La informalidad en El Salvador
Un problema muy importante que no recibe suficiente atención es la
enorme participación de las empresas informales en nuestra economía.
Estas empresas son las que no existen legalmente, que no están inscritas
ni en el Seguro Social ni en el sistema de pensiones, y que no pagan
ningún impuesto, excepto la parte del IVA que pagan automáticamente en
sus compras. Todo indica que el sector informal es muy grande y que su
existencia crea un problema muy grave a la sociedad.
Un estudio
hecho por investigadores del Fondo Monetario Internacional a principios
de la década pasada (Guillermo Vuletin, Measuring the Informal Economy
in Latin America and the Caribbean, IMF Working Paper WP/08/102, Western
Hemisphere Department, IMF, Washington D.C.), estimó que el 36 por
ciento de la economía salvadoreña está fuera del sector formal. En un
estudio de 2011 la Organización Internacional del Trabajo estimó que el
66.4 por ciento de los trabajadores salvadoreños trabajan en el sector
informal. Es decir, un poco más de la tercera parte de la producción del
país se realiza en empresas informales, en las que trabajan dos
terceras partes de los trabajadores.
El sector informal tiene
una productividad del trabajo bien baja y por tanto los ingresos que
puede generar para los que trabajan en él son bien bajos (los salarios
dependen crucialmente de la productividad de los trabajadores, que se
define como el cociente de dividir la producción total de una empresa
por el número de trabajadores que laboran en ella). Imagine usted que
hay 99 personas que producen 99 dólares de Producto Interno Bruto (PIB),
pero que 33 de esas personas producen 66 dólares (es decir, 2 dólares
por persona), mientras que 66 de ellas producen sólo 33 dólares
(cincuenta centavos por persona). Los primeros producirían cuatro veces
por persona lo que producirían los segundos. Esta es la situación en El
Salvador.
Pero el problema principal del sector informal no es
que tiene una productividad tan baja sino que no tiene maneras de
aumentarla. Sin legalizarse, sin capacidad de obtener créditos para
invertir, sin economías de escala y sin los conocimientos mínimos de
administración que se requieren para manejar una empresa, estas unidades
informales logran sobrevivir sólo porque no pagan impuestos y, en
muchos casos (como las vendedoras ambulantes) porque no pagan local
tampoco.
Dada su precariedad, las empresas informales ofrecen
pocas esperanzas de aumentar la productividad de sus trabajadores, y por
tanto de subir sus salarios. Invierten muy poco, si es que invierten
algo, porque están fuera del mercado del financiamiento bancario, ya que
no tienen ni las garantías ni la estabilidad que son requisitos
fundamentales parar entrar en dicho mercado. Además crean un desbalance
artificial en la competencia en el país al no pagar impuestos, mientras
que las formales sí tienen que pagarlos. Este tipo de competencia no es
conducente a aumentar la eficiencia del país. Más aún, la mayor parte de
los que laboran en el sector informal lo hacen no porque tengan
espíritu de empresarios sino porque no pueden conseguir un empleo
formal.
El desarrollo sostenible del país requiere que los
trabajadores que laboran en actividades informales pasen a trabajar en
empresas formales. La manera de hacerlo no es a través de darles
privilegios a las empresas informales, tales como cobrarles menores
impuestos o subsidiarlas de alguna manera. Es perverso para el
desarrollo del país darle privilegios a los ineficientes para que puedan
competir con los eficientes.
Lo que se necesita es volver el
ambiente de la economía salvadoreña más conducente a la creación de
nuevas empresas formales y la expansión de las existentes, de tal forma
que se disminuyan los incentivos para volverse informal. Esto requiere
una simplificación de los impuestos para todos los contribuyentes, la
reducción de los trámites burocráticos que las empresas tienen que
realizar al fundarse y en su funcionamiento diario, y un ambiente
político conducente a la estabilidad y la inversión.
El autor es Máster en Economía, Northwestern University y columnista de El Diario de Hoy.
- 28 de diciembre, 2009
- 28 de marzo, 2016
- 29 de mayo, 2015
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