Dudas, trampas y canalladas en la Argentina K
Una
sola certeza en medio de innumerables misterios y una constante que se repite
desde hace mucho tiempo: el
afán gatopardista del gobierno nacional. Nada cambia sustancialmente, nada ha
cambiado desde hace diez años, a lo sumo se ha radicalizado el estilo y la
concepción política del kirchnerismo.
En
estos días en que sale a la luz el ‘modus operandi’ de la corrupción, se
confirma lo que hemos venido diciendo desde el comienzo: con o sin Néstor, el gobierno es el
mismo. Que hayan cambiado figuritas en el trayecto importa poco
ya. De fondo todo sigue igual.
En
este contexto, la
única certeza insoslayable es esa mayoría ciudadana sumida en la más absoluta
orfandad política. No hay representación que valga.
La
dirigencia está en otra parte. Sabe que es tiempo de definir candidatos y comienza, en consecuencia, la guerra
de egos y mezquindades. El bienestar general ha sido destronado por las
ambiciones personales.
Hay
situaciones que parecen fellinezcas: la
foto de un peronismo diezmado con Hugo Moyano a la cabeza, la incertidumbre de
Sergio Massa – a quién se lo aguarda como si nunca hubiese formado parte de lo
que pasa -, Daniel Scioli manteniendo una imagen favorable (si se la compara
con sus pares) después que le flotaran cadáveres, Elisa Carrió con la
coherencia de sus palabras abrazada a la incoherencia de Pino Solanas…
Si
estos cuadros son complejos para quienes estamos abocados al análisis político,
para el resto, el escenario coyuntural se ha convertido en un verdadero
entrevero. Basta con pensar que el intendente
de Tigre puede devenir, de la noche a la mañana, candidato peronista contra
Cristina, o hacerlo como delfín de su gobierno. La lógica, a
diferencia del dinero, no pesa en este juego.
Pero
quizás poco importe ya quién es quién en el tablero. Lamentablemente ya hay experiencia en eso de votar
al mal menor en lugar de al bueno.
Frente
a esta radiografía han de anunciarse los próximos comicios. Las PASO son mientras tanto una
variable imprecisa. Poco importa que figuren en el reglamento, mucho menos que
sean ley. En los últimos diez años no ha habido norma que se respete, ni límite
legal o legítimo que frene.
Hoy
por hoy, estas elecciones dependen del proyecto de reforma del Consejo de la
Magistratura. Si la
Corte Suprema apela al “per saltum” y logra paralizar las modificaciones
impuestas desde el Ejecutivo, las primarias puede decirse que carecen de
sentido.
Desde
luego que no resulta constitucional que la Presidente decida según su
conveniencia el llamado a internas pero la jurisprudencia demuestra que ha
habido ya varias ocasiones en que se hizo caso omiso a la regla. Ver por
ejemplo, Un fallo polémico.
Vueltas
del destino o fotografía del gatopardismo, como se prefiera. Lo cierto es que los próximos
comicios en la Argentina vuelven a estar en manos de la jueza María Romilda
Servini de Cubría, la misma que censuró a Tato Bores antaño, y
ahora lo hizo con Francisco De Narváez a raíz de su spot publicitario. Pero
como sea, la sociedad no está desvelada por las primarias.
El
grito popular solicitando la unión de los opositores es acallado desde el vamos
por la mismísima jefe de Estado, quien se ocupó de incluir una cláusula en el
proyecto de reforma judicial que divide a todos los demás. Según se lee, los candidatos deben
ser diferentes según la fuerza política que los impulse. Una canallada. Así no
hay acuerdo opositor que valga.
A su vez, solo podrán presentar listas las alianzas o
agrupaciones que hayan sido reconocidas en 18 distritos. De ese modo, el gobierno queda sin
contrincantes porque suponiendo que la Unión Cívica Radical haga una alianza en
alguna provincia, perderá ese distrito por no ser la nueva fórmula, originada
en el partido inicial. Trampas
macabras si las hay…
Lo
paradójico es que para una elección presidencial se requiere el reconocimiento
en apenas 5 distritos. Ahora
imponen 18, la inflación llegó también acá. Lo real es que se
ve claro el artilugio tendido por la Casa Rosada en esta oportunidad.
Finalmente
y para tener absoluta seguridad de un triunfo oficial, se ha modificado el sistema
proporcional que rige para cualquier cargo electivo del país. Esta vez, se
implementa un sistema de mayorías y minorías. Es decir que, quién resulte
ganador se llevará dos candidatos y el segundo, uno. Los demás, nada.
La
situación de las fuerzas opositoras es limite y abre paso a la discusión acerca
de sí deben o no presentarse a este show. Quienes creen que no deben hacerlo consideran que si
solo se presenta el kirchnerismo, los cargos de la primera minoría quedarán
vacantes, y al no haber sistema proporcional no lo podría ocupar el gobierno.
Otros
creen que pueden ubicar a alguno de sus filas aunque no sepan a conciencia cuál
será la finalidad. El debate aún esta abierto, hay más dudas y parálisis que agilidad.
Lo
concreto es que el próximo 8 de Mayo, el Senado se expedirá sobre la reforma en
ciernes con un resultado conocido de ante mano debido a la mayoría oficial. Al otro día comenzarán a llover los
amparos para frenar este dislate violatorio de la Constitución Nacional.
De
aceptarse estas cautelares, cualquier elección de consejeros será inválida.
Ahora bien, ¿qué pasa
si desde el gobierno hacen prevalecer la norma por la cual no pueden
presentarse cautelares contra ellos?
Como
se puede observar, el teatro político nacional es un laberinto cuya salida
nadie sabe bien por donde está.
En
lo económico la cosa no es distinta. Se
cree que buscarán desdoblar el dólar como ya se hiciera hace tiempo con
resultados no gratos para los argentinos. Con el mismo método pues, imposible
que surjan otros escenarios que no sean los ya vividos.
Mientras
todo esto sucede, la Presidente sigue proclamando una Argentina maravillosa. Y
hay un dato inexpugnable: el
ama de casa común acosada por el alza de precios, el padre de familia de los
sectores más necesitados y hasta ese “burgués gentil hombre” en muchos casos,
no pueden descifrar un ápice de lo que está pasando. Eso
explica un porcentaje aún considerable de imagen positiva de Cristina.
El gobierno apunta a hacer la plancha lo cual no parece
sensato, pues el mar hoy no es aquel que había años atrás cuando flotar les
diera resultado.
Hay
demasiadas olas, nada está calmo. Es
muy difícil prever paz cuando la democracia y la república se están definiendo
en medio de la confusión más absoluta.
Moral, política y economía hacen agua. Y no se podrá en
este caso ocultar a los ahogados.
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