Los aviones no se comen, ¿o sí?
Hablando
de la actitud frente a la llegada de Maduro, el "presidente"
venezolano, a Buenos Aires, un amigo opinaba que la actitud más sabia, frente a
un político, es la de ignorarlo. Es cierto es que, al decir de Aristóteles, la
violencia es siempre destructiva de la naturaleza y los políticos se dedican a
ella: manejan al Estado que se arroga su monopolio.
La
"Iglesia de base" es, según el sacerdote y teólogo Evaristo Villar,
vocero de Redes Cristianas, la "que no tiene poder (ni lo busca)…",
es una "Iglesia social". Así, la apuesta del Papa Francisco por
"una Iglesia pobre para los pobres" gusta aunque "no es nada
nuevo, nació con Jesús e impregna toda la Teología de la Liberación".
Antes que con Jesús, históricamente hablando, nació con Dios que creó un orden
natural que no prevé el hambre.
Dicen
que se pidió a los compatriotas del Papa no acudir a Roma y derivar ese dinero
a caridad. Pero, aunque dejen los aviones vacíos no se pueden comer. La miseria
no se soluciona con caridad, se evita con justicia social. Mientras que la
caridad, si bien puede ser relativamente útil para necesidades urgentes, no
resuelve el problema y hasta puede ser una excusa para no solucionar el fondo.
Para
los 7 mil millones de seres humanos hacen falta unas 1.4 mil millones de
toneladas de alimentos al año. Sólo la producción global de caña de azúcar (el
alimento más producido) es de 1.8 mil millones de toneladas al año, y los 10
más producidos representan unas 4.3 veces las necesidades de alimentación de la
humanidad que, según la FAO, en orden de producción después de la caña de
azúcar son: maíz (880 millones de ton.), arroz (720), trigo (700), leche de
vaca (600), papa (375), remolacha de azúcar (270), verduras frescas (268),
habas de soya (260) y mandioca (250).
Los
principales productores de alimentos son China 20%, Brasil 14%, India 13%, la
Unión Europea 11%, EEUU 10%, Rusia 3%, Indonesia 3%, y Pakistán 2%. La
producción mundial por año ronda los 10 mil millones de toneladas, unas 7 veces
lo necesario, y crece a un ritmo anual del 2.2% mientras que la población lo
hace solo al 1.7%. Es decir, la naturaleza (el mercado natural, del orden
natural), sin intervención de ningún Estado coactivo, produce más que
suficiente para que no exista el hambre. Queda un problema de distribución.
Ahora,
¿es creíble que el mercado natural mantenga hambrientos a millones cuando él
mismo produce para todos y crea sobreabundante logística para distribuirlos? No
es creíble, y menos creíble si tenemos en cuenta que el mercado natural es de
los pobres y para los pobres porque ha sido creado para satisfacer primero las
necesidades más urgentes, más básicas y más masivas.
Sí
es creíble que la violencia destruye, que el monopolio estatal es utilizado
para "regular" al mercado destruyéndolo, impidiendo su desarrollo
natural. Sí es creíble que el egocentrismo de los políticos enceguecidos por el
poder imponga coactivamente (demagógicamente) "leyes" que consoliden
su "autoridad". Entonces, en lugar de "comer aviones",
debemos exigir la justicia social, es decir, siendo que justo (socialmente) es
aquello que le corresponde según su naturaleza (social), debemos exigir que la
violencia –siempre destructiva– de los políticos no destruya lo que el mercado
hace naturalmente.
El autor es miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity en el Independent Institute, de Oakland, California.
- 23 de enero, 2009
- 23 de diciembre, 2024
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