Argentina: La ilusión mayoritaria
Si
de algo puede estar se seguro en esta coyuntura nacional es de la inefabilidad
de las cosas que pasan. Todo esta revestido de misterio, hay comienzo de los hechos,
desarrollo quizás pero nunca parece haber final. Siempre se está a medio
camino. Así, estamos a medio camino de la Ley de Medios, a medio camino de la
reforma judicial, a medio camino del lavado de dinero, a medio camino de un
periodo que, sin embargo, muestras síntomas de terminar. Pero todavía no
termina.
A
muchos argentinos les cuesta ya, comprender que aún le faltan tres años a este
periodo presidencial. Y es que no es fácil dilucidar de qué manera puede
transitarse ese tiempo, en un estado de confrontación creciente y con una dirigencia que, directamente,
desprecia a un sector social cuya magnitud no puede, sin embargo, determinar.
¿Qué
pasaría hoy si el gobierno llama a una consulta popular sobre algunos de los
temas que generan polémica? Falta esa respuesta. La supuesta “democracia directa” que
fascina a la Presidente no es, en consecuencia tal. Cristina habla de mayorías
y se vale de ella atendiendo exclusivamente a aquel 54% antiguo. Antiguo
y obsoleto aún cuando no se sepa a ciencia cierta en qué porcentaje ha
menguado.
Ese
enigma desvela a las huestes kirchneristas. Sospechan que el caudal electoral perdido es mayor que
el que la jefe de Estado quiere aceptar. Pueden vivir en una
ilusión pero no pueden apostar a corroborar un número que, a la vista salta, no
existe ya. Y el 54% no
está más.
Esa
realidad enfrenta al gobierno en medio de una campaña electoral atípica.
Atípica porque la misma comenzó hace diez años, no ha habido más que
proselitismo en la era K. No
hubo políticas de Estado, sólo artilugios para consolidar la dádiva y el
clientelismo social.
La
incertidumbre del número es pues lo que acosa a Cristina Fernández. Esa duda se
contagia a sus funcionarios y explica entonces, la fútil conducta de Agustín
Rossi a la hora de votar la reforma judicial en la Cámara de Diputados. El miedo a un “arrepentido”
ocasional se transforma en pánico. Y ese pánico hace que no existan más los
límites legales. Los legítimos han desaparecido ya mucho antes.
En
ese contexto, comienzan a escucharse los primeros rumores de fraude. Si bien
nadie se atreve a fundamentar, la
actitud del kirchnerismo permite avizorar que no aceptarán derrotas así no más.
¿Qué implica eso?
El
gobierno se aleja sustancialmente del sistema democrático. La mayoría es apenas una nostalgia
del pasado que intentan recrear en el presente valiéndose de la imposición y el
relato. De no lograr una victoria sustancial en las elecciones
legislativas, la Argentina tendrá una Presidente que gobernará por decreto aún
cuando no sea urgente ni necesario.
Estamos
entrando en cuenta regresiva. Cristina
Kirchner debe llamar a elecciones legislativas para Octubre antes del 12 de
Mayo próximo. La sociedad votará, de no haber modificaciones, los primeros días
de Agosto en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO). Y
no se prevén resultados favorables a la jefe de Estado.
Por
esa razón es que, amparada
en la ficción mayoritaria, Cristina elabora su propia teoría de la voluntad
popular. Una voluntad popular que suena a causa noble pero que esconde la
falacia del pueblo soberano cuando quién gobierna tiene la suma del poder público,
y a los dos poderes republicanos bajo su manto.
En
ese marco, un “tweet” del intendente de Florencio Varela, Julio Pereira,
debería servir para entender cuál
es la próxima jugada del Ejecutivo, y cómo han de intentar manejar un escenario
que no les está siendo afable a su objetivo.
En 140 caracteres está la exégesis del pensamiento
político predominante. La Constitución Nacional de no poder reformarse será
dejada de lado como ha sucedido en varios casos que sirvieron como ensayo.
Quizás
ya no se trate de una reforma de la Carta Magna sino de la institucionalización de una voluntad
mayoritaria tan inexistente como lo está siendo el gen
democrático en la Presidente.
Con
las instituciones usurpadas, un resultado electoral se convierte en amalgama.
¿Quién ha de controlar un escrutinio final? Esta parece ser ahora la pregunta
crucial. Si no se
pudo controlar 257 votos electrónicos en el Congreso Nacional, ¿cómo se
controlarán 20.000.000 aproximadamente de votos manuales en 2.780.400
kilómetros cuadrados?
Además,
la legitimidad de ayer puede no ser la de hoy, máxime cuando en el camino la
ley se ha viciado de imparcialidad. Si se manipula la Justicia, ¿por qué no se manipulará un
organismo como el Correo Argentino o la Cámara Electoral? Lamentable
sería dejar a la Argentina en manos de la jueza María Romilda Servini de
Cubría, otra vez más.
Si la democracia se ausenta de la dirigencia, al pueblo
le queda defender su vitalidad. La última semana fue una radiografía de lo que
vendrá: trampas, patoterismo, pactos espurios, confusión, desprecio,
corrupción, impunidad.
De algo hay certeza: ellos están dispuestos a avanzar.
La
oposición no está para frenarlos, todavía. Es pues la ciudadanía quien debe aglutinarse no ya para
que el gobierno entienda (han demostrado no querer darse cuenta ya), sino para
que del otro lado comiencen a dar respuestas.
Después
será tarde hasta para llorar, y la
única salida volverá a ser Ezeiza, no más…
- 28 de diciembre, 2009
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