Invasión argentina en Uruguay por los dólares
Desde hace décadas, los turistas llegan a la ciudad
de Colonia de Sacramento, en Uruguay, para gastar su dinero. En las
últimas semanas, vienen para llevárselo.
Los restaurantes están vacíos; los cajeros automáticos, repletos.
Y los viajeros llegan con mochilas, no para comprar un juego de mate de recuerdo, sino para llenarlas de dólares.
En Uruguay es posible sacar dinero de los
cajeros en divisa estadounidense, a diferencia de la mayoría de los
países de la región y, especialmente, de Argentina, un vecino hambriento
de dólares.
Al lado oeste del Río de la Plata está prohibida
la compra de moneda extranjera para el ahorro, y las restricciones del
gobierno al cambio de divisa -incluso para viajeros- ha hecho cada vez
más difícil adquirir estos billetes por la vía legal.
Así que los argentinos, que tradicionalmente han
visto en el dólar un valor seguro de ahorro frente a las idas y venidas
de su moneda nacional, han optado por atesorar pesos o, en su caso,
buscar dólares en el mercado negro.
En las casas de cambio ilegales de Buenos Aires
se pueden comprar divisas estadounidenses por unos 10 pesos argentinos,
casi el doble de los 5,24 pesos a los que se cotiza oficialmente.
Mientras que en Uruguay pueden retirar legalmente dólares del cajero. Hasta US$300 en cada banco, una vez al día.
Turismo dólar
A Colonia, a apenas una hora de viaje por barco de la capital argentina, llegan los ávidos de dólares.
Por toda la avenida General Flores se ven largas
filas de argentinos que esperan pacientes en los cajeros, un ritual ya
en esta localidad costera.
Llegan en la mañana a bordo del buque y van
peregrinando de un banco a otro, calculando la hora en que las entidades
reponen el dinero en los cajeros para asegurarse de no quedarse sin
dólares.
Así hasta agotar el límite diario de sus tarjetas de crédito.
"Esto es un turismo dólar", le cuenta un empresario local a BBC Mundo.
"Se bajan del barco y ya en el mismo puerto, con
varias tarjetas (las propias y las de amigos y familiares), empiezan a
sacar dinero, luego toman otro barco y se regresan", dice.
Aquí pueden conseguirlos por poco más del tipo
oficial, y mucho menos que si los compraran en el mercado paralelo, unos
6 pesos y medio: el valor del cambio legal, más un 20% de recargo por
uso de la tarjeta en el exterior, más una comisión de US$5 cobrada por
los bancos.
Es lo que en Argentina llaman el "dólar
Colonia", en referencia al manantial de verdes billetes por el que cada
jornada decenas de argentinos se hacen al mar.
Más controles
Si bien no hay nada de ilegal en sacar dólares
del cajero, el fisco argentino sólo lo permite si esos dólares se
utilizan para gastos de viaje en Uruguay, pero no para ahorrar ni
revenderlos.
Lo que para estos turistas del dólar resulta una
práctica rentable, para las autoridades supone una manera de burlar los
controles cambiarios que desde 2011 rigen en el país para evitar la
fuga de capitales.
Aunque el gobierno sostiene que el mercado
paralelo de dólares es insignificante, cuando en las últimas semanas los
medios locales comenzaron a informar sobre el llamado dólar colonia, el
banco central argentino solicitó a las entidades reducir el límite de
efectivo que sus clientes pueden sacar en el exterior (15.000 pesos por
mes, unos US$2.800 al cambio oficial).
Mientras, la autoridad monetaria argentina dijo
que intensificará su coordinación con la Dirección Nacional de
Migraciones para descubrir a aquellos ciudadanos argentinos que
retiraron dinero en el exterior… sin ni siquiera salir del país. Es
decir, prestando sus tarjetas de crédito para que alguien más saque
dólares por ellos en Uruguay.
Por ahora, los controles han logrado que los
argentinos sean especialmente cautos a la hora de viajar a Colonia,
aunque estos todavía se agolpan en los cajeros.
"No me quedó remedio"
A pocas calles del centro histórico empedrado de
Colonia, presidido por un imponente faro que vigila la costa del Río de
la Plaza, siguen las filas de hasta una hora para llenar la bolsa.
