La defensa del euro como lamento
La semana pasada, Telemadrid estrenó el documental En defensa del euro,
realizado por Juan José Mercado. En él, diversos profesores
universitarios como Huerta de Soto, Rodríguez Braun, Alonso Neira, Bagus
y yo misma, explicábamos las razones que existen, hoy en día, para
defender la moneda europea, frente a quienes pretenden que una vuelta a
la peseta sería mucho más conveniente para solucionar la asfixiante
situación de la economía española.
Hablo en nombre propio y sin ninguna intención de arrastrar con mi
opinión a mis ilustres compañeros de reparto. No creo que quedara claro,
no por obra y gracia del director, a quien le agradezco que contara
conmigo y que ha hecho un impecable trabajo, sino por falta de tiempo,
en qué consiste esa defensa.
Yo no soy partidaria de la centralización del poder, más bien al
revés, creo que una de las claves del camino libertario es la
descentralización. Es decir, que las unidades de decisión y gestión se
limiten al tamaño de población mínimo más eficaz. No sé si hay que
medirlo en términos de tamaño de la población, o área geográfica. Pero
sí estoy convencida de que, junto con la diversidad institucional, es
una de las direcciones hacia las que dirigirse. De manera que la idea de
un Banco Central Europeo, o de la política fiscal comunitaria, o una
autoridad europea del tipo que sea, no es, en mi opinión, la mejor
apuesta.
Y, sin embargo, defiendo el euro.
Hay dos razones principales. Y las dos son lamentables, en el sentido literal del término, son más un lamento que otra cosa.
La primera razón es la certeza, demostrada desde que comenzó la
crisis, de que nuestros gobernantes no van a emprender políticas
monetarias sensatas, excepto si se les obliga. Quienes tienen sueños
húmedos con la peseta imaginan el paraíso de la devaluación, de la
máquina de hacer dinero como quien hace palomitas. En dos palabras, la
ruina.
Porque, digan lo que digan, aunque no percibamos los resultados de la
sobreemisión, de los manguerazos de dinero inyectado por el BCE, la
bolsa de inflación se encuentra escondida bajo el manto de la burbuja de
deuda. Cuando el BCE convocó la fiesta de los LTROS, no lo hizo por el
bien de la ciudadanía europea, ni de esa parte que aporta (Alemania,
Holanda, etc.), ni de la otra parte, que sufre la recesión cerrando
empresas, en el paro y ayudados por las familias o por Cáritas. La única
razón era saltarse la prohibición de dar dinero a los Estados miembros.
Así, el BCE prestaba a muy bajo coste a los bancos nacionales que
automáticamente compraban deuda soberana. Y de ahí, la burbuja de deuda
que pagarán las futuras generaciones, quienes harán bien no mirándonos a
la cara por lo que les estamos haciendo.
Imaginemos qué pasaría si se eliminan normas europeas e intermediarios.
La segunda razón, que no es sino la cara B de la primera, es que el
euro es un buen "perro guardián". Al menos mientras haya países en la
eurozona que se comportan y hacen esfuerzos por mantener sus finanzas en
orden, estaremos a salvo. Porque tendremos a una valquiria reclamando
que no se use el dinero de algunos contribuyentes europeos para
financiar los desmanes ajenos. Este razonamiento, que a algunos les
parece justificación suficiente para llamar nazi a Merkel, explotadores a
esos países menos afectados por la recesión, y para negarse a pagar la
deuda que consideran ilegítima, es el mismo razonamiento que esgrimen
unas comunidades autónomas frente a otras. Y todos tan contentos. Es
decir, el español entiende que su comunidad autónoma aporta más y no
quiere que sus euros sirvan para financiar vicios ocultos tras EREs,
pero sí le parece bien que los euros holandeses o alemanes se utilicen
para financiar el gasto político de sus gobernantes, a quienes, por otro
lado, detesta. Un sinsentido.
Si el sistema del euro va a servir para que los gobernantes españoles
no tengan más remedio que ajustarse a las normas, incluso quienes
creemos que el Banco Central Europeo es una perversión, como los demás
bancos centrales, lo apoyaremos. Al menos yo. Aunque sea para evitar ese
sangrado con que amenazan nuestros políticos y, todo hay que decirlo,
muchos economistas afectos al "régimen" intervencionista, de derechas y
de izquierdas.
Me permito recordar que los bancos centrales, en su origen, fueron
una maniobra genial cuya intención era que el soberano dejara de
depender de las familias de banqueros, para poder financiar sus guerras.
Y que en aquellos momentos existía un ancla monetaria llamada patrón
oro. Y precisamente en España las emisiones de deuda pública dieron
lugar a varias bancarrotas del Estado, que no podía devolver su deuda a
los ciudadanos, ni siquiera reestructurando los plazos e intereses de la
deuda. Nadie puede pedir a un ciudadano que confíe en la independencia y
la bondad del Banco de España visto lo sucedido en los pasados años. En
cualquier caso, y no debería ser así, estamos en manos de la honestidad
y coraje del gobernador del Banco de España, o del BCE de turno. Que es
como jugar a la ruleta rusa quitando una sola bala al cargador.
La eliminación de los bancos centrales, la libertad monetaria y el
anclaje de nuestra moneda en un activo sólido, en mi opinión,
constituyen la mejor opción. Obviamente, a los políticos, no. Mientras
eso siga así, espero que el euro sirva de contención a la incontinencia
monetaria de nuestros gestores.
- 23 de enero, 2009
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