Estados Unidos, la nueva Arabia Saudí
Estados Unidos se convertirá en el primer productor mundial de petróleo
en 2020, por encima de Arabia Saudí, y en
exportador neto de crudo a partir de 2030. De este modo, la primera potencia
mundial, que hoy importa casi el 20% de sus necesidades totales de energía,
logrará la ansiada autosuficiencia energética en apenas dos décadas. Ésta es
una de las principales conclusiones que avanzó la Agencia Internacional de la
Energía (AIE) el pasado noviembre en su informe World Energy Outlook 2012.
La petrolera BP coincide en que EEUU presentará un 99% de autosuficiencia
energética en 2030. Esto cambiará de forma radical el mapa del mercado
energético en los próximos años, con todos los efectos que ello conlleva, tanto
en el plano económico como en el geoestratégico.
La AIE
informa de que EEUU aumentará su producción de crudo y gas desde los 18
millones de barriles diarios en 2012 hasta los 23 millones en la próxima
década, con lo que superaría las propias estimaciones de Washington. En 2020
llegará a producir algo más de 11 millones de barriles de petróleo diarios,
400.000 más que Arabia Saudí. Este pronóstico contradice un informe previo de
la propia AIE, que auguraba que a medio y corto plazo la lucha por la primacía
en la producción de crudo la librarían Arabia Saudí y Rusia.
El factor
que ha provocado el cambio de diagnóstico es la revolución tecnológica que está
experimentando el mercado energético estadounidense gracias al fracking (fracturación
hidráulica). Esta nueva técnica, cuya investigación se remonta décadas atrás,
consiste en inyectar agua a presión en el subsuelo para ensanchar las fracturas
existentes en el sustrato rocoso a fin de facilitar la salida al exterior de
gas o petróleo de pizarra. La explotación de estos recursos mediante métodos no
convencionales (shale gas y shale oil) potenciará
la producción de petróleo y gas en los Estados Unidos, según la AIE.
El
encarecimiento del petróleo y las sustanciales mejoras técnicas de los últimos
años han permitido que estos nuevos mecanismos de extracción sean rentables
para las compañías. La fuerte apuesta del capital privado por esta
tecnología y la práctica ausencia de regulación federal al respecto han
permitido disparar la exploración de yacimientos no convencionales en EEUU en
los últimos tiempos, con el consiguiente aumento de la producción nacional, la
lógica reducción de las importaciones energéticas y la caída de precios,
sobre todo del gas. Por el momento, los yacimientos explotados mediante fracking
se concentran en Texas y Dakota del Norte, pero ya se estudia emplear tal
método en otros estados, como California, donde se cree que puede estar la
mayor bolsa de shale oil de Estados Unidos.
Otro punto a
favor es el apoyo explícito que, por el momento, está mostrando la
Administración norteamericana a este tipo de desarrollos. A principios de marzo
Barack Obama nombró secretario de Energía a Ernest Moniz,
un físico del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) que se declara
partidario tanto del fracking como de la energía nuclear.
Las
optimistas previsiones de la AIE y de las petroleras no son castillos en el
aire sino realidades visibles. Sin ir más lejos, en noviembre EEUU superó a
Arabia Saudí en producción de petróleo por primera vez en casi
una década.
Pese a ello,
el país árabe siguió liderando la producción y exportación total de crudo en
2012, con cerca de 11,6 millones de barriles diarios, seguido de cerca por
EEUU. Por otro lado, destaca la reaparición de Irak en el top ten de
productores de crudo; de hecho, los expertos avanzan que incluso superará a
Irán en 2013. He aquí un síntoma de que está alcanzando cierta estabilidad
política.
Por otro
lado, las importaciones estadounidenses de crudo se situaron el año pasado en
su nivel más bajo desde 1999. Si se mide en términos per cápita, el desplome es
aún más sustancial, y se sitúa en niveles de mediados de los años 90. En los
seis primeros meses de 2012 Estados Unidos fue capaz de cubrir el 83% de sus
necesidades de petróleo a través de sus propios recursos, según su
Departamento de Energía.
Esta
revolución energética que está encabezando EEUU afectará de múltiples formas a
la economía y a la geopolítica mundiales. De cumplirse estas expectativas,
Estados Unidos alcanzará, efectivamente, la autosuficiencia energética,
su gran sueño desde la crisis del petróleo de los años 70. Este cambio
radical impulsará el sector energético estadounidense y hará que se oriente aún
más hacia la exportación de crudo y gas, abaratando de paso el coste de la
energía a medio y largo plazo.
Por cierto,
todo esto supone un rotundo mentís a dos teorías ampliamente difundidas por los
movimientos ecologistas: la del agotamiento de los recursos –el temido peak
oil– y la de que la revolución energética vendría de la mano de las
renovables, vía financiación pública. El fracking y la explotación de
crudo y gas no convencionales abre las puertas a un futuro de energía
abundante, barata y rentable procedente de fuentes tradicionales y sin
necesidad alguna de subvenciones públicas.
La irrupción
de EEUU como exportador neto de petróleo transformará los flujos
internacionales de comercio energético, ya que para 2035 aproximadamente un
90% de las exportaciones de crudo de Oriente Próximo se dirigirán hacia Asia,
según el informe de la AIE. China, India y Oriente Próximo serán responsables
del 60% del aumento de la demanda de crudo que se registrará de aquí a 2035,
debido a su fuerte crecimiento económico y a que, en teoría, los países más
ricos de Occidente reducirán su elevada dependencia del crudo.
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