Muerte de Jorge Videla: Una época vergonzosa de Argentina
ABC, Madrid
Unos le llamaban «el Hueso». Era comprensible. El general Jorge Rafael Videla siempre fue muy flaco. Otros le llamaban «la pantera rosa».
No tengo la menor idea por qué. Se acaba de morir a los 87 años en una
prisión militar argentina en la que estaba condenado a medio siglo de
cárcel. No creo que mucha gente lo lamente. En marzo de 1976, como
Comandante de las Fuerzas Armadas, le había dado un golpe a Isabelita
Martínez de Perón con el beneplácito o la indiferencia de la mayor parte
de los argentinos, gobernando con mano de hierro hasta 1981. Era hijo
de militar, católico de comunión frecuente y conservador, aunque no se
llevaba mal con los soviéticos -tenían buenas relaciones económicas-, y
los cubanos, por petición de Moscú y a cambio de créditos blandos le
cuidaron celosamente las espaldas diplomáticas ante la Comisión de
Derechos Humanos de Ginebra.
Entonces, cuando el golpe, el país estaba harto de la
inflación, del desorden y, muy especialmente, de la violencia desatada
por los montoneros peronistas, el ERP y otros pistoleros de izquierda, a
lo que se sumaba la respuesta sangrienta de un gobierno que utilizaba
para hacerles frente, no sólo a las legítima fuerzas del orden, sino
también a los paramilitares de la AAA, dirigidos en la sombra por el
brujo José López Rega.
Argentina era una pena en 1976. Esto hay que tomarlo
en cuenta. Videla no inventó el terrorismo de Estado. Ya existía cuando
el tomó el poder. Pero él lo heredó, lo sistematizó y lo multiplicó. Sus
militares y policías
asesinaron, torturaron y desaparecieron a miles de personas. Los
adversarios cifran las víctimas en unas 30.000. Los partidarios, incluso
él mismo, aceptan unas 8.000. La verdad debe estar en torno a las
16.000.
Una multitud. Algunos, claro, eran culpables y
militaban en los grupos terroristas de izquierda, pero la respuesta de
los uniformados argentinos no tiene la menor justificación. El Estado no
puede actuar como los enemigos de la ley. Esa continuada masacre
(respondida con más de mil crímenes y secuestros cometidos por las
formaciones de izquierda de inspiración marxista, mucho menos poderosas,
pero igualmente crueles), incluye violaciones y torturas de mujeres,
asesinatos y secuestros de niños que luego eran entregados a nuevos
padres, eliminación de inocentes, y todo género de atrocidades.
Basta leer el informe Nunca más, prologado por
Ernesto Sábato, para comprender el horror padecido por la sociedad
argentina, agravado por la actitud generalizada de una buena parte de
ella: millones de personas que sabían o intuían lo que estaba
ocurriendo, miraron en otra dirección, desentendiéndose de los desmanes
cometidos por el Estado.
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