Después, unos quince minutos en el interior de los dispensadores de
dinero. Primero una tarjeta, luego la del esposo, después la del amigo…
"No es barato venir aquí, pero es más barato que
comprarlos allí", cuenta un porteño que realiza este viaje por primera
vez. Ya va por su segundo cajero y apenas son las dos de la tarde.
"Yo tengo una deuda en dólares, una cuota que
tengo que pagar y que cada vez se me está haciendo más cara si tengo que
comprar los dólares allí. Al principio pensé que el dólar bajaría,
luego pensé que podría comprarlos oficialmente, aunque fuera poquitos,
pero se me cerró la puerta. Así que se me fue encareciendo y no me quedó
remedio", explica.
"Si me vieran…"
Él tiene una deuda que pagar, pero algunos
quieren sacar rédito vendiendo los dólares en el mercado negro y otros,
ahorrarlos para que la inflación -de un 10% anual, según cifras
oficiales; del 20%, según estimaciones privadas- no devore su poder
adquisitivo.
Tres turnos por delante espera una señora de
mediana edad, de impecable pelo rojizo, con aros dorados en sus orejas y
las tarjetas en una mano. En la otra, una nota en la que se compara a
la presidenta Cristina Fernández de Kirchner con el fallecido líder
venezolano Hugo Chávez.
Dice que su país sigue el mismo camino que
Venezuela y que las restricciones a la compra de dólares son prueba de
ello. No parece coincidir con los argumentos oficiales, los de la
necesidad de usar los dólares para pagar la deuda externa, y no para
guardarlos bajo el colchón.
Pero esta mujer, como casi todos los consultados por BBC Mundo, se niega a explicarlo ante la cámara.
"Yo hablaría, quiero hablar, pero tengo
conocidos en el gobierno, así que imagina lo que pasaría si me vieran
por televisión", dice otro.
En un parque de la avenida, entre dos de los
cajeros más concurridos, un grupo de colegas: "Te contamos lo que
quieras, pero sin cámara. Por nuestro trabajo nadie puede saber que
estamos aquí".
Cajeros sólo para uruguayos
En Colonia, una ciudad de poco más de 25.000 habitantes, es fácil reconocer al visitante.
"¿Ves a esa mujer rubia de allá? Viene cada
mañana en el buque, hace fila en cada cajero y después regresa en el
barco de las cinco", explica un coloniense.
Lo que al principio era motivo de expectación
provoca ahora enojo entre los residentes, que empiezan a sentir la
escasez de efectivo en sus cajeros.
"Me es totalmente tedioso pagar el alquiler
porque tengo que ir al cajero hasta tres o cuatro veces hasta que tengo
éxito de sacar el dinero", dice una comerciante de la ciudad que no
quiere revelar su nombre.
"¡Que pongan cajeros sólo para uruguayos, que
nos dejen algunos a nosotros para poder seguir con nuestra vida!",
apunta Juan, otro coloniense.
Cada tarde, los bancos reponen dólares, y cuando estos se agotan los argentinos regresan a su país.
Son las cinco y el "Buquebús" zarpa de regreso a
Buenos Aires. A bordo está aquella mujer rubia que cada día acude a
Colonia y el grupo de amigos que no quería hablar.
Se abre la tienda del barco, que está ahora
mucho más llena de clientes que en el viaje de ida, igual de abultada
que las mochilas y carteras, resguardadas en los brazos de los
pasajeros.
Y en tierra, la aduana del puerto con las siglas
de la AFIP (Administración Federal de Ingresos Públicos), la autoridad
fiscal a la que los turistas del dólar responsabilizan de tener que
hacer estos viajes clandestinos.
Mañana saldrán del puerto de Buenos Aires otros
barcos con argentinos que ahora viajan a Uruguay, pero que parecen
dispuestos a llegar al fin del mundo con tal de conseguir sus deseados
billetes verdes.
Conseguir dólares legalmente es más
difícil desde 2011, cuando el gobierno tomó una serie de medidas para
limitar la venta con el objetivo de evitar la fuga de capitales del
país, que por entonces rondaba los US$20.000 millones.
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