de bitcoin puede ser muy rápido.
